Prensa.
Infodiocesis.-San Fernando.
Este 27 de Abril, a través de una rueda
de prensa en la sede la Conferencia Episcopal Venezolana, la presidencia del
Episcopado Venezolano dio a conocer un comunicado en el que manifiesta la
posición de la Iglesia católica “ante la gravísima situación del país”, informó
la Oficina de Prensa de la Diócesis de San Fernando de Apure.
Invitando a los venezolanos a “vivir los
conflictos en modo evangélico, volviéndolos ocasión de crecimiento y
reconciliación”, los obispos denunciaron como contraria a la voluntad de Dios y
como elementos que agudizan el conflicto, la violencia, la inseguridad, el
irrespeto a la vida haciendo referencia a los linchamientos acaecidos
recientemente en algunas partes del país, y el llamado “Bachaqueo”, al que
consideran un “crimen y un pecado mortal” por tratarse de un aprovechamiento de
la necesidad ajena.
Así mismo, hzo un llamado al Ejecutivo
Nacional y a la Asamblea Nacional a “respetarse y actuar según su respectiva
autonomía, reconociendo el papel que a cada uno le corresponde, están llamados
a dar al pueblo ejemplo de encuentro y diálogo en favor de la convivencia
nacional”. “Desconocer a la Asamblea Nacional es desconocer y pisotear la
voluntad de la mayoría del pueblo”, añade el comunicado.
Por último, los Obispos invitaron a
todos a “ver y sentir el paso del Señor en medio de nosotros para actuar como
Testigos del Resucitado y edificar en Venezuela el Reino de Dios”. Animaron a
participar como “sujetos activos” en la solución de los graves problemas que
les aquejan, y alertándoles a “no dejarse manipular por quienes le ofrezcan un
cambio de situación por medio de la violencia social, por quienes le exhortan a
la resignación ni por quienes le obligan con amenazas al silencio”
Este manifiesto lo hizo la presidencia
de la Conferencia Episcopal solidarizándose con la situación que afectan la paz
y la convicencia del Pueblo Venezolano, del cual ellos mismos son parte y
servidores.
Aquí el texto completo:
COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA ANTE LA GRAVISIMA SITUACION DEL PAIS
1. Mediante un discernimiento
espiritual, a la luz de la Palabra de Dios, los Obispos de Venezuela hemos
orado y reflexionado acerca de la situación actual de nuestro país. Hacemos
nuestras las angustias de nuestro pueblo del cual somos servidores. Nunca antes
habíamos sufrido los venezolanos la extrema carencia de bienes y productos
básicos para la alimentación y la salud, junto con otros males como el
recrudecimiento de la delincuencia asesina e inhumana, el racionamiento
inestable de la luz y el agua y la profunda corrupción en todos los niveles del
Gobierno y la sociedad. La ideologización y el pragmatismo manipulador agudizan
esta situación. Fruto del mencionado discernimiento son las ideas que ahora presentamos
a la consideración de todos los ciudadanos de Venezuela.
2. En más de una ocasión, Jesús el
Señor, manifestó su solidaridad con las personas sufrientes y que sentían
alguna necesidad. Incluso llegó a sentir compasión ante aquella multitud que le
había seguido para escuchar su mensaje. Fue cuando les pidió a sus discípulos
que le dieran de comer a todos. El mismo Señor manifestó su solidaridad con
ellos al multiplicar los panes y dar de comer a todos hasta la saciedad. Gesto
de amor y de misericordia. (cf. Mt 14,14). Este hecho relatado por los
evangelistas nos ilumina a todos nosotros miembros de la Iglesia para poder
atender a quienes en nuestro país están sufriendo por las graves carencias de
alimentos y medicinas, la violencia y la inseguridad. En este Año jubilar de la
Misericordia, los pastores de la Iglesia en Venezuela queremos manifestar
nuestra cercanía y acompañamiento a todos, y así motivar a los creyentes
discípulos de Jesús a que reafirmen con gestos concretos la solidaridad entre
todos como hermanos. A pesar de lo dramático de la situación, nuestro pueblo ha
vivido con gran dignidad e incluso con respuestas alternativas de solidaridad.
Estas nobles actitudes constituyen signos de esperanza. ¡El pueblo nos
evangeliza!. ¡Sentimos “el gusto de ser pueblo”! (Cf Francisco, La alegría del
Evangelio”).
3. Queremos alertar al pueblo! Que no se
deje manipular por quienes le ofrezcan un cambio de situación por medio de la
violencia social. Pero tampoco por quienes le exhortan a la resignación ni por
quienes le obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las
tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza, como si
nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación y la
desesperanza son graves peligros para la democracia. Nunca debemos ser
ciudadanos pasivos y conformistas, sino sujetos conscientes de nuestra propia y
calamitosa realidad; sujetos pacíficos, pero activos y, en consecuencia, actuar
como protagonistas de las transformaciones de nuestra historia y nuestra
cultura. ¡El Evangelio nos reclama eficacia!
Hacemos un llamado a todos los poderes
públicos, en los diversos ámbitos de sus respectivas competencias, a que
escuchen con respeto la voz del pueblo, las diversas expresiones de sus múltiples
necesidades y sus justos reclamos.
