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sábado, 29 de marzo de 2014

Columna: Ladrona de plantas…por Marlani Sánchez.

Columna. Marlani Sánchez. @marlanisanchez.
Tengo rosas, trinitarias, ixoras (claro), un lirio sabanero que parió, lochitas (me encantan) y bella a las once (mi delirio). A estas últimas debemos reivindicarlas, nunca pude entender cómo a algo tan hermoso puedan llamarlo “carne de perro”, qué desalmados, qué insensibles, qué poco románticos que deben ser…

El caso es que las lochitas y las bellas a las once, bueno, sí, fueron hurtadas. Yo las hurté. Confieso. Y aquí va mi explicación, dos explicaciones, una para cada una, en el caso de las lochitas el hurto bien puede estar justificado y por tanto dudo que realmente lo sea.

Ah, por reciente casi lo olvido, también tengo una planta exótica, que aún no he sembrado ni voy a hacerlo, es una interesante historia, más adelante…

Mi afición por las plantas no es desde siempre pero tiene nombre y apellido: Diosa Molina, mi abuela. Ella se desvivía por las matas, mi casa de crianza poseía un hermoso jardín; helechos, matas de esas con formas de corazones, plantas de las que desconozco su nombre pero que recuerdo muy bien, unas huequitos en sus hojas, flores, mangos; no menos de cinco matas de diferentes tipos de mangos, todas cuidadas por las manos de ella; unas manos grandes, llenas de anillos de plata con piedras de distintos colores y uñas largas, no tanto, lo suficiente para una señora de su edad y siempre impecablemente pintadas, de rojo generalmente, el esmalte blanco también le gustaba.

La fotografía, es otro de mis vicios, y muchas tengo de esa señora, regando sus matas.
-¿Hoy se regaron la matas? –No.
-¿Usted comió hoy? –Sí.
-¡Entonces vaya a regar las matas!
Estoy casi segura que ahí empezó el asunto. Pero se afianzó cuando ya estaba adulta, y tuve espacio para ofrecerles. Aquí hago un paréntesis porque más de una vez he escuchado que cuando a uno empieza a sembrar plantas y a dedicarle parte de su tiempo a la jardinería…es que se está poniendo viejo…que broma…a veces asiento…
Este cuento se está poniendo largo. Debo concretar, y debería hacerlo según el titular (sí, ya lo tengo, desde que pensé escribir sobre esto, sabía que ese era el propio, ahí está fue lo primero que garabateé).

Ciertamente siento que me encantan las matas, las toco, les hablo, les canto, les formo peo cuando se niegan a florear, las baño con jabón Las Llaves de cuando en cuando, les trato la mavita…unos lo llaman esquizofrenia, otros edad. Ciertamente, en el valioso tiempo de los maduros, las prioridades cambian y las simples cosas se convierten en las que más llenan.

…me invitaron una vez a una reunión y ahí fue que vi por primera vez a las “lochitas”, hermosas, me cautivaron, era un frente lleno de especie de grama de otro nivel, entonces yo, muy  correctamente le pedí a quien me invitó a la reunión que a su vez era amiga de la dueña de las lochitas que me regalara “un gajo” para sembrarlas en mi jardín, la respuesta fue positiva. Ese día no me las dieron, y así las pedí no menos de siete u ocho veces más, hasta que le dije a mi amiga: Trina, ya las he pedido muchas veces, quiero que sepas que iré hasta esa casa, y voy por ellas. Y así fue.

