Columna. Crónicas Alto Apureñas. Aljer “Chino” Ereú.
“EL ARBORICULTOR GUASDUALITEÑO”
BREVE INTROITO.-
“Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre”. Frase de Platón (c. 427-347 a. C.). Sofista griego. Propicio el apotegma del seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, para entender la vida de un hombre, que arriesgó para ganar nobleza y no simpleza; una vida que conquistó al tiempo con sus ideas, y que ahora es trascendencia, vida poética que ahora vive en sus hechos, que seguirá viviendo en los campos y bosques, en el llano verdoso, en cada árbol, en cada flor, en cada ave, en el rumor de los ríos, en las montañas, en el pensamiento de sus discípulos, en todo lo que sus ojos vieron, en todo lo que sus manos forjaron. Y es que la vida del estimable guasdualiteño llamado Alfredo José Padilla Merchán, pareciera haber seguido el estandarte del poema la Elegía, de Miguel Hernández, reflejada en un aparte de sus versos:
Un manotazo
duro, un golpe helado,
un hachazo
invisible y homicida,
un empujón
brutal te ha derribado…
Pero agregando
el poeta del genial epígono:
Volverás a mi
huerto y a mi higuera:
por los altos
andamios de las flores
pajareará tu
alma colmenera
de angelicales
ceras y labores.
Volverás al
arrullo de las rejas
de los
enamorados labradores…
Alfredo José
Padilla “El Arboricultor Guasdualiteño” ha vuelto a su huerto original, a su
verdadera esencia, dejando en lo tangible su recuerdo, que sin duda, será
cavilado con agradecimiento y alegría por sus familiares y amigos en cada
mañana irradiada de luz afectiva. A su memoria lo siguiente:
Arboricultor,
conservacionista
cultivador del
mundo verde,
hoy su vida no
se pierde
solo se oculta
de vista.
Continuará su
conquista
en lo etéreo,
en lo inmortal,
grafiando en
lo espiritual
estrofas allá
en La Miel
y cabalgando
en su corcel
hacia la
ciudad cordial…Aljer
AJUSTADA
SÍNTESIS DE VIDA.-
Nace Alfredo
José Padilla Merchan, en el entonces poblado conocido como Guasdualito, ubicado
al sur occidente del estado Apure, el 02 de agosto de 1959, en el seno del
hogar conformado por Carlos “Cao” Padilla Hurtado y doña Rosalbina Merchán. Su
infancia transcurre en un ambiente de tranquilidad hogareña, bajo el calor
familiar en la residencia ubicada por la Carrera Rivas y Carrera Ricaurte. En
el bucólico y apacible lar absorbe- como los de su generación- el aliento
guasdualiteño y el cromatismo pueblerino, quedando enquistados en su privativo
ser por el resto de su existencia terrenal. En aquel pueblo llanero macondiano,
su espíritu aventurero lo llevaría a ser protagonista de inquietas mocedades
que se guardaron en su cofre mental como hibleas vivencias, como tesoros
celados al olvido. Aquel escenario y entorno sin duda alguna influyeron en su
personalidad y en su amplia visión humanista. Puede afirmarse, que su infancia
fue sana en un pueblo sano.
Sus primeros
estudios los realiza en el Colegio Santa Rosa de Lima. En el histórico centro
educativo aprueba satisfactoriamente la etapa primaria. Para continuidad de su
preparación es enviado a la ciudad de La Gita (Tac). En la Unidad Educativa
Nacional Liceo Militar Monseñor Jáuregui (Licmijau) aprueba con honores el
grado de Brigadier Mayor. Avanzan los años y, avanza su preparación
intelectual. Al poco tiempo participa en el programa de intercambio del Rotary
Club, luego de este paso fija rumbo al norte (USA) donde cursa estudios
avanzados. Culminados los mismos regresa al país. En 1983 se gradúa de ingeniero
agrónomo en la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET). Logra su
primer empleo con la empresa trasnacional Sándoz, como ingeniero de campo en el
ensayo, pruebas y experimentos de control de malezas en diferentes países de
Centro y Sur América, lo que le permitió convertirse en un experto en la
materia, otorgándosele en 1993 el título de profesor de esta cátedra.
