Prensa. Diario El
Nacional.
En Artistas
Venezolanos en New York, Mariza Bafile entrevista al galerista venezolano
Henrique Faría, conocido promotor del arte latinoamericano que mantiene vivo su
amor por su país natal
MARIZA BAFILE
De
excéntrica elegancia y un gusto refinado que habla de años rodeado de gente y
cosas de buen gusto, Henrique Faría, galerista venezolano que vive en Nueva
York, esconde tras una fachada de sofisticada y etérea frialdad, un carácter
intenso y determinado y sobre todo un incondicional amor a Venezuela. “Vivo en
Nueva York pero mi mundo tiene mucho que ver con Venezuela. Mis artistas de
referencia son en su mayoría venezolanos, mis amigos de toda la vida son casi
todos venezolanos.”
Severo
y riguroso antes que nada consigo mismo, Henrique ha logrado transformar la
galería que lleva su nombre en el lugar de Nueva York donde es posible admirar
y adquirir la excelencia del arte latinoamericano. Sus inauguraciones, siempre
concurridas, reúnen a un público de coleccionistas latinoamericanos y
norteamericanos de tan alto nivel de exigencia que un solo error bastaría para
disipar. Henrique lo sabe, está consciente que no puede permitirse bajar la
calidad de sus propuestas así como lo está el equipo que con él trabaja,
“porque, aunque la galería lleva mi nombre, nosotros somos un equipo. La
galería sintetiza la visión de muchas personas que han trabajado y trabajan
para demostrar que en América Latina hay artistas con un nivel tan alto como el
de los que viven en Europa y en Estados Unidos. En nuestros países se han
fraguado movimientos vanguardistas que han sido ejemplo para el resto del mundo.”
Tras
unos años dirigiendo en Nueva York la galería de su gran amiga Milagros
Maldonado, Faría va interiorizando una visión personal del trabajo. Cuando
abrió su propio espacio expositivo esa visión se fue transformando en una
misión. “Estaba decidido a exponer únicamente arte latinoamericano con
vertientes que van desde el arte moderno al conceptual y al contemporáneo. Una
visión que comienza con el modernismo de los años 40 y sigue hasta hoy”.
Desde
sus comienzos la galería lleva adelante un programa bien definido. Nada es
casual, cada escogencia, la instalación de las obras, reflejan un estilo, una
misma idea conceptual. Coherencia y visión de futuro son casi una obsesión para
Henrique Faría. “Hay que proyectarse más allá de la satisfacción del momento y
del corto plazo, hay que entender que las cosas no se construyen de la noche a
la mañana”.
Romper
los esquemas reductivos entre los cuales, muchas veces, ha sido relegado el
arte latinoamericano no es tarea fácil pero Faría se ha sumergido en ese reto
llevando consigo todo un equipo de artistas y curadores con los cuales comparte
sueño y misión. Viajero incansable, se alimenta y crece con lo mejor del arte
internacional. No se limita a exponer a los artistas que ya son conocidos sino
que busca entre los que pasaron desapercibidos, según él injustamente, y a
ellos dedica espacio y energías.
El
amor hacia Venezuela se refleja en muchas de sus exposiciones. Entre otras
cosas, se ha dedicado a rescatar el movimiento conceptual venezolano de la
sombra en la cual lo había relegado el éxito del arte cinético y abstracto. Hoy
en día asume como responsabilidad propia ofrecer a los artistas venezolanos una
proyección internacional para suplir la falta de una plataforma institucional
local, fuertemente debilitada por el evidente deterioro del otrora referente
sistema de museos.
En
estos días su galería está presentando a dos artistas, la venezolana Mercedes
Elena González y el argentino Eduardo Santiere. Dos propuestas que están
fuertemente conectadas con la anterior, Espacios de represión y de liberación,
de los artistas Eduardo Kac, brasilero, y Horacio Zabala, argentino.
“Consideramos importante manejar temáticas ligadas a la actualidad de nuestros
países. La exposición de Kac y Zabala giraba alrededor de los conceptos de
represión y falta de libertad.”.
Esa
exposición migra hacia la de Mercedes Elena González y Eduardo Santiere,
recientemente inaugurada. Ambos artistas se expresan con el dibujo: Santiere a
través de una visión más universal y González con una reflexión sobre el
fracaso del modernismo venezolano. Tentáculos negros quiebran y van carcomiendo
la armonía de las líneas de sus dibujos. Pesadilla oscura que habla del deterioro del sueño que un día
tuvo un país pujante y con un futuro promisorio.
Para
facilitar la proyección de los artistas venezolanos a nivel internacional
Henrique mantuvo durante muchos años, en sociedad con Ana Teresa Fábregas, una
galería también en Caracas con la que estuvo presente en las más importantes
ferias internacionales. Tuvo que cerrarla a comienzos de este año. Mascando un
mixto de rabia y dolor explica que ya era imposible sostener un programa
internacional en un país donde el coleccionismo tiene miedo de comprar porque
no hay un marco legal que garantice su inversión.
A
pesar de todo no deja espacio al desaliento. Vehemente y convencido habla de la
responsabilidad hacia Venezuela que deben sentir los venezolanos que han tenido
éxito en el exterior. “Todo lo que somos se lo debemos a la preparación y las
oportunidades que nos abrió Venezuela. Es una gran responsabilidad que no
podemos eludir. Debemos ayudar a nuestro país a retomar los conceptos básicos
de dignidad y respeto. Hay que castigar severamente, cuanto menos a nivel
social, a los que se han aprovechado de sus riquezas y han contribuido con su
destrucción. Hay que devolverle el país a todos los venezolanos que quieren paz
y sueñan con un futuro mejor, a la gente sana que se siente sola y sin rumbo, a
los verdaderos venezolanos.”
Nos
emociona profundamente el río de sentimientos que emanan de Henrique, de todo
su ser. Su fuerza y determinación nos hacen pensar en la fieldad de un samurái
dispuesto a no rendirse.
—¿Qué
exposición harías para hablar de la Venezuela actual?
Una
sonrisa traviesa ilumina su rostro.
—Estoy
trabajando en una exposición que quiero presentar durante un importante evento
internacional. Los artistas hablarán de lo que está pasando en Venezuela, sus
obras obligarán a ver, a saber, a sentir. –Una pausa– Deberán mirar también los
que preferirían seguir volteando su cara hacia otro lado. Venezuela, como el
aplauso, va siempre por dentro...