Prensa. Revista
Vanity Fair.
Hemos llegado a diciembre con la piel exhausta. Con
todas sus terminaciones nerviosas, es el órgano más conectado con la mente. Un
espejo de las emociones: lo que le pasa al cerebro afecta a la piel, y
viceversa. Y este 2020 los ha puesto a prueba a los dos.
La suma de mascarilla, hidrogel y estrés ha dado como
resultado un considerable aumento de los problemas cutáneos: “Acné,
empeoramiento de la piel sensible y dermatitis crónica de manos son tres de las
consultas dermatológicas más frecuentes” ahora mismo, según nos confirma la
doctora Lidia Maroñas, dermatóloga del Hospital 12 de Octubre y miembro de la
Clínica Dermatológica Internacional. “Diversas enfermedades crónicas de la piel
como la rosácea, la psoriasis o la dermatitis atópica, muy relacionadas con el
estrés psicológico, han aumentado de forma muy importante su incidencia”, nos
cuenta. Con ellas, también ha visto aparecer irritaciones por el roce continuo
de la mascarilla.
Este agotamiento también se ha notado en los centros de
estética. “Brotes de imperfecciones, granitos y, sobre todo, más espinillas y
puntos negros, derivados en su mayoría del uso de la mascarilla”, describe
Marta Barrero, farmacéutica, experta en dermocosmética y co-directora de The
Secret Lab, “además de una importante deshidratación de las pieles y un tono
apagado y/o cetrino, que relacionamos no solo con las mascarillas, sino también
por las temperaturas bajas y una cierta somatización de nuestro estado de
ánimo”. Parece, también, que nos estamos maquillando menos, algo que de por sí
no es negativo, pero “el riesgo es que nos relajemos en el uso de cosméticos
que sí son fundamentales como, por ejemplo, la protección solar o la crema
hidratante”. Como señala esta experta, en 2021 la idea tiene que ser “proteger
la piel mientras las mascarillas nos protegen de todo lo demás”.
Qué hacer hoy para tener una piel mejor en 2021
Para una piel sana, la fórmula no ha cambiado. Lidia
Maroñas nos describe tres puntos irrenunciables: “No olvidar la limpieza facial,
mañana y noche; insistir en mantener una adecuada hidratación con una crema
hidratante, tanto facial como corporal y de manos, que nos ayude a mantener la
barrera lipídica y prepare nuestra piel para esos factores agresivos externos
como son el roce de la mascarilla o el uso de jabón o geles hidroalcohólicos;
e, intentar cambiar la mascarilla de forma frecuente, idealmente cada cuatro
horas”. Marta Barrero empieza por lo mismo: “Lo fundamental es mantener una
buena limpieza (mañana y noche), acompañada de exfoliaciones semanales para
liberar la piel de las células muertas y restos de suciedad que se acumulan y,
por supuesto, mantener una correcta hidratación y protección con SPF”. A partir
de ahí es cuando uno se puede plantear trabajar en otros aspectos que nos
interese mejorar, como la luminosidad, un tono homogéneo o un rejuvenecimiento.
¿Y si tengo acné? ¿O rosácea? En este caso, Natalia de
la Vega, directora de los centros Tacha Beauty, propone añadir otra solución a
la regla de limpieza e hidratación: “Barbara Sturm ha creado unas mascarillas
especiales con un tejido especial bactericida para las personas que tiene acné
que lleva nanopartículas de plata y evita que sudes y que se condense el aire”,
nos cuenta. “En el caso de rosácea, hay que hacer tratamientos en cabina y
utilizar una buena cosmética en casa para controlar tu piel”, añade. Además,
recomienda tomar suplementos naturales que ayuden a la piel desde el interior,
“como los de la Dra. Nigma Talib, los de Hifas da Terra (hay un hongo que se
llama Reishi que es espectacular cómo ayuda a controlar el estrés) y Barbara
Sturm con su Skin Food”.
El ingrediente estrella en una crema hidratante
Tener una piel más hidratada, ergo una piel más bonita,
pasa por elegir una crema hidratante diaria que sea buena y efectiva. ¿Cómo
distinguirla? “Una crema hidratante sin ácido hialurónico, no es una crema
hidratante”, afirma con rotundidad Natalia de la Vega. Algo en lo que coincide
Marta Barrero: “ Se trata de un polisacárido que se encuentra de forma natural
en nuestro organismo, especialmente en la piel, y tiene un papel fundamental en
la producción del colágeno”, explica. “Asegura el equilibrio estructural de la
piel, la mantiene flexible, protegida y favorece la renovación celular.
Su principal característica, y que lo hace tan
especial, es su impresionante capacidad para retener la humedad: una sola
molécula puede contener hasta 1.000 veces su propio peso en agua. Es como una
especie de esponja que retiene grandes cantidades de agua en la piel. De este
modo, no solo garantiza la hidratación y luminosidad, sino que aporta volumen,
ayudando a reducir las arrugas y disimular las líneas de expresión, así como a
revitalizar las capas superficiales externas de la piel, ya que tiene una
capacidad enorme de absorber agua y retenerla en nuestra piel”. Todas las voces
a una, ya que Lidia Maroñas describe así la fórmula fundamental de una buena
crema hidratante: “que combine agentes hidratantes nutritivos como las
ceramidas, la urea y el ácido hialurónico”.