Como genuina obsesiva compulsiva eso no se me salió de la cabeza; quería mi jardín forrado de lochitas como aquellas. Busqué una testigo (Eliza), y una cómplice y cooperadora (me reservo su identidad), sí, ambas mujeres. A la testigo le dije: Sabes que ya le he dicho a Trina que me voy a hurtar esas “lochitas”, y a la cooperadora le dije el plan, con el cual estuvo de acuerdo desde el principio, solo me dijo con una sonrisa en los labios, unos labios muy hermosos por cierto: Cuenta conmigo. Metí mis utensilios de jardinería en la maleta de mi vehículo, por si acaso, aquel “finde” estábamos en una “rumba”, al terminarse esta, entradas eso de las dos de la mañana me dirigí a esa urbanización y lo hice; con la palita esa Truper hice un corte perfecto, casi de cirujano, un cuadrado casi exacto, demasiado, para la hora y el nivel de alcohol en la sangre. Par de vigilantes nos vieron, pero desinhibidas como andábamos (el nivel de alcohol en la sangre), los miramos desafiantes, y seguimos. Al día siguiente fue que me di cuenta que el cuadrado de lindas “lochitas” era considerablemente grande, pero a lo hecho, pecho. Al recuperarme del trasnocho (los odio y los evito. Y un trasnocho para mí ya es acostarme después de las 11 de la noche…los trasnochos no pegan con otro de mis vicios; los ejercicios físicos ¿ya les dije que hay estudios que afirman que a los esquizofrénicos les encanta hacerlos?, entonces o los trasnochos o los ejercicios, los que me han visto, bien saben con cuál me he quedado…) las sembré, y sí, “pegaron”, o “prendieron”, como dicen…

No sé exactamente cuántos días después me escribió mi amiga, la amiga de la dueña (quizás ex dueña) de las lochitas: -Licen, ¿fuiste tú verdad? –Sí. –Jajajajaja –Yo te lo advertí y soy una mujer de palabra.

Pues resulta que la dueña (o ex dueña) de las lochitas estaba “de problemas” con su “marido”, y los vigilantes les dijeron que “dos mujeres muy bonitas” (já, está bien pues que no iba enfatizar en eso) en la madrugada hicieron algo en la esquina de su jardín…pues resulta que a la desdichada no se le ocurrió otra que le estaban “enterrando” algo, “una brujería” para “quitarle al marido”. (Risas). (Carcajadas). Qué problema con las autoestimas bajas y los espíritus pobres. Querida señora, no se le enterró nada (bueno, yo no), le desenterré unas lindas plantitas, le pido disculpas públicas, espero que confíe más en Dios, y que las cosas con su “marido” hayan mejorado…

Luego repetí el procedimiento, con las bellas a las once, hace poco lo volví a hacer, creo que debo buscar ayuda. Ahh, pero las vieran…están hermosas, las riego, les hablo, les canto, las toco, realmente una terapia.

Ahora, lo que me ha pasado más recientemente sí que me ha dado risa. Estaba yo trabajando en el ejercicio de mi profesión (sí, en serio) y me siento a hablar con una señora (no sé, creo que a la gente le gusta a hablar conmigo) en el frente de su casa, en la parroquia El Recreo fue, y veo una planta extraña, así como exótica; así como esos gustos extraños míos pues…y le digo: -Señora, disculpe (yo, bien criada) ¿Será que usted me permite llevarme un hijo de esa mata? Miren, la reacción de la señora me llamó mucho la atención: -Claro, por supuesto, uno no, todos los que quiera, agárrelos. Casi que ella misma se pone a sacarlos. Pero yo le dije a Antonio, un compañero de trabajo, que me hiciera el favor, y me sacó de raíz dos hijos de la planta. Si vi que todos me miraban extraño, así como quien ve a una loca (a lo cual ya estoy acostumbrada y por lo tanto desdeñé), hasta que una compañera de trabajo no se aguantó: -¿Y para qué quieres tú esa mata? ¿No le ves esas espinas? (sí se las había visto, pero ya las habían arrancado). Las advertencias no cesaron: -¡Marlani por Dios eso puya horrible! –¡Eso es peligroso en sitios donde haya niños! -¡Esa es la que llaman “mala madre”! -¡Pero si esa es la que mentan “lengua de suegra”! En fin. Como yo no quiero nada con malas madres ni con malas lenguas de suegra, decidí no sembrarlas, para evitar su muerte pensé en regalarlas, pero nadie las quiere, nadie…las exóticas entonces, por malas madres y viles suegras, terminaron, y permanecen, remojadas en agua en una perola de mantequilla mavesa…

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