Prensa. lanacionweb.com
El contrabando
es un ingrediente relevante en la dinámica social y económica del Táchira.
Aunque parezca invisible entre la población, como toda práctica ilegal, una
parte importante de los bienes comercializados en el estado proviene del
contrabando, al igual que una parte de la población tiene un conocido dedicado
a esto. “Las políticas económicas y de represión contribuyen a estimular esa
práctica, ya que no dejan alternativas confiables para el abastecimiento de
productos y servicios en el Táchira”.
El razonamiento
está contenido en “Impactos económicos, sociales y culturales del contrabando
en el estado Táchira según la percepción de sus habitantes”, el título del más
reciente documento de investigación del Observatorio Social del estado Táchira
(OSET) de la Universidad Católica del Táchira. En 150 páginas distribuidas en
seis capítulos, un total de 11 autores analizan el fenómeno a partir de datos
objetivos y encuestas propias.
El 5,4 % de
encuestados admitió haber comercializado alguna vez con productos venezolanos.
De estos, 36,8 % lo ha hecho en el territorio colombiano sin pago de aranceles,
39,5 % en territorio tachirense y 23,7 % en ambos lugares. “Estas cifras,
aunque en términos absolutos son pequeñas, son un reflejo de la fuerza del
contrabando y de su carácter dinámico en ambos lados de la frontera”, se
interpreta en el documento.
Sorprende que
más de 85 % de quienes participan en el negocio del contrabando lo hacen sin
coacción. “Este dato es sumamente interesante porque señala una cierta naturalización
de esta forma de comercio ilegal que se justifica como necesidad y que no
recibe ningún cuestionamiento moral por parte de quien lo realiza ni tampoco de
la comunidad”, analizan.
Entre los
productos que más se compran y venden están, de mayor a menor, los de la
canasta familiar, limpieza del hogar, higiene personal, gasolina y
medicamentos. La razón que da 96,1 % de los consultados para vender estos
productos es la de “ganar dinero fácil”.
Lo anterior
ratifica que, ciertamente, hay un énfasis en la dimensión económica del
contrabando, como determinan los investigadores: “Es percibido como una
actividad colateral al trabajo normal, es decir, es un complemento de las
ocupaciones formales proveyendo una fuente alterna de recurso para el sustento
familiar”.
Salir de este
círculo no es tan fácil. Si la mayoría de encuestados dice que las causas del
contrabando residen en el diferencial cambiario y en la falta de oportunidades
laborales, siendo sus consecuencias económicas el desempleo, el aumento de la
pobreza y la pérdida de ingresos económicos, el resultado no puede ser otro que
la profundización de las condiciones que impulsan a la población a dedicarse al
contrabando.
Aunque se trata
de una actividad comercial ilícita, el documento recuerda que en la práctica
del contrabando confluyen gran cantidad de aparatos institucionales: “En primer
lugar, el desarrollo del contrabando se ve propiciado por la adopción de
políticas nacionales, como el control de cambio y la política de subsidios, las
cuales han generado un diferencial de precios entre Venezuela y Colombia que
hace muy atractiva a la actividad del contrabandista”.
La investigación
también resalta esta otra contradicción: el contrabando es concebido como una
estrategia de supervivencia “criminalizada” por leyes centrales que desconocen
la realidad local, pero lo singular es que el Estado adopta leyes y medidas
destinadas a frenar el contrabando, cuya consecuencia, en la frontera, es,
justamente la contraria: estimular el comercio ilegal, haciéndolo ver como una
estrategia legítima, ya que los grupos que lo practican tienen acceso a bienes
esenciales para su sobrevivencia.
El bachaqueo, en
todo caso, es signo de una sociedad enferma, como refiere el documento, que
está disponible en su totalidad en el sitio web de la UCAT. ¿Soluciones?
Siempre habrá. El documento enumera estas cuatro: acordar medidas económicas
que no estimulen el contrabando, reconstruir el tejido institucional de ambos
lados de la frontera, articular un plan de combate contra las bandas y tomar en
cuenta a las comunidades organizadas.