¿Y en una crema antiedad?
De nuevo en este punto los ingredientes más
consolidados son los más recomendados. “El ácido hialurónico puede ser nuestro
mejor aliado antiedad en estos momentos porque además nos ayuda a mantener un
adecuado nivel de hidratación de nuestra piel”, dice Lidia Maroñas.
El reinado del hilurónico coincide en el tiempo con
otros dos grandes ingredientes: “Una buena crema enfocada a tratar los signos
de la edad necesita estar formulada con principios activos que estimulen la
síntesis de colágeno y aclaren las manchas, como la Vitamina C y el Retinol”,
apunta Marta Barrero. “Otros activos que también nos pueden ayudar a trabajar
los signos de la edad son aquellos que produzcan un efecto botox, como puede
ser el argireline, que relaja la musculatura para que no repitamos el gesto que
nos provoca la aparición de la arruga.
También es importante que la crema tenga acción exfoliante y regeneradora de la piel, para ir afinando la epidermis y así reducir la profundidad de la arruga y perfeccionando la piel; y para ello, nada mejor que los Alfahidroxiácidos (como el ácido glicólico o el láctico…) El DMAE, de potente efecto tensor, es otro principio activo que no debería faltar en nuestra crema antiedad. Y, por último, pero no por ello menos importante (de hecho, es fundamental) debe contener factor de protección, ya que el sol es el principal aliado del envejecimiento”, recuerda esta farmacéutica.
“El ingrediente del 2020 para mí ha sido la verdologa
-presente en la gama de productos de Barbara Sturm-, un súper antioxidante que
ha demostrado científicamente activar los telómeros y que contiene una enzima
conocida como la fuente de la juventud”, añade Natalia de la Vega.
El ingrediente cosmético del año 2021 será…
Si bien los antioxidantes son el principal grupo
cosmético por el que han preguntado los pacientes este año, “la población cada
vez es más consciente del gran impacto que tiene el exposoma, es decir, el
conjunto de factores externos perjudiciales, sobre el envejecimiento de la piel
y los antioxidantes nos ayudan a contrarrestar su efecto. En este sentido, la
niacinamida por su poder antioxidante y su versatilidad de acción creo que
seguirá dando mucho de qué hablar a lo largo del 2021”, augura Lidia Maroñas.
En la misma dirección apunta Marta Barrero: “El
ingrediente del año ha sido la Vitamina C, tanto por vía tópica como por vía
oral. Se trata de un potente antioxidante que nos ayuda a reforzar el sistema
inmunológico (que se encuentra tan amenazado en estos últimos meses), es
antiinflamatorio, previene la acción nociva de los radicales libres (moléculas
que atacan a las células sanas) sobre la piel; reafirma y aumenta la capacidad
de síntesis de colágeno; aporta luminosidad, iguala el tono y aclara las
manchas; facilita la cicatrización de heridas, lesiones cutáneas y quemaduras…”
enumera. Mirando al año que comienza, lo tiene claro: “Teniendo en cuenta la
cantidad de pieles alteradas y nuevos casos de acné que han surgido (incluso en
pieles que nunca lo tuvieron), creemos que en 2021 los prebióticos van a tener
un gran protagonismo ya que, además de hidratar a distintos niveles de la piel,
favorecen el crecimiento de microorganismos beneficiosos que se encuentran de
forma natural en ella, reduciendo así la posibilidad de proliferación de
bacterias dañinas. Es decir, nos ayudan a fortalecer y mejorar las defensas de
la piel. Un ejemplo es la sucrosa, que fortalece la microbiota previniendo así
la aparición de imperfecciones. Igual que con la Vitamina C, también podremos
incorporar los prebióticos en nuestra dieta para mantener un adecuado
funcionamiento de nuestro sistema digestivo”.
Cómo distinguir una buena crema de otra que no lo es
“La efectividad de un cosmético está determinada
principalmente por el tipo de principios activos, su calidad y su
concentración”, avanza Lidia Maroñas. “Por tanto, cuando vamos a comprar
nuestra crema de cabecera debemos fijarnos en la letra pequeña, es decir, en la
etiqueta donde se especifican sus componentes y valorar si éstos son adecuados
para nuestras necesidades. La galénica del producto es otro indicativo más
secundario de la calidad del producto (su textura, olor, color, cómo se funde
en la piel, etc). Hay cremas carísimas que son maravillosas pero, por supuesto,
también podemos encontrar cremas más económicas que cumplen con estos estándares
de calidad”.
Efectivamente, “la calidad y efectividad de una crema
viene determinada sobre todo por su formulación, es decir, los principios
activos e ingredientes que la componen y en qué concentraciones. Por ello, es
muy importante fijarse en el INCI de los cosméticos”, corrobora Marta Barrero.
