Columna. Marlani
Sánchez. @marlanisanchez.
Mi
encuentro con las canas inició por los años...No. No se trata de ninguna
historia con una persona mayor. No. Tenía yo unos 11 años...entonces tenerlas
era toda una novedad, un signo, hasta un gancho. Y es que siempre he presumido
de mis brazos, mis abdominales, mi sonrisa, y (entre otras cosas) mi melena. Mi
melena. De india. Azabache. Nunca, nunca, ha necesitado secador alguno,
planchas menos, la lluvia no le hace ni coquito, jamás ha necesitado que le
hagan "la vuelta", no sé lo que es ponerse una media panty en la
cabeza (ni en las piernas), ni una bolsa plástica para evitar el agua de
lluvia, los peluqueros y/o estilistas nunca han podido ni podrán hacer su
"agosto" conmigo...
Recuerdo
una vez por los lados de una de las canchas del liceo Rafael María Baralt, por
allá, que un grupo de compañeras de estudios, sería el tercer año de bachillerato,
no sé, lo que sí sé es que la chemise era azul, osaron agarrarme en cayapa para
arrancarme una de las ¿10? ¿20? Canas que se asomaban en esa, esta, aquella,
melena azabache. Me la arrancaron. Yo, con apenas los primeros síntomas del
trastorno obsesivo compulsivo, me alarmé muchísimo, sí, tenía esas palabras de
mi abuela Diosa, las que derivaban de la creencia (para mi abuela certeza, y
por ende para mí también) de que cuando uno se arrancaba una cana, le salían
dos.
Y
así paulatinamente siguieron saliendo, creo que mi abuela tenía razón, creo que
pasados unos años me empezaron a salir como de dos en dos, luego de números
pares en números pares, y así, aunque nunca más me dejé arrancar una, salvo
aquella oportunidad en la que fui a cortarme el cabello y la estilista volvió a
hacerlo, y tal vez era luna menguante, tal vez mercurio estaba en retrógrado,
tal vez el calendario maya. Seguían saliendo.
Debo
decir que tengo una familia signada por los llamados lunares de canas. Mi
abuela y su cabeza blanca, mi padre y madre con par de lunares de canas. Mis
tías paternas que le den gracias a Dios
que tienen el pelo chicharrón porque de no ser así parecerían familia de Lily
Monster, a mi tío Elio le dicen cabeza de periódico, en fin.
Gozo
de un cabello hermoso. Como los a mí me gustan pues. Y con las canas me ha
sucedido algo curioso, ya no creo que sea la única…sí, en los caminos de la
vida me han pasado unas vainas tan locas que yo de egocéntrica hubiese apostado
que solo a mí, pero luego, luego, luego, leo por ahí algún texto con tendencias
entre filosóficas y cursis o escucho algún regaeton (nunca he aprendido ni a
escribirlo ni a bailarlo) que describe la misma vaina que yo viví y con
reflexión incluida...es así como ahora por más esquizofrénica que sea la cosa
que viva, porque la vivo, muy pocas cosas me niego a vivir, pienso que a otra,
en algún lugar del planeta, o en algún otro, a otra, le puede estar pasando la
misma verga.
...que
con las canas me ha sucedido algo curioso...ha surgido entre ellas y yo un
vínculo que supongo casi materno. Sí, me las veo en el espejo casi con la misma
frecuencia con la que observo mis abdominales, casi. Me salen como los
McDonald, ah pues, ¡en serio! Cada 14,5 horas un nuevo restaurante McDonald
abre en el mundo, y más o menos cada ese lapso me sale una, o dos, o más. Y las
veo, chiquiticas, sigo de cerca su progreso, su crecimiento, tan lindas,
chiquitas, paraditas, me salen arriba y al frente, casi que en la frente, del
lado derecho especialmente, y las veo, y las veo, hasta que empiezan a
confundirse con el resto de las hebras, que, infiero debo decir -con suerte-
aún son en mayoría azabache. ¿Pintármelas? ¿Teñirmelas? Más que planteármelo me
lo han planteado, de negro, claro, aunque hasta hace muy poco una atractiva
mujer me ha planteado algo que ninguna otra: Que las acentúe con no sé cuál
producto especial para ello. Dice gustarles. Ninguna de las opciones me ha
movido aún. Sigue prevaleciendo el cariño que les tengo (a las canas), aunque
agradezco las deferencias, quizás el hecho de que aún notoriamente haya más
negro que blanco ahí pesa, lo otro es que, con mis canas, como con mis
abdominales, me gusta el reflejo que del espejo emana.
El
tiempo. En aquel de la cancha del Liceo María Baralt no podía presumir -como
ahora- ni de mis brazos, ni de mis abdominales, ni de mi sonrisa (todavía
estaba crudo ese reconocido ortodoncista), tan solo podía literalmente batirme
un shampú, con mi melena.
¿Les
dije que soy egocéntrica, verdad?
Siempre
he pertenecido a las más singulares e inverosímiles estadísticas, quien quita y
también forme parte de ese 0,003% de mujeres a las que le luce un cabello
preñado de hilos blancos...quizás, como todo, se trate de un contexto; no es lo
mismo unas canas con sobrepeso, que unas canas fitness que obviamente, así,
pasan desapercibidas (en la foto…¿me las ven? ¿Las buscaron bien?), unas canas
con una anatomía como la que a estas sostiene...quizás sé que aún la mayoría se
detiene a escudriñar, y en ocasiones de una forma divinamente descarada, es
esto último...