Columna: Marlani Sánchez. @marlanisanchez
Pensé.
Me dio tiempo de eso. Pensé tantas cosas. Pensé que me matarían, pensé en este
nuevo dolor de cabeza que le daría a mi madre, tantos les he causado ya,
diooss, desde chiquita, y aún, pero este hubiera sido el más rudo, uff, sin
dudas hubiera superado a aquel otro, lo bueno es que con este se hubiera
olvidado de absolutamente todos los anteriores, y quizás hasta me los hubiera
perdonado, además, definitivamente sería el último, porque eso de aparecerme en
las noches halando pies, no, eso sí que no va conmigo.
Exacto.
Fui víctima de ellos. Nunca antes. Mi convicción de ser una superhéroe pudo ser
neutralizada. Y yo, bueno, como siempre, destacándome de sobremanera en mis
primeras veces ¡Pero qué clase de estreno! Y ya ven, puedo escribirlo. En la
columna que viene sí les hablo de lo bonito de la Navidad…
“Estrés
post-traumático”, diagnosticaron mi doctora, y el psiquiatra.
El
anillo de graduación me lo dejaron, ya saben que uno nunca, nunca, deja de ser
lo que es, ni es un cajón de pino (eso lo vi en una película, no sé ni cómo ni
con qué los hacen ahora, en realidad, ¿Importa?), el caso es que igualito sería
la periodista esta, la buena gente, la de los brazotes, la loca por el deporte,
ah, la de los abdominales marcados también, esos tampoco se los llevaron, es
más, la vaina, ay perdón, el “estrés post-traumático” me ha dado por aumentar
las series y repeticiones.
Pensé.
Me dio tiempo de eso. Pensé tantas cosas. Pensé: ¡Carajo pero si ni siquiera me
he comido la primera hallaca!
Sin
presunción, o con ella, afirmo que fui muy bien criada por un palo de mujer;
Diosa Molina, su nombre. Entonces, siempre fui amable con ellos, y ellos
conmigo también, siempre he predicado y practicado que amor con amor se
paga…¡Bendito sea Dios! ¡Ay no! ¡El Síndrome de Estocolmo!
¿Que
qué se llevaron? A ver…una vez íbamos (siempre estoy en plural) a comprar en la
panadería, entre otras cosas, jamón. Yo me quedé en el carro, y se devolvieron
para preguntarme: -¿De cuál jamón quieres? La respuesta fue:-Del fino.
Pensé.
Me dio tiempo de eso. Pensé tantas cosas. Pensé que mi último tuit, mi última
foto de Instagram, mi último perfil de Whatsapp y de Pin se harían famosos,
todos los utilizarían, todos los tendrían en sus perfiles, serían mis últimos
cinco minutos de fama, modestia aparte casi toda la vida la he pasado entre
cinco minutos de fama: …“Y bonita la muchacha”… “es que la caraja se la pasaba
en una sola hacedera de ejercicios todo el tiempo”… “sí, yo la vi entrenando…la
tipa se reventaba”… “siii tenía todos los chocolaticos marcados”… “no bebía”…
“no salía”… “no bailaba pegao”… “lavaba pero no prestaba la batea”… “una
sonrisa encantadora”… “un cabello hermoso”…“dicen que cocinaba bien sabroso”…
“escribía y hablaba como cocinaba”… “buena gente vale”… “y de cuando en cuando
se lanzaba “El Cigarrillo” en Mi Menor y hasta la aplaudían”… “epa…¿Y ese
mujerero llorándola?”.
Egocéntrica
como soy, sonrío al saber que en la que iba a ser mi última foto estoy con
excelente forma, ahora, mi último tuit…oye…“hablando con el café…que el café y
ella habían soñado lo mismo el mismo día, que con carato de maíz, bueno, está
bien la caraja estaba un poco loca ¡Pero eso no le quita lo buena gente que
era!”.
Y
es que pueden llevarse mi reloj, pero no me han quitado el tiempo, pueden
llevarse mi teléfono pero no mi capacidad de comunicación, se han llevado la
tecnología pero mis ideas están intactas, pueden llevarse mis contactos pero
nunca a mis amigos, pueden llevarse mis fotos pero la fotografía sigue siendo
mía, pueden llevarse mis escritos pero nunca mi palabra, siempre he sabido
soltarme de mis amarras...y peores mordazas que esa he tenido que enfrentar en
la vida, hace falta mucho más que sometimiento para que te arrebaten las ganas,
me quitaron esos documentos de Word, pero me he reencontrado con el encanto del
lápiz y el papel, he vuelto a ver mi letra de médico zurdo, he vuelto a tachar
en lugar de “suprimir”, ahora mismo acabo de sorprenderme transcribiendo.
No,
todavía no.
Creo
en el símbolo ese, ese, en el que en lo negro hay un puntico blanco, y
viceversa, tengo ahora más claros los punticos negros que tengo cerca, debo
decir tenía, a partir de este momento son pasado, pero especialmente tengo
claro cuáles son los punticos blancos que están: Gracias Carelys Urbano,
gracias Yexika Delgado, gracias Daniela Martínez, gracias Jhoan Cueva, gracias
Alberto Espinoza, gracias café, ¡Gracias punticos blancos de mi vida!
Ya
vengo, voy a comer hallaca y a tomar carato…
PD:
Gracias editor, con nombre y apellido; Jero Vásquez (sabes que no voy a echarte
esa vaina de decir tu nombre, menos el segundo) por ofrecerme este catártico
espacio. En la foto: La magia del lápiz y el papel con tachones incluidos, mi
Mont Blanc y mi Iphone 6 dorado, nótese mis manos sin accesorios, ignoren el
enchufe del fondo, y que bueno que en blanco y negro no verán mis canas. ¿Les
dije que en la columna que viene sí les hablo de lo bonito de la Navidad,
verdad?