Crónica. ALJER.
Ciudad
de arraigada fe católica es Guasdualito (Periquera), capital del municipio Páez
del estado Apure. Puede afirmarse; que, el origen de este acicate
sacristíco-litúrgico, sin duda alguna se debe al influjo hispano en sus
demonimias culturales y religiosas. Iniciada la refundación del poblado en 1771
por don José Ignacio del Pumar (Marqués del Pumar y Vizconde de las Riberas de
Boconó), las prioridades encomendadas por la corona española al precursor
barines, y llevadas a cabo con gran asiduidad y determinación, eran la
pacificación y evangelización de los habitantes de los nuevos e inhóspitos
territorios; lo que implicaba la conversión al cristianismo, la educación y la
profesión de la fe del Santo del monte Carmelo. Don José Ignacio a lo largo de
su fructuosa vida sería un fiel devoto mariano, de allí se supone, el porqué de
sus cincos descendientes con su prima consanguínea doña Micaela del Callejo
Pumar, cuatro serian bautizados con el nombre de María.
Referente
a la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, ubicada en la calle principal del Barrio
Los Corrales, sus orígenes se remontan a la cuarta década del siglo pasado
(XX). El prolífico profesor Exer Fulco, en su obra Cuartel Viejo de Guadualito,
reseña lo siguiente: “Esta capilla fue construida en la década de los años 40,
por iniciativa del sacerdote Fray Juan de Jesús Rojas (…) su estructura era de
techo de zinc y paredes de bahareques, poseía una torre de madera bastante alta
y espaciosa. (Fulco, E. 2013:63)
Es
de suponer que esta iniciativa tendría gran acogida en los devotos cristianos
del naciente barrio, quienes verían en ella el Domus Dei, Porta Caeli. Con su
originaria infraestructura se mantendría en los años 50s, con remodelaciones
menores en las subsiguientes décadas. A finales de los abriles 60s, prosapias
del sector como los Ramírez, Cespedes y Galipolis, acordarían ampliar el
terreno, donando cada una de ellas lo necesario para una mejor escolanía. Seria
en 1970 cuando se inaugura bajo la bendición del presbítero José María
Rodríguez, la iglesia Nuestra Señora del Pilar. Este sería un acto
transcendental en el aún apacible y bucólico Guasdualito, que daba paso a los
primeros vestigios de progreso y desarrollo.
Don
Francisco Miguel Padilla y su señora esposa Carmen Hurtado de Padilla, en la
apoteosis de su connubio dorado, en agradecimiento al pueblo que los albergó
costearían sin miramientos, ni mezquindades el costo total de la obra, en la
que su hijo Manuel Padilla, (guasdualiteño) experto ingeniero estuvo a cargo de
la inspección y fiscalización de la representativa construcción evocativa a la
madre de Cristo. Hoy día, la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, es un orgullo
para Guasdualito y el municipio Páez, erigida firmemente en la dimensión tiempo
como punto de referencia espiritual; auspiciada y apoyada en el encargo
cristiano, mantenimiento y administración por La Legión de María. Algunos de
sus miembros actuales: Clara Ramírez, Chepa Padilla, Nilka Zurita, Rosa Moreno
y Luis Pinzón, velan con celo para que este importante santuario continúe
siendo punto de encuentro para las familias corraleñas y de otras partes de la
ciudad.
En
ese orden, es necesario es hacer mención a la meritoria y digna labor del
clérigo dominico Fray Juan de Jesús Rojas (predecesor de Fray Heraclio Aragón).
Su nombre de pila se desconoce (al menos para quien escribe estas líneas) es
deducción propia que, este fructífero dominico en respeto y admiración, haya
tomado prestado el nomine del franciscano y místico devoto español Fray Juan de
Jesús Hernández y Delgado (nacido en Tenerife el 20 de diciembre de 1615 y
fallecido el 6 de febrero de 1687, en San Cristóbal de La Laguna, Tenerife).
