Prensa. Xatakaciencia.
El sesgo de confirmación consiste abrazar una
creencia y buscar solo la información que la respalde, evitando en lo posible
la información que la ponga en duda. Esto incluye, naturalmente, a las personas
que generan ideas que entran en conflicto con nuestro andamiaje ideológico. Es
decir, que la mayor brecha del tribalismo político (derechas-izquierdas) no se
debe tanto a argumentos racionales como a este sesgo.
Ni por dinero te escucho
Las cámaras de eco algorítmicas de las redes sociales,
de hecho, no son la causa del aumento de la brecha Nosotros-Ellos, sino que es
el reflejo: los algoritmos se adaptan como un guante a nuestro sesgo de
confirmación. Es decir: nos dan lo que queremos, lo que necesitamos. Y evitan
darnos lo que no queremos oír, lo que no queremos atender, lo que nos molesta,
los que nos irrita, lo que podría socavar nuestro precioso edificio ideológico
(alto e inestable como un castillo de naipes, en realidad).
Tanto es así que hasta estamos dispuestos a perder la
oportunidad de ganar una suma de dinero con tal de no estar expuestos a las
ideas de Ellos. No todos, pero sí una significativa mayoría. Concretamente,
según revela este estudio, hasta dos tercios de las personas (tanto liberales
como conservadores) renunciaron a la posibilidad de ganar dinero extra para así
no tener que escuchar a la otra parte. Y no lo hacían porque ya supieran lo que
los otros iban a decir, sino porque les molestaba, podía crear frustración o
requeriría demasiado esfuerzo.
La aversión se aplicó a temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, las elecciones, la marihuana, el cambio climático, las armas y el aborto. Dicho de otro modo, cual corolario: las personas comprometidas ideológicamente están igualmente motivadas para evitar información transversal a nivel ideológico.
Nos encantan, pues, las burbujas ideológicas, también
porque nuestro cerebro no está cableado para asimilar grandes cantidades de
personas (y muchos menos que sean muy distintas de nosotros). Por eso, en el
mundo real, donde somos siete mil millones de personas, resulta tan ridículo
ver a una persona que dice cosas como «siempre me pasa lo peor a mí». Pero
ocurre, porque, además del sesgo de confirmación, también estamos cruzados por
un profundo sesgo egoísta y narcisista.
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