4. También queremos hacer un llamado de
atención a todos los que se aprovechan de la situación de escasez y carestía
por la que atravesamos los venezolanos: a los que se dedican a especular con
los precios, asaltando a los ciudadanos con la práctica del llamado
“bachaqueo”, como a quienes, abusando de su autoridad, exigen pagos que no les
corresponden. Tal proceder es moralmente inaceptable y hace evidente la falta
de valores éticos en sus vidas. Aprovecharse de la necesidad ajena para
lucrarse es un crimen y un pecado mortal a los ojos de Dios, del cual tendrán
que dar cuenta en algún momento.
5. Tanto los líderes del oficialismo
como los de la oposición deben expresar su seria preocupación por todo el
pueblo, sin dejarse llevar por intereses partidistas y particulares. Es hora de
demostrar que se está en una actitud de defensa del bien común y de los
verdaderos intereses de cada uno de los ciudadanos de Venezuela.
6. El momento actual conlleva algunas
exigencias que hemos de asumir todos a favor del bien común. Los dirigentes
políticos, sociales, empresariales, gremiales y religiosos estamos llamados a
dar testimonio tangible de responsabilidad y de compromiso de amor a nuestra
patria.
7. El Gobierno debe favorecer todas las
formas de ayuda a los ciudadanos. Es apremiante la autorización a instituciones
privadas del país, como Cáritas y otros programas de diferentes confesiones
religiosas, que no nos metemos en la diatriba política, sino que servimos
directamente a los más necesitados, para que podamos traer alimentos, medicinas
y otros insumos necesarios, provenientes de ayudas nacionales e
internacionales, y organizar redes de distribución a fin de satisfacer las
urgentes necesidades de la gente.
8. Es indispensable y justo preservar la
sana convivencia. Las autoridades han de contribuir, con su discurso y sus
acciones, a crear un clima de tranquilidad y paz social. Condenemos, como nos
enseña Dios en el quinto mandamiento (Ex 20,13) toda forma de violencia, reñida
siempre con el respeto a la vida. Denunciemos y condenemos los horrorosos
“linchamientos”, perpetrados en algunas ciudades, signo de la deshumanización
en que han caído algunos ciudadanos. Todos los católicos tienen la tarea de
fortalecer la solidaridad entre los vecinos y en las comunidades. Este es su
primer y principal apostolado. Quienes estén integrados en los Consejos
Comunales, tienen un instrumento útil para este propósito. Escuchemos al Papa
Francisco: “vivan los conflictos en modo evangélico, volviéndolos ocasión de
crecimiento y reconciliación”.
9. El respeto a la institucionalidad es
un compromiso y una obligación moral irrenunciable. Los Poderes Públicos deben
respetarse entre sí y articularse a favor de la nación. Lo contrario, el irrespeto
y la permanente confrontación entre ellos, va en detrimento de la posibilidad
real de solucionar los problemas que nos afectan a todos. Concretamente, el
Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de respetarse y actuar según su
respectiva autonomía, reconociendo el papel que a cada uno le corresponde,
están llamados a dar al pueblo ejemplo de “encuentro y diálogo” en favor de la
convivencia nacional. En esta misma línea, deben buscar, de manera conjunta,
soluciones, que el pueblo reclama, a problemas de vital importancia: la
recuperación económica general del país, el desabastecimiento de alimentos y
medicinas, la falta de electricidad y calidad de los servicios públicos, la
violencia y la inseguridad, la seguridad social de los adultos mayores, el problema
de los llamados presos políticos. La Ley de amnistía es un clamor nacional e
internacional y una contribución a la distensión social. Desconocer a la
Asamblea Nacional es desconocer y pisotear la voluntad de la mayoría del
pueblo.
10. Todas las instancias de servicio de
la Iglesia, diócesis, parroquias, institutos religiosos, asociaciones y grupos
de apostolado, institutos educativos católicos, centros de reflexión, deben
iluminar, con la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, la situación
concreta de cada región. Desde esta perspectiva, es imperativo seguir
ofreciendo la acción decidida de la Caritas Nacional, diocesana y parroquial y
las diversas acciones de la Pastoral Social. Es necesario “primerear” la
caridad. Esta ha sido la lección imperecedera de la historia de la Iglesia.
Todas nuestras comunidades eclesiales deben abrir un espacio, de modo que se
conviertan en “casas de encuentro y diálogo” para quienes sincera y
desinteresadamente buscan construir la paz. Todo esto lo sustentamos en la
Palabra de Dios, la eucaristía, la oración y la caridad evangélicas.
11. En medio de las dificultades del
presente y las sombras que oscurecen el porvenir, estamos invitados a ver y
sentir el “paso” del Señor en medio de nosotros. Descubrirlo nos ayudará a
actuar como “Testigos” del Resucitado y edificar en Venezuela el Reino de Dios,
de justicia, amor y paz, sabiendo que “si el Señor no construye la casa en vano
se cansan los albañiles” (Salmo 126) Para ello contamos con la intercesión de María
de Coromoto, quien es Madre que nos acompaña y consuela y “estrella de la
evangelización”.
Con nuestra afectuosa bendición
episcopal.
Caracas, 27 de Abril de 2016.