El resto de variables (textura, olor, etc.) son principalmente subjetivos y
cada persona tiene sus preferencias y/o necesidades según su tipo de piel.
Para medir la efectividad real de una crema sobre
nuestra piel, Natalia de la Vega propone un sencillo ejercicio: “Recomiendo a
mis clientas que se hagan una foto de su piel desmaquillada y con buena luz
antes de empezar cualquier tratamiento, y que a las dos semanas repitan la foto
en iguales condiciones de luz, etc. Así pueden ver cómo les está sentando el
tratamiento”. Para ella también es muy importante “aprender a leer las
etiquetas, conocer los ingredientes, ver en qué proporción aparecen, su calidad
y el efecto sobre tu piel”.
El precio justo: ¿Cuánto pagar por una buena crema?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que “el precio de un cosmético no siempre es directamente proporcional a su eficacia. Una crema más cara no necesariamente tiene que ser mejor o más efectiva que una más económica. En el precio de una crema se paga la investigación que hay detrás del producto y la calidad de los ingredientes pero también otros factores que tienen que ver con la experiencia de compra y su posicionamiento en el mercado (su imagen, su publicidad, el prestigio de la marca, el packaging del producto, etc.)”, explica la doctora Maroñas. Esto, claro, influye en la diferencia de precios que encontramos en cosmética: no es lo mismo dirigirse a un volumen de clientela (las cremas de supermercado, por ejemplo), que hacerlo a un grupo nicho (como en el caso de las de lujo).
Para responder a esta pregunta (“la del millón”, dice
Marta Barrero) hay que tener en cuenta tres factores: si la crema penetra en la
epidermis y es capaz de llegar a la dermis, donde donde se encuentran los
fibroblastos, las células encargadas de sintetizar colágeno y elastina (“Para
que una crema sea verdaderamente eficaz debería llegar”, añade la
farmacéutica), su formulación (“Es muy complicado formular un principio activo
verdaderamente eficaz y que, además, llegue a la dermis. Los principios activos
que de verdad funcionan y tienen efecto sobre nuestra piel son escasos, de
hecho, me atrevería a reducirlos a la Vitamina C, el retinol y los ácidos”, nos
dice), y, por último, una investigación que avale que la piel reconocerá esos
principios activos como propios. En opinión de Barrero, “una crema cara solo
está justificada si presenta una formulación realmente revolucionaria, de
calidad y efectiva al 100%”. La marca no lo es todo.
Entre sus descubrimientos cosméticos del año, Barrero
se queda “con los ingredientes botánicos y los principios activos patentados de
la firma coreana Boutijour. Estoy enamorada de esta marca. El extracto de flor
de loto es uno de sus ingredientes estrella, pero también trabajan con extracto
de camelia o de té verde, y activos patentados, como VolufilineTM o
Alpha-MelightTM, de acción antioxidante, reafirmante, regeneradora y
antiinflamatoria”.
La importancia del ritual: ¿funciona?
Este año la cosmética se ha centrado en la búsqueda del
bienestar, de ahí que los rituales con rodillos faciales, de masajes o
aromaterapia hayan ganado muchos adeptos. Ahora bien, ¿de verdad una crema va a
funcionar mejor si la aplicamos de ese modo?
“Lo más importante para lograr efectividad en dermocosmética
es que el protocolo de tratamiento que realicemos (tanto en tipo de productos
como en frecuencia de aplicación, etc.) esté dirigido, es decir, orientado a
los objetivos que queramos mejorar y que sea personalizado, esto es, que se
adapte a las necesidades específicas de nuestra piel. Si lo acompañamos o no de
un ritual de belleza cuando nos lo apliquemos no va a condicionar una mayor o
menor eficacia del tratamiento, aunque por supuesto que puede relajarnos y
ayudarnos a sentirnos mejor”, explica la doctora Maroñas. De hecho uno de sus
aprendizajes este 2020 ha ido en esta línea: “La incorporación de pequeños
gestos en nuestra rutina de cuidado facial, por muy sutiles que nos parezcan,
pueden ayudarnos muchísimo a mejorar la calidad de nuestra piel”, opina.
“Dedicarnos tiempo a nosotros mismos es algo
fundamental para sentirnos bien, más aún en esta etapa de incertidumbre y llena
de complicaciones. Si conseguimos convertir el tiempo que le dedicamos a
nuestra rutina de cuidado facial diaria en un momento de placer, calma y
desconexión del mundo y conexión con nosotros mismos, no solamente alcanzaremos
un gran bienestar emocional, sino que potenciaremos los efectos de estos
tratamientos”, coincide Marta Barrero.
Un ritual, al fin y al cabo, “es un plus. Si me hago un
tratamiento facial y me cuido con cosmética buena, voy a tener el doble de
resultado”, asegura Natalia de la Vega. Por todo ello, quizá regalar o
regalarse una buena crema sea el mejor detalle que podemos tener estas fiestas.
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