Columna. Marlani Sánchez.
@marlanisanchez
Que en mis biografías de las
redes sociales aparece (sí, porque yo lo puse) "romanticona", antes
tenía "romántica", pero no hace mucho lo cambié a
"romanticona". Que ¿por qué?, caramba, difícil de explicar, tendrían
que verlo, ahí, en la diferencia entre romántica y romanticona, no todo
romántico es romanticón pero sí todo romanticón es romántico, algo así como lo
romántico en exceso, sí, ya sé que todo en exceso es malo, pero ¿saben qué? Les
gusta. Nos. Hablar del amor no es fácil, aunque menos es sentirlo, pero
padecerlo no tiene parangón. No lo tiene. Sí, porque en ocasiones el amor se
padece.
En muchas, es realmente lesivo.
Complejo. Hay que vivirlo. Ese que siempre logra sacarnos el masoquista que
todos llevamos por dentro. Creo que mis genes del amor son mutantes. Siempre he
pensado, y actualmente indago en eso, que tengo ese gen hipertrofiado,
hipertrofiado en dar, quizás me ha tocado aparearlo con un gen de recibir
atrofiado. Sí, porque efectivamente hay quienes tienen el "recibir"
con Síndrome de Gigantismo.
Para nada timorata pero lo mío
es mío y yo su única dueña, nada, el derecho de exigir lo que se da es
irrefutable. Simple. Ahora mismo me llega a la mente esa frase de la que la
gran Chavela dijo una vez que es la canción más bonita del mundo: "...que
el amor es simple, y a las cosas simples se las lleva el viento (...) las
devora el tiempo...".
Experta cazadora de escenas tan
patológicas como intensas y divinas. De asuntos aderezados con tabúes y
prohibiciones que quizás vulneran uno u otro mandamiento. Con un desmedido
respeto por la pasión, casi miedo, pero de ese miedo que llama, que invita, el
amor, al lado de ella, de la pasión, es apenas un niño de pecho. Créanme (lo
digo con una sonrisa en los labios y silbando de contenta). No sé cuál de los
dos es peor, o mejor. Si no la han tenido en frente, o arriba, o abajo, o a un
lado, o al otro, o todas las anteriores, espero que puedan tacharlo de su lista
de cosas que hacer (y sentir) antes de morir.
De amores de rincones, de
vidrios arriba, del papel ahumado más oscuro, de tener que cambiar el nombre
del contacto, de convertir el "antiespía" en un requisito sine qua
non, de determinadas horas de llamadas, de respuestas parcas porque hay gente,
de miradas furtivas, de te espero dos cuadras más allá, de espérate mi amor que
ahorita no puedo, de libertad en cuatro paredes, de testigos ausentes, de
regalos encubiertos, de cartas sin remitentes, de las más profundas marcas sin
dejar ningún tipo de huellas, de mentiras tan piadosas como necesarias, de las
rosas más efímeras del mundo. Esas rosas que solo pueden durar una mirada, una
sonrisa, una nariz hermosa sintiendo su aroma, unos ojos brillantes, una
sonrisa entre rubor y emoción, y un beso, sí esas rosas, las más eternas. Las
que luego de entregadas regresan a las manos que temblando las han ofrecido
para protegerlas de miradas indeseadas, quizás en una nevera, quizás entre las
páginas de un libro de excelentes frases alguna vez dedicadas...
Quizás pausar con las líneas de
un libro del cual desconozco el título, estelas de las cuales he quedado
prendida con esa sensación que bien conocemos de que como que te las
escribieron o fueron tus manos, tu historia, tus historias, las que guiaron esa
punta de grafito...
"Ya he probado las prisas,
el sexo exprés y los amores precipitados, la abolición de los preliminares, los
ombligos pasajeros, los te quiero a primera vista, los cuerpos fugaces, las
bodas en Las Vegas, las cremalleras atropelladas, me enamoré de desconocidas y
las desquise a contrarreloj. Ya no quiero eso. Necesito encontrar un amor a
fuego lento...".