Columna. Marlani
Sánchez. @marlanisanchez.
Tengo
rosas, trinitarias, ixoras (claro), un lirio sabanero que parió, lochitas (me
encantan) y bella a las once (mi delirio). A estas últimas debemos
reivindicarlas, nunca pude entender cómo a algo tan hermoso puedan llamarlo
“carne de perro”, qué desalmados, qué insensibles, qué poco románticos que
deben ser…
El
caso es que las lochitas y las bellas a las once, bueno, sí, fueron hurtadas.
Yo las hurté. Confieso. Y aquí va mi explicación, dos explicaciones, una para
cada una, en el caso de las lochitas el hurto bien puede estar justificado y
por tanto dudo que realmente lo sea.
Ah,
por reciente casi lo olvido, también tengo una planta exótica, que aún no he
sembrado ni voy a hacerlo, es una interesante historia, más adelante…
Mi
afición por las plantas no es desde siempre pero tiene nombre y apellido: Diosa
Molina, mi abuela. Ella se desvivía por las matas, mi casa de crianza poseía un
hermoso jardín; helechos, matas de esas con formas de corazones, plantas de las
que desconozco su nombre pero que recuerdo muy bien, unas huequitos en sus
hojas, flores, mangos; no menos de cinco matas de diferentes tipos de mangos,
todas cuidadas por las manos de ella; unas manos grandes, llenas de anillos de
plata con piedras de distintos colores y uñas largas, no tanto, lo suficiente
para una señora de su edad y siempre impecablemente pintadas, de rojo
generalmente, el esmalte blanco también le gustaba.
La
fotografía, es otro de mis vicios, y muchas tengo de esa señora, regando sus
matas.
-¿Hoy
se regaron la matas? –No.
-¿Usted
comió hoy? –Sí.
-¡Entonces
vaya a regar las matas!
Estoy
casi segura que ahí empezó el asunto. Pero se afianzó cuando ya estaba adulta,
y tuve espacio para ofrecerles. Aquí hago un paréntesis porque más de una vez
he escuchado que cuando a uno empieza a sembrar plantas y a dedicarle parte de
su tiempo a la jardinería…es que se está poniendo viejo…que broma…a veces
asiento…
Este
cuento se está poniendo largo. Debo concretar, y debería hacerlo según el
titular (sí, ya lo tengo, desde que pensé escribir sobre esto, sabía que ese
era el propio, ahí está fue lo primero que garabateé).
Ciertamente
siento que me encantan las matas, las toco, les hablo, les canto, les formo peo
cuando se niegan a florear, las baño con jabón Las Llaves de cuando en cuando,
les trato la mavita…unos lo llaman esquizofrenia, otros edad. Ciertamente, en
el valioso tiempo de los maduros, las prioridades cambian y las simples cosas
se convierten en las que más llenan.
…me
invitaron una vez a una reunión y ahí fue que vi por primera vez a las
“lochitas”, hermosas, me cautivaron, era un frente lleno de especie de grama de
otro nivel, entonces yo, muy
correctamente le pedí a quien me invitó a la reunión que a su vez era
amiga de la dueña de las lochitas que me regalara “un gajo” para sembrarlas en
mi jardín, la respuesta fue positiva. Ese día no me las dieron, y así las pedí
no menos de siete u ocho veces más, hasta que le dije a mi amiga: Trina, ya las
he pedido muchas veces, quiero que sepas que iré hasta esa casa, y voy por
ellas. Y así fue.
