El líder
opositor Leopoldo López pidió a la comunidad internacional que apoye al pueblo
venezolano ante los “abusos” del Gobierno del presidente Nicolás Maduro, en una
carta escrita desde la cárcel que publica hoy el periódico The New York Times.
Prensa. Patilla.com
“Necesitamos
que la comunidad internacional pugne por nuestros derechos democráticos ante
los abusos del Gobierno, condenando la represión y promoviendo la solidaridad
en los asuntos de derechos humanos en la región”, dijo López desde la prisión
de Ramo Verde, coincidiendo con la visita de Maduro a la sede de Naciones
Unidas en Nueva York con motivo del 70 periodo de sesiones del organismo.
El
dirigente opositor, que aseguró que “incluso desde la cárcel seguirá luchando
por una Venezuela libre”, pidió presionar a Maduro para que permita una
supervisión internacional en las elecciones parlamentarias de diciembre para
que sean “limpias” y “libres”.
“La
independencia e imparcialidad de los observadores de la Organización de Estados
Americanos y de la Unión Europea se necesita ahora más que nunca para asegurar
que nuestra oportunidad de cambio no está comprometida”, subrayó en la misma
misiva.
López
advirtió también que para que la alianza opositora Mesa de la Unidad
Democrática pueda ganar los comicios de diciembre hará falta el apoyo y la
unidad de “todos los miembros de la sociedad que quieran un cambio”.
“Para
que Venezuela se mueva hacia adelante necesitamos antes que nada cambiar el
sistema con la remoción democrática del partido que nos gobierna”, dijo López,
quien pidió apoyo y unidad “frente a un gobierno que quiere aplastar nuestras
aspiraciones”.
El
opositor insistió en su carta en que una elección “no puede ser libre ni justa”
cuando los que piensan diferente “no pueden postularse o están tras las rejas”
y pidió al Gobierno que deje de descalificar y ponga en libertad a los 76
prisioneros políticos.
Finalmente,
denunció que el pasado 10 de septiembre fue condenado con “argumentos absurdos”
por una jueza a la que llamó una “simple marioneta” del Gobierno e insistió en
que nunca se ha arrepentido de haberse entregado en 2014 porque su causa es
“justa”.
El
líder opositor fue condenado a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión
por los delitos de instigación pública, asociación para delinquir, daños a la
propiedad e incendio atribuidos al dirigente por los hechos violentos al final
de una marcha convocada, entre otros por él, el 12 de febrero de 2014, reseñó
Efe.
Artículo
completo:
PRISIÓN
DE RAMO VERDE, VENEZUELA – El 12 de febrero de 2014, la elite inepta y
represiva que gobierna Venezuela ordenó mi arresto por conspiración, incendio,
incitación a la violencia, daño a la propiedad pública y otros crímenes. Más
tarde, esa misma semana, después de dos sorpresivas visitas del presidente de
la Asamblea Nacional a la casa de mi familia, me sugirieron que buscara refugio
en una embajada extranjera.
En
cambio, decidí entregarme el 18 de febrero de 2014, para afrontar el juicio que
el régimen había planeado. Tomé esa decisión plenamente consciente de los
riesgos que enfrentaba y de las posibles consecuencias de un proceso motivado
políticamente, con un Poder Judicial comprometido. Por eso, cuando el 10 de
septiembre de 2015 la jueza Susana Barreiros -una simple marioneta de esos
gobernantes que buscan defender sus riquezas y privilegios- me sentenció a más
de 13 años de prisión, no tenía ningún arrepentimiento por la decisión que
había tomado. Fui condenado con el absurdo argumento de que usé “mensajes
subliminales” en mis discursos sobre la no violencia para inspirar violencia
durante las protestas de febrero de 2014.
Ahora
estoy en confinamiento solitario en una celda de 7 x 10 pies (2 x 3 metros) que
no tiene más de una cama, un inodoro y una pequeña repisa para mi escaso cambio
de ropa. No tengo permitido escribir, y el único libre que me dejan tener es la
Biblia. Ni siquiera tengo una lámpara o una vela cuando oscurece. Si bien todo
esto ha sido muy duro para mi familia, ellos entienden que las grandes causas
requieren grandes sacrificios.
