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sábado, 10 de diciembre de 2016

CRÓNICA: El Pequeño Gran Hombre; Protagonista: Hugo Estrada Ripari por ALJER. Alto Apure.

Crónica. ALJER. Alto Apure.
EL PEQUEÑO GRAN HOMBRE
Protagonista: Hugo Estrada Ripari
Breve introito.-
Tomando prestado el título de la famosa película protagonizada en 1970 por Dustin Hoffman, basada en la novela de Thomas Berger; y ahorrando las distancias entre lo ficticio y lo existente, se presenta la siguiente narrativa totalmente real, protagonizada por Hugo Estrada Ripari, hijo de José Natalio Estrada (El Séneca). Los escenarios mágicos y naturales del Hato La Trinidad de Arauca, fueron testigos silentes en el alumbramiento de la década de los años 50s del siglo pasado, de la odiseica metempsícosis de un impúber a hombre del llano, enfrentando tal cual Ulises a Polifemo hijo de Poseidón en Tracia, o tal cual David, venciendo con sus debilidades y amparo divino al gigante Goliat en el sagrado valle de Ela, tierra de los patriarcas.

De la propia mano de Hugo Estrada Ripari es el relato de aquellos hechos acaecidos en la Tierra del Viento: Elorza. (ALJER)
“…A principios de los años cincuenta, se apareció un cuatrero que tenía tierras en el alto Apure y suficiente ganado como para no ser un cuatrero descarado. El fulano en cuestión, era famoso y se daba el lujo de mandar aviso a tal o cual finca, de que tal día iría a recoger un ganado en la sabana. Se supo que lo había hecho en el hato Menoreño de nuestros vecinos y de allí se había llevado unas cuarenta reses…

…Días más tarde, nos avisaron que había mandado recado de que iban a buscar un ganado en los pajales que quedan entre Agua Verde y los médanos del Trompillo en el hato la Trinidad de Arauca. José Natalio, mi papá, no estaba en el hato, y yo, me propuse pararlo, no le dije a nadie y me monté en un árbol que había en esa zona… Me llevé el Winchester 30-30 modelo fabricado en 1895, y que pertenecía a mi abuelo José Natalio Estrada Utrera. Me llevé unas 30 balas del Winchester, una anciana carabina de cinco tiros con unos 50 tiros, más mi revolver Colt 38 cañón ¾… con suficientes balas…las tres armas garantizaban una buena parada, si los bandidos no eran muy valientes…Pasé un día esperando y nunca llegaron. Me sentí feliz, tal vez nunca aparecería… Al día siguiente, salí con la misma alegría del día anterior, pensando que hoy tampoco aparecerían. Pero apenas me había encaramado en el árbol, un golpe de brisa trajo el ruido de gente, charnelas y caballos a menos de un kilómetro...Estaba llegando la hora de la verdad. Estarían como a menos de cuatrocientos metros, el corazón latía más rápido y más sonoro, el frío comenzó en los pies, pero me convencí de que debía permanecer tranquilo, pues estaba bien armado…

…Comencé a disparar, utilizando las tres armas alternativamente para dar la impresión de que había más gente. Con la carabina 50, que era un arma pequeña para su calibre, tenía que apuntar para arriba para que la misma alcanzara la zona donde estaban ellos. Sonaba con poca fuerza. Gasté un cargador completo de cinco tiros con dos tiros sin reventar. Me parecía que me oían cuando sacaba la bala muerta e introducía nueva munición para sustituir la que no había reventado. Nunca llegué a ver dónde reventaban los plomos, a lo mejor, por lo viejos más cerca de mí que de ellos. Este armamento debió ser un recuerdo de las revoluciones gomeras, poco efectivo en esta época y en mi problemática situación. Comencé a disparar con el 38, el cual podía tener menor alcance, pero mayor sonido e impacto, supongo que alguna bala se sentiría cerca ya que unos frenaron sus bestias. Luego continué con el 30-30 que llegaba tarde, pero llegaba donde era con todo su impacto, me aseguré de apuntar más allá de donde estaban, disparé unos seis tiros, que parecían cañonazos…hicieron varios disparos con armas cortas y escopetas, dieron vuelta y se regresaron por donde venían sin haber sin haber logrado su propósito…”

…Meses después, me encontré al fulano en el hotel Apure en San Fernando, ubicado para ese entonces donde hoy se encuentra la fuente de los caimanes…y me preguntó “Tú no eres el hijo del poeta José Natalio?, yo soy fulano de tal, muy amigo de don José, siempre nos echábamos palos”…entonces me brindó un whisky que compartimos sin mayor conversación a no ser por el precio del ganado y los vuelos de carne a Caracas…

…La verdad, no sé si sabía lo que había sucedido entre nosotros. En realidad lo dudo, pues esta había sido una hazaña que decidí realizar por mi cuenta y jamás había comentado con nadie lo que iba a hacer…”


Hugo Estrada Ripari
ALJER.

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