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miércoles, 30 de julio de 2014

Columna: ...que canas con abdominales marcados pegan! Por Marlani Sánchez.

Columna. Marlani Sánchez. @marlanisanchez.
Mi encuentro con las canas inició por los años...No. No se trata de ninguna historia con una persona mayor. No. Tenía yo unos 11 años...entonces tenerlas era toda una novedad, un signo, hasta un gancho. Y es que siempre he presumido de mis brazos, mis abdominales, mi sonrisa, y (entre otras cosas) mi melena. Mi melena. De india. Azabache. Nunca, nunca, ha necesitado secador alguno, planchas menos, la lluvia no le hace ni coquito, jamás ha necesitado que le hagan "la vuelta", no sé lo que es ponerse una media panty en la cabeza (ni en las piernas), ni una bolsa plástica para evitar el agua de lluvia, los peluqueros y/o estilistas nunca han podido ni podrán hacer su "agosto" conmigo...

Recuerdo una vez por los lados de una de las canchas del liceo Rafael María Baralt, por allá, que un grupo de compañeras de estudios, sería el tercer año de bachillerato, no sé, lo que sí sé es que la chemise era azul, osaron agarrarme en cayapa para arrancarme una de las ¿10? ¿20? Canas que se asomaban en esa, esta, aquella, melena azabache. Me la arrancaron. Yo, con apenas los primeros síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, me alarmé muchísimo, sí, tenía esas palabras de mi abuela Diosa, las que derivaban de la creencia (para mi abuela certeza, y por ende para mí también) de que cuando uno se arrancaba una cana, le salían dos.

Y así paulatinamente siguieron saliendo, creo que mi abuela tenía razón, creo que pasados unos años me empezaron a salir como de dos en dos, luego de números pares en números pares, y así, aunque nunca más me dejé arrancar una, salvo aquella oportunidad en la que fui a cortarme el cabello y la estilista volvió a hacerlo, y tal vez era luna menguante, tal vez mercurio estaba en retrógrado, tal vez el calendario maya. Seguían saliendo.

Debo decir que tengo una familia signada por los llamados lunares de canas. Mi abuela y su cabeza blanca, mi padre y madre con par de lunares de canas. Mis tías paternas  que le den gracias a Dios que tienen el pelo chicharrón porque de no ser así parecerían familia de Lily Monster, a mi tío Elio le dicen cabeza de periódico, en fin.

Gozo de un cabello hermoso. Como los a mí me gustan pues. Y con las canas me ha sucedido algo curioso, ya no creo que sea la única…sí, en los caminos de la vida me han pasado unas vainas tan locas que yo de egocéntrica hubiese apostado que solo a mí, pero luego, luego, luego, leo por ahí algún texto con tendencias entre filosóficas y cursis o escucho algún regaeton (nunca he aprendido ni a escribirlo ni a bailarlo) que describe la misma vaina que yo viví y con reflexión incluida...es así como ahora por más esquizofrénica que sea la cosa que viva, porque la vivo, muy pocas cosas me niego a vivir, pienso que a otra, en algún lugar del planeta, o en algún otro, a otra, le puede estar pasando la misma verga.

...que con las canas me ha sucedido algo curioso...ha surgido entre ellas y yo un vínculo que supongo casi materno. Sí, me las veo en el espejo casi con la misma frecuencia con la que observo mis abdominales, casi. Me salen como los McDonald, ah pues, ¡en serio! Cada 14,5 horas un nuevo restaurante McDonald abre en el mundo, y más o menos cada ese lapso me sale una, o dos, o más. Y las veo, chiquiticas, sigo de cerca su progreso, su crecimiento, tan lindas, chiquitas, paraditas, me salen arriba y al frente, casi que en la frente, del lado derecho especialmente, y las veo, y las veo, hasta que empiezan a confundirse con el resto de las hebras, que, infiero debo decir -con suerte- aún son en mayoría azabache. ¿Pintármelas? ¿Teñirmelas? Más que planteármelo me lo han planteado, de negro, claro, aunque hasta hace muy poco una atractiva mujer me ha planteado algo que ninguna otra: Que las acentúe con no sé cuál producto especial para ello. Dice gustarles. Ninguna de las opciones me ha movido aún. Sigue prevaleciendo el cariño que les tengo (a las canas), aunque agradezco las deferencias, quizás el hecho de que aún notoriamente haya más negro que blanco ahí pesa, lo otro es que, con mis canas, como con mis abdominales, me gusta el reflejo que del espejo emana.

El tiempo. En aquel de la cancha del Liceo María Baralt no podía presumir -como ahora- ni de mis brazos, ni de mis abdominales, ni de mi sonrisa (todavía estaba crudo ese reconocido ortodoncista), tan solo podía literalmente batirme un shampú, con mi melena.
¿Les dije que soy egocéntrica, verdad?

Siempre he pertenecido a las más singulares e inverosímiles estadísticas, quien quita y también forme parte de ese 0,003% de mujeres a las que le luce un cabello preñado de hilos blancos...quizás, como todo, se trate de un contexto; no es lo mismo unas canas con sobrepeso, que unas canas fitness que obviamente, así, pasan desapercibidas (en la foto…¿me las ven? ¿Las buscaron bien?), unas canas con una anatomía como la que a estas sostiene...quizás sé que aún la mayoría se detiene a escudriñar, y en ocasiones de una forma divinamente descarada, es esto último...

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