Para
la época (años 40s) en medio de las dificultades y óbices que representaba el
medio rural, y aún más en la parte suroccidental del estado Apure, Fray Juan de
Jesús Rojas tenia a cargo la ciclópea distensión de la zona comprendida entre
los ríos Arauca por el sur y Sarare y Apure por el norte. En su diario Fray de
Jesús registraría las vicisitudes que junto a otros dominicos padecería en la
labor evangelizadora en el Alto Apure. Se cita textualmente parte del mismo:
“Días
de viaje ininterrumpidos, unas veces en canoa, otras en bestias, a veces a pie,
son necesarios para recorrer esta dilatada pampa. Desde Elorza hasta la
Victoria se gastan, 12, 14 y más días en bongo. De la Victoria a Guasdualito
cuatro días por el Arauca y uno a caballo o bien cuatro por la sabana. De La
Trinidad a Elorza, de Elorza a Mantecal y a Palmarito las distancias vienen a
ser parecidas. Allí estamos los Padres Misioneros, dejando al paso una estela
de sana alegría y pacificación espiritual (sic).
Durante
la inundación de Guasdualito el 27 de mayo de1943, el rol tomado por Fray Juan
de Jesús Rojas, ante el desasosiego y desamparo de más de dos mil habitantes
afectados por la tragedia, sería mucho más que el de un sacerdote de
reprensión. Extendiendo sus posibilidades proporcionaría ayuda a todos aquellos
que acudían a la Casa Misional en busca de resguardo y alimentación por haber
perdido sus viviendas y enseres. Hombres, mujeres y niños, llegaban suplicantes
a las puertas de la morada religiosa en busca no solo de pan, sino de ropa,
medicinas y palabras de conforte. En su reláfica habitual manifestaba lo
alarmante de aquella tragedia natural:
En
la casa de la Misión se congregaba diariamente toda la muchedumbre desamparada.
Más que una casa religiosa aquello parecía un hospital, un orfelinato, un
comedor colectivo, un almacén de víveres y de ropa, y todo a la vez y al mismo
tiempo. Todos los días vestido de civil y completamente descalzo a fin de
navegar más fácil y rápidamente por las calles, recorría las zonas más
afectadas por la inundación y visitaba los campamentos y demás lugares de
refugio llevando (a los que no podían venir a pedir) alimentos, ropa y paca (Sic).
Este
desbordamiento fluvial duraría tres meses, tiempo en el cual la demanda de
enfermos y necesitados se mantendría constante.
El
padre Rojas no cesaría en el envío de telegramas suplicantes y cartas hacía
poblaciones cercanas, haciendo en parte y guardando distancias: el prodigio por
fe de la multiplicación de los panes y de los peces hecho por Jesús a las
orillas del mar de Galilea. De la capital del país, San Fernando (Apu), San
Cristóbal (Tac) Arauca (Col) de Barinas y de otros lugares llegarían gradualmente
víveres y mercancías para auxiliar a los damnificados. Esa fue en parte, la
labor social y humanitaria de Fray Juan de Jesús Rojas en su estadía en el
Guasdualito de los años 40s, allí quedo su piedra angular: La Iglesia Nuestra
Señora del Pilar. Como homenaje y agradecimiento del pueblo a quien sirvió con
ahínco, su nombre sirvió de epónimo para la Biblioteca Municipal que funcionó
en un tiempo al lado de la prefectura ubicada por la calle Sucre, la primera
bibliotecaria sería la señora Carmen Roballo.
Lo
referido en el contexto es parte de nuestra historia contemporánea, poco
contada y casi olvidada; ojala, y los nuevos actores sociales visualicen la
importancia del abordaje histórico-cultural, como herramienta para lograr
nuestra comprensión e integración como colectivo social diverso. Un pueblo que
desconoce su pasado, divaga en el presente y se obnubila en el futuro.
ALJER