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lunes, 23 de enero de 2017

CRÓNICA: Los Italianos en Periquera población de Guasdualito por ALJER. Alto Apure.

Crónica. ALJER. Alto Apure.
En cuanto a la oleada de inmigrantes advenida a la capital del municipio Páez (Guasdualito) durante las dos primeras décadas del siglo pasado (XX), diversas fuentes tanto bibliográficas como orales coinciden en señalar que, entre los predecesores patriarcales que arrancaron sus raíces y cruzaron el océano, para posteriormente adentrarse y aventurarse en el Alto Apure en busca de mejores oportunidades fueron: los Grieco (José Antonio, Giussepe y Nicola), Labanchi (Cayetano padre de Genaro), los Fulco (Giussepe, Francesco y Pedro), los Guarino (Francesco y Vicenzo), los Migliola (Giovani y Andrea), los Maiorana (Ruggerio), D´Stella (Vittore transliterado Víctor Donato), los Laporta (Juan y Francesco), los Panza (Pascuale y Matteo); otras genealogías mediterráneas que se mezclaron con la raza criolla fueron los Lamoglia, Portela, Lomónaco, Caroprese, Baggio, Ballesteros y Collazo.

El mayor porcentaje de estos italianos emprendedores se concentró en actividades comerciales, agrícolas y de servicios terciarios, consolidando sus empresas y propiedades agrícolas en la mitad del siglo XX, alcanzando gran auge en la incipiente economía local. Con el paso de los años, debido a las precariedades rurales muchas de estas familias se vieron en la obligación de desplazarse hacia los centros urbanos más cercanos (San Cristóbal, Barinas) o cruzar la frontera para establecerse en la otrora intendencia y hoy Departamento de Arauca (Colombia).

Don Genaro Labanchi (El Último Italiano de Periquera) ya desaparecido, hijo de don Cayetano y doña Carmela Panza, originarios de Potenza (Italia), fue testigo junto a sus padres del ocaso del pueblo viejo y el nacimiento del pueblo nuevo. A sus 90 y tantos años su mente aún era lucida, resultando referencia obligada para historiadores y escritores, cuya inquietud los llevo a indagar de primera fuente sobre el proceso migratorio en el Guasdualito de principios del siglo XX. A continuación se presenta parte de su testimonio escrito:

"El primer italiano que llegó aquí fue Don José Antonio Grieco, en 1874, seguido en 1876 por mi tío Francisco Fulco, el musiú de la chiva, que era casado con una tía hermana de mi abuelita por parte materna. Después vino el hermano de él y luego mi abuelo, Mateo Panzza, y ahí siguieron llegando los otros paulatinamente, pero todos eran familiares. Ese grupo de hombres que con trabajo y mucho esfuerzo levantaron Pueblo Nuevo, o Periquera, como entonces se le conocía, quisieron rendir tributo a la patria abandonada y crearon el Círculo Italiano Giuseppe Garibaldi, que mantuvo intactos los vínculos con la tierra madre. Ahí se jugaban cartas, se revivían tradiciones y se compartían noticias de Italia. Allí se vivió la guerra, se celebraron victorias y se lloraron derrotas. Como sede se eligió la casa de mi tía Eugenia Panzza de Fulco.

De grata reminiscencia para donde Genaro, era el padre Francisco Antonio Contreras, de él, referiría lo siguiente:

Fue promotor y primer patriarca de los progresos de aquí de Periquera. Yo fui su discípulo, él me enseñó a contestarle la misa en latín, todavía me acuerdo, y yo estuve de sacristán con él, en la iglesia del Carmen". Fue él quien empezó las obras de reconstrucción de la iglesia. "En 1917 recubrió con cemento las torres que allí había de madera, con ladrillos traídos por el general Matute." Años después, sería en el templo donde los sorprendería la revolución de 1921, con Pedro Pérez Delgado a la cabeza. "Maisanta llegó un sábado y el domingo, cuando estaban todos en misa, llegó la voz de que la revolución había entrado y que Pedro Pérez Delgado estaba matando guates allá en La Manga, que es más o menos la actual avenida Táchira. Ahí, guate que pasaba le caían a machetazos y sucedió una pelea que duró dos días y una noche.

Y el padre Contreras, como no se podía aguantar la hediondez de los cuerpos deshacidos salió con una bandera blanca para pedir una tregua de armisticio humanitario para enterrar algunos muertos. Como la revolución era victoriosa lo dejaron darles sepultura en la Placita Páez, junto con otros 40 que habían enterrado allí en 1914, cuando la revolución de Valentín Pérez", relata. Al mítico Maisanta lo dibuja como un hombre del llano que usaba jipi japa. "Él llevaba una pajisa de esas de color, la puso en el suelo y debajo escondió el revólver. Ése era Pedro Pérez, Maisanta". Aunque con menos detalle, también recuerda al profeta, de quien revela el nombre, hasta ahora desconocido. "Laureano Ojeda, se llamaba. Su hablado no era de aquí de Venezuela. Cuando llegó nadie le hacía caso, fue luego, cuando se fue, cuando se descubrió la cosa. Era un hombre de nariz aguileña y perfilada, con la vista fija, como un gavilán".

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