Estoy
convencido de que nuestra causa es justa: la liberación del pueblo de las
dolorosas consecuencias de un sistema de gobierno que ha fracasado económica,
social y políticamente. Nuestra economía es la de peor rendimiento en la región:
el PIB caerá un 7% en 2015 según las previsiones, y sufrimos la inflación más
alta de mundo. Esta inflación nos ha llevado una devastadora escasez de bienes
esenciales y ha destruido la producción doméstica, incluida la industria
petrolera. La desesperación creada por estas condiciones, en conjunto con las
difundidas fallas de las fuerzas del orden, ha hecho de nosotros uno de los
países más violentos del mundo, con cerca de 25 mil asesinatos en 2014
solamente.
Lo
que es peor, hemos perdido nuestra democracia. El Gobierno persigue a quienes
piensan diferente y usa la represión para mantenerse en el poder. El juicio en
mi contra fue pensado para enviar el mensaje a todos los venezolanos que pelean
por un país mejor de que, a menos que desistan y cedan ante el régimen, serán
los próximos. Nuestro Gobierno quiere aplastar nuestras aspiraciones y hacernos
creer que esta lucha no tiene esperanzas. Quiere que nos rindamos. Pero no
podemos darnos el lujo de rendirnos, porque el que se cansa pierde.
Estamos
trabajando para una Venezuela en la que los derechos sean garantizados para
todos, incluso el derecho a vivir dignamente. Queremos cambios regulares en el
poder a través de elecciones limpias y libres, para que los venezolanos puedan
coexistir pacíficamente sin importar su ideología.
En
la economía, queremos un modelo que permita a todos beneficiarse del
crecimiento -especialmente aquellos que tienen menos. Queremos promover las
industrias locales y alentar la inversión privada para incrementar la
producción y generar empleo. Queremos incrementar la producción de petróleo y
usar los ingresos para diversificar nuestra economía, en lugar de usarlos para
comprar votos. Y queremos proveer la educación de calidad necesaria para que
todos los venezolanos prosperen.
Nuestros
planes son ambiciosos, pero tienen el apoyo de millones. Para que Venezuela se
mueva hacia adelante necesitamos antes que nada cambiar el sistema removiendo
democráticamente al partido que nos gobierna. Las elecciones parlamentarias del
6 de diciembre presentan una oportunidad. Pero para triunfar en los comicios
tenemos que unirnos. Una alianza opositora, la Mesa de la Unidad Democrática,
ya se ha formado, pero necesitamos expandirla a todos los miembros de la
sociedad que quieran un cambio
No
podemos hacer esto solos. Les agradezco sinceramente a todos aquellos alrededor
del mundo que nos han defendido. Ese apoyo nos da fe, pero esos esfuerzos no
pueden terminarse hoy. Necesitamos que la comunidad internacional pugne por
nuestros derechos democráticos ante los abusos del Gobierno de Venezuela,
condenando la represión y promoviendo la solidaridad en los asuntos de derechos
humanos en la región. Necesitamos que las Naciones Unidas incorporen estos
temas en la agenda del Consejo de Derechos Humanos. Y necesitamos que la
Organización de Estados Americanos invoque su carta democrática para discutir
nuestra situación urgente.
Hay
que ejercer presión sobre el Gobierno para que permita que haya observadores de
la OEA y de la Unión Europea en las elecciones de diciembre, algo que no ocurre
desde 2006. Su independencia e imparcialidad se necesita ahora más que nunca
para asegurar que nuestra oportunidad de cambio no está comprometida.
Finalmente,
el Gobierno de Venezuela tiene que terminar con la infundada descalificación de
los líderes opositores para las próximas elecciones. Los diez a los que les
prohibió postularse, incluidos los diez ex gobernadores Manuel Rosales y Pablo
Pérez, los líderes opositores María Corina Machado y Carlos Vecchio, y yo
mismo. El régimen debería liberar a los 76 prisioneros políticos, incluidos los
que están bajo arresto domiciliario, como el alcalde de Caracas, Antonio
Ledezma, y el ilegalmente destituido alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos.
Una elección no puede ser libre ni justa cuando a aquellos que piensan
diferente no se les permite postularse o están tras las rejas.