Como
genuina obsesiva compulsiva eso no se me salió de la cabeza; quería mi jardín
forrado de lochitas como aquellas. Busqué una testigo (Eliza), y una cómplice y
cooperadora (me reservo su identidad), sí, ambas mujeres. A la testigo le dije:
Sabes que ya le he dicho a Trina que me voy a hurtar esas “lochitas”, y a la
cooperadora le dije el plan, con el cual estuvo de acuerdo desde el principio,
solo me dijo con una sonrisa en los labios, unos labios muy hermosos por
cierto: Cuenta conmigo. Metí mis utensilios de jardinería en la maleta de mi
vehículo, por si acaso, aquel “finde” estábamos en una “rumba”, al terminarse
esta, entradas eso de las dos de la mañana me dirigí a esa urbanización y lo
hice; con la palita esa Truper hice un corte perfecto, casi de cirujano, un
cuadrado casi exacto, demasiado, para la hora y el nivel de alcohol en la
sangre. Par de vigilantes nos vieron, pero desinhibidas como andábamos (el
nivel de alcohol en la sangre), los miramos desafiantes, y seguimos. Al día
siguiente fue que me di cuenta que el cuadrado de lindas “lochitas” era
considerablemente grande, pero a lo hecho, pecho. Al recuperarme del trasnocho
(los odio y los evito. Y un trasnocho para mí ya es acostarme después de las 11
de la noche…los trasnochos no pegan con otro de mis vicios; los ejercicios
físicos ¿ya les dije que hay estudios que afirman que a los esquizofrénicos les
encanta hacerlos?, entonces o los trasnochos o los ejercicios, los que me han
visto, bien saben con cuál me he quedado…) las sembré, y sí, “pegaron”, o
“prendieron”, como dicen…
No
sé exactamente cuántos días después me escribió mi amiga, la amiga de la dueña
(quizás ex dueña) de las lochitas: -Licen, ¿fuiste tú verdad? –Sí. –Jajajajaja
–Yo te lo advertí y soy una mujer de palabra.
Pues
resulta que la dueña (o ex dueña) de las lochitas estaba “de problemas” con su
“marido”, y los vigilantes les dijeron que “dos mujeres muy bonitas” (já, está
bien pues que no iba enfatizar en eso) en la madrugada hicieron algo en la
esquina de su jardín…pues resulta que a la desdichada no se le ocurrió otra que
le estaban “enterrando” algo, “una brujería” para “quitarle al marido”.
(Risas). (Carcajadas). Qué problema con las autoestimas bajas y los espíritus
pobres. Querida señora, no se le enterró nada (bueno, yo no), le desenterré
unas lindas plantitas, le pido disculpas públicas, espero que confíe más en
Dios, y que las cosas con su “marido” hayan mejorado…
Luego
repetí el procedimiento, con las bellas a las once, hace poco lo volví a hacer,
creo que debo buscar ayuda. Ahh, pero las vieran…están hermosas, las riego, les
hablo, les canto, las toco, realmente una terapia.
Ahora,
lo que me ha pasado más recientemente sí que me ha dado risa. Estaba yo
trabajando en el ejercicio de mi profesión (sí, en serio) y me siento a hablar
con una señora (no sé, creo que a la gente le gusta a hablar conmigo) en el
frente de su casa, en la parroquia El Recreo fue, y veo una planta extraña, así
como exótica; así como esos gustos extraños míos pues…y le digo: -Señora,
disculpe (yo, bien criada) ¿Será que usted me permite llevarme un hijo de esa
mata? Miren, la reacción de la señora me llamó mucho la atención: -Claro, por
supuesto, uno no, todos los que quiera, agárrelos. Casi que ella misma se pone
a sacarlos. Pero yo le dije a Antonio, un compañero de trabajo, que me hiciera
el favor, y me sacó de raíz dos hijos de la planta. Si vi que todos me miraban
extraño, así como quien ve a una loca (a lo cual ya estoy acostumbrada y por lo
tanto desdeñé), hasta que una compañera de trabajo no se aguantó: -¿Y para qué
quieres tú esa mata? ¿No le ves esas espinas? (sí se las había visto, pero ya
las habían arrancado). Las advertencias no cesaron: -¡Marlani por Dios eso puya
horrible! –¡Eso es peligroso en sitios donde haya niños! -¡Esa es la que llaman
“mala madre”! -¡Pero si esa es la que mentan “lengua de suegra”! En fin. Como
yo no quiero nada con malas madres ni con malas lenguas de suegra, decidí no
sembrarlas, para evitar su muerte pensé en regalarlas, pero nadie las quiere,
nadie…las exóticas entonces, por malas madres y viles suegras, terminaron, y
permanecen, remojadas en agua en una perola de mantequilla mavesa…