Crónica.
ALJER. Alto Apure.
EL
PEQUEÑO GRAN HOMBRE
Protagonista:
Hugo Estrada Ripari
Breve
introito.-
Tomando prestado el título de la famosa
película protagonizada en 1970 por Dustin Hoffman, basada en la novela de
Thomas Berger; y ahorrando las distancias entre lo ficticio y lo existente, se
presenta la siguiente narrativa totalmente real, protagonizada por Hugo Estrada
Ripari, hijo de José Natalio Estrada (El Séneca). Los escenarios mágicos y
naturales del Hato La Trinidad de Arauca, fueron testigos silentes en el
alumbramiento de la década de los años 50s del siglo pasado, de la odiseica
metempsícosis de un impúber a hombre del llano, enfrentando tal cual Ulises a
Polifemo hijo de Poseidón en Tracia, o tal cual David, venciendo con sus debilidades
y amparo divino al gigante Goliat en el sagrado valle de Ela, tierra de los
patriarcas.
De la propia mano de Hugo Estrada Ripari
es el relato de aquellos hechos acaecidos en la Tierra del Viento: Elorza.
(ALJER)
“…A principios de los años cincuenta, se
apareció un cuatrero que tenía tierras en el alto Apure y suficiente ganado
como para no ser un cuatrero descarado. El fulano en cuestión, era famoso y se
daba el lujo de mandar aviso a tal o cual finca, de que tal día iría a recoger
un ganado en la sabana. Se supo que lo había hecho en el hato Menoreño de
nuestros vecinos y de allí se había llevado unas cuarenta reses…
…Días más tarde, nos avisaron que había
mandado recado de que iban a buscar un ganado en los pajales que quedan entre
Agua Verde y los médanos del Trompillo en el hato la Trinidad de Arauca. José
Natalio, mi papá, no estaba en el hato, y yo, me propuse pararlo, no le dije a
nadie y me monté en un árbol que había en esa zona… Me llevé el Winchester
30-30 modelo fabricado en 1895, y que pertenecía a mi abuelo José Natalio
Estrada Utrera. Me llevé unas 30 balas del Winchester, una anciana carabina de
cinco tiros con unos 50 tiros, más mi revolver Colt 38 cañón ¾… con suficientes
balas…las tres armas garantizaban una buena parada, si los bandidos no eran muy
valientes…Pasé un día esperando y nunca llegaron. Me sentí feliz, tal vez nunca
aparecería… Al día siguiente, salí con la misma alegría del día anterior,
pensando que hoy tampoco aparecerían. Pero apenas me había encaramado en el árbol,
un golpe de brisa trajo el ruido de gente, charnelas y caballos a menos de un
kilómetro...Estaba llegando la hora de la verdad. Estarían como a menos de
cuatrocientos metros, el corazón latía más rápido y más sonoro, el frío comenzó
en los pies, pero me convencí de que debía permanecer tranquilo, pues estaba
bien armado…
…Comencé a disparar, utilizando las tres
armas alternativamente para dar la impresión de que había más gente. Con la
carabina 50, que era un arma pequeña para su calibre, tenía que apuntar para
arriba para que la misma alcanzara la zona donde estaban ellos. Sonaba con poca
fuerza. Gasté un cargador completo de cinco tiros con dos tiros sin reventar.
Me parecía que me oían cuando sacaba la bala muerta e introducía nueva munición
para sustituir la que no había reventado. Nunca llegué a ver dónde reventaban
los plomos, a lo mejor, por lo viejos más cerca de mí que de ellos. Este
armamento debió ser un recuerdo de las revoluciones gomeras, poco efectivo en
esta época y en mi problemática situación. Comencé a disparar con el 38, el
cual podía tener menor alcance, pero mayor sonido e impacto, supongo que alguna
bala se sentiría cerca ya que unos frenaron sus bestias. Luego continué con el
30-30 que llegaba tarde, pero llegaba donde era con todo su impacto, me aseguré
de apuntar más allá de donde estaban, disparé unos seis tiros, que parecían
cañonazos…hicieron varios disparos con armas cortas y escopetas, dieron vuelta
y se regresaron por donde venían sin haber sin haber logrado su propósito…”
…Meses después, me encontré al fulano en
el hotel Apure en San Fernando, ubicado para ese entonces donde hoy se
encuentra la fuente de los caimanes…y me preguntó “Tú no eres el hijo del poeta
José Natalio?, yo soy fulano de tal, muy amigo de don José, siempre nos
echábamos palos”…entonces me brindó un whisky que compartimos sin mayor
conversación a no ser por el precio del ganado y los vuelos de carne a Caracas…
…La verdad, no sé si sabía lo que había
sucedido entre nosotros. En realidad lo dudo, pues esta había sido una hazaña
que decidí realizar por mi cuenta y jamás había comentado con nadie lo que iba
a hacer…”
Hugo Estrada Ripari
ALJER.