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y Ciencia.
Por lo general, las personas sonríen cuando les hacen una
foto para parecer agradable y simpática. Pero ¿realmente causan esa impresión?
No necesariamente, afirman investigadores de la Universidad de Helsinki. Según
informan en Journal of Research in Personality, depende de la sonrisa, pero
también, de la personalidad de quien la observa.
Los autores presentaron a 385 participantes una
selección 146 retratos y les pidieron que indicasen si les gustaba la persona
que aparecía en la imagen. En total, recopilaron más de 5.000 valoraciones.
Hallaron que no solo importaba la persona fotografiada, sino también los rasgos
de personalidad del observador, los cuales habían registrado previamente
mediante un breve cuestionario de los llamados «cinco grandes» de la personalidad,
a saber, extraversión, apertura a nuevas experiencias, afabilidad,
responsabilidad y neuroticismo.
Por un lado, y como era de esperar, las expresiones de
simpatía dependían del aspecto de la persona retratada. Las que eran risueñas y
tenían un aspecto relajado obtuvieron una mejor aceptación; también las de
aspecto saludable, animado, atractivo, moderno, cálido y femenino. Por otro
lado, algunos de los observadores se mostraron más benévolos en sus
valoraciones, entre ellos, los de carácter afable y extravertido. Su
personalidad, además, permitía determinar a quiénes considerarían congéneres
simpáticos. Así, por ejemplo, los extravertidos valoraban más una apariencia
atractiva, saludable y tradicional que los introvertidos; los sujetos de mentalidad
abierta, por su parte, tenían menos en cuenta el atractivo de la persona
retratada y, en cambio, apreciaban de manera positiva un aspecto llamativo y
poco convencional. Los autores sugieren que los participantes preferían a
aquellas personas retratadas que más se parecían a ellos mismos.
Una sonrisa amplia no siempre resulta beneficiosa
La personalidad de los observadores influyó en cómo
reaccionaban a las caras sonrientes. En general, una sonrisa por cortesía y
fingida se percibía de forma menos positiva que una auténtica o, incluso, que
una expresión neutra. Pero las sonrisas «por educación» tuvieron un efecto
especialmente negativo en los observadores con una personalidad marcádamente
neurótica o responsable. Cuando se sonríe con sinceridad, se forman unas líneas
alrededor de los ojos. Si los ojos no ríen, la sonrisa se estima cortés y
artificial.
Esta distinción la hizo ya en su día el psicólogo
emocional e investigador de la mentira Paul Ekman. Su estudio, y muchos otros
posteriores, demuestra que una sonrisa genuina parece más atractiva y digna de
confianza, mientras que la sonrisa sin arrugas alrededor de los ojos parece, en
el mejor de los casos, cortés, y en el peor, falsa, de manera que sugiere
sentimientos o intenciones ocultas. Sin embargo, la importancia de las líneas
de la sonrisa resulta controvertida, pues podrían deberse más a la intensidad
con la que se sonríe que a los verdaderos sentimientos.
Entonces, ¿es mejor no sonreír en las fotos? Los
autores concluyen que se debe sonreír si se puede mostrar una sonrisa genuina.
Si parece falsa, las personas emocionalmente inestables o de carácter
responsable tienden a reaccionar negativamente: las primeras, porque ven en la
ambivalencia una amenaza; las segundas, porque valoran la sinceridad. Ahora
bien, los investigadores advierten que sus hallazgos no deben generalizarse.
Según sus resultados, los efectos de la personalidad son reducidos: solo
explican un 10 por ciento de las diferencias en las valoraciones. Además, las
personas de Finlandia, país en el que se llevó a cabo el estudio, sonríen con
menor frecuencia que las de otras culturas. Así pues, en los lugares donde
sonreír es una norma, una sonrisa cortés puede ser mejor que ninguna.
Christiane Gelitz
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