Luego de su
pasantía en Sandoz es contratado por la empresa Agroisleña. Su nivel gerencial
lo lleva a fundar nuevas sedes, logrando en corto plazo la sucursal de San
Cristóbal (Tac). Estando en funciones en la importante distribuidora agrícola
es invitado a ejercer como profesor en la misma universidad donde se había
graduado (UNET) lo que acepto de inmediato sin importar que el ingreso
económico fuera menor. El paraninfo universitario fue su segunda casa, allí se
convertirá en el orientador académico, en el consejero, en el amigo de sus
estudiantes y colegas, pero sobre todo se convertiría en “El Arboricultor”.
Destacaría además de manera sobresaliente como luchador social, folclorista,
poeta y muchas facetas más, ya que era inquieto e insaciable en el aprendizaje.
Para sus
amigos más cercanos fue Alfredo José Padilla Merchán incondicional y solidario,
altruista en favor de todo el que necesitara su ayuda, apasionado deportista y
promotor del deporte. Como arboricultor este digno guasdualiteño prestado al
Táchira fue un sembrador incansable, practica y arte naturista que llevaba a
cabo como ritual los siete días de la semana sin importarle compromisos
temporales. Padilla Merchán siempre tenía un plan para un nuevo árbol, para un
nuevo sueño, para una nueva vida. Fue un importante propulsor del Jardín
Botánico de su entrañable UNET, participó sin fatiga en siembras masivas en
parques e instituciones como la Clínica Médica del Rotary Club en San Cristóbal
(Tac) donde estuvo a cargo del ornato exterior, igualmente en el Parque Ferial
de Asogata, pudo visitar hace tres años a la Patagonia Chilena en un programa
de siembra de coníferas, entre otras actividades inherentes a su pasión verde.
La madrugada
del día martes 07 de junio de 2022, soltó sin contemplaciones “un manotazo
duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida”; lo incierto e
inevitable apretaba el corazón de Alfredo Padilla, apretujándolo hasta
detenerlo, dejando a su cuerpo sin corazón, y a su cuerpo sin vida. El reloj
marcò las 3.am., el destino marcó su hora inescrutable. Lo supo el cóndor de
los andes, negándose abrir sus alas en un cielo nublado de tristezas y congojas;
también lo supo la paraulata llanera que en su mutismo atípico calló su
sinsonte tempranero advirtiendo lo lúgubre, había partido el sembrador a los
umbrales celestes.
Consternación
y tristeza en sus familiares y amigos, silencio evasivo en el recinto
universitario, mitigando el consuelo que volvió al arrullo de las rejas el
vehemente arboricultor. A Padilla Merchán le sobreviven cuatro hijos: Alfredo
José (arquitecto), María José (ingeniero), Juan José (ingeniero) y María
Daniela de solo tres años, deja dos nietos: Juan Ignacio y Mateo Miranda
Padilla. Daniela Pernìa, su última pareja de vida escribiría a su evocación
unas sentidas palabras:
“Con amor a
quién amor nos dio. Hoy 7 de junio recibí una triste noticia qué arruga mi
corazón y, me deja ese vacío tan grande, y sin poderlo entender, se estremece
mi vida al escuchar que Alfredo se ha ido al cielo. Pero, en este día tan largo
y oscuro defino a un hombre que existirá uno en un millón. Alfredo José Padilla
Merchán, bello ser que nos ha dejado cómo legado sus miles de enseñanzas y el
eterno agradecimiento de estar con él. Alfredo fue un pastizal verde, un roble
fuerte y erguido, un samán que nos arropa en pleno medio día, era la fragancia
del estoraque en el potrero, la firmeza del corocito, un racimo de topocho, una
totuma llena de frutos, un araguaney en plena floración, un madroño cargado,
una guanábana grande y hermosa, un coco lleno de agua, una guayabita dulce, un
mango de hilacha, un cotoperì frondoso, un flamboyán cargado de flores pero
también de vainas.
Alfredo era
remar sin descanso, un libro abierto, fantasía e ilusión llena de amor,
emoción, felicidad, entereza, entrega, humildad, vivacidad, amistad, seguridad,
y siempre dejando huella a donde iba, siempre dejando amigos a su paso, ese era
nuestro Alfredo, con un corazón muy, muy grande, y una simpatía por la vida. Te
llevamos y recordaremos en todos tus árboles y en los muchos más que
sembraremos, así entenderemos que estás aquí aún con nosotros. Con amor:
Danelia Pernìa”
Un hasta luego
al arboricultor, paz a su alma.
Columna. Crónicas Alto Apureñas. Aljer “Chino” Ereú.
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