Columna. Crónicas Alto Apureñas. Aljer “Chino” Ereú.
Mírenla bien,
y la
reconocerán.
Es Leticia,
la hija de
María Bazán.
Es ella, la
que pone el pote
a los que
vienen y van.
la que a veces
dice:
compran y
compran
y a mí no me
dan,
me dan son
regaños
y de mí hasta
hablaran.
Mírenla bien,
y en sus ojos
verán:
su historia
triste
de penuria y
afán.
En cada lugar bajo el cielo, en cada ciudad y
en cada pueblo que son todos los pueblos, se presentan personajes que se van
haciendo notorios con el trasiego del tiempo. Son esos personajes cuyos rostros
se hacen tan familiares que dejan de ser rostros de ellos mismos, haciéndose
rostros de la cotidianidad, del presente
y el devenir. Son esos actores de la vida real a los que nuestros ojos se
acostumbran a ver en las escenas del día a día, a los que nunca estando
presentes concedemos mucho, quizás poco para lo que realmente merecen. Son esos
seres humanos especiales, excéntricos y no convencionales que llegaron al mundo
sin quizás ellos desear llegar, pero que llegaron, como llegó al mundo, a
nuestro pueblo: María Bazán, inocente mujer de tez oscura con mirada de
esperanza, con voz quejumbrosa y con un corazón puro donde habita ella misma,
siendo su mejor refugio.
Su piel, que
se fue calcinando por las inclemencias solares y las durezas de la vida, es el
reflejo de sus años de luchas sin victorias, o quizás con una: la victoria de
ser diferente en un mundo tan similar e indolente. A Leticia la han visto
muchos ojos desde hace mucho tiempo, la vieron los míos en compañía de su madre
María Bazán, una adelante y la otra detrás en su peregrinar; la oyeron nuestros
oídos discutir sus enredos y confusiones, y la han visto mis ojos de nuevo,
pero ahora solitaria sin la compañía de María.
La he visto en
las esquinas de mi pueblo hablando ella con ella misma, la he visto apostada
frente a los abastos y bodegas con perol en mano, acercándose a personas de
buen corazón, pidiendo limosna, pidiendo caridad, y dando sin ella saber: eternidad
al buen samaritano. Leticia es parte de nuestro pueblo, como lo fueron la Loca
Matilde, Josefita, Machiro, Juan Félix, Chocolate, y tantos otros que ya no
están, a Leticia aún la tenemos. Para ella este verso:
LETICIA
Amparada en la
clemencia
de Dios que
mira pa` abajo
camina sin
desparpajo
buscando la
subsistencia.
Llamativa es
su presencia
en las bodegas
y abastos
rogando para
sus gastos
siempre
hablando en baja voz.
Como Leticia
no hay dos
en mi pueblo
Guasdualito,
siempre con su
perolito
que nunca
llena de plata,
con esa
alcancía que es de lata
anda en calles
y avenidas,
carga adentro
sus heridas,
adentro esta
su dolor
y adentro
quedó el amor
de su madre
que murió.
A ellas, un
poeta las vio
abrazarse muy
sollozas
lamentando
entre otras cosas
la crueldad de
sus destinos
que les impuso
caminos
de miserias
caprichosas.
PARA CONCLUIR
Salmo 41: 1.Bienaventurado el que piensa en
el pobre; en el día malo lo librará Jehová. 2 Jehová lo guardará, y lo
mantendrá con vida y será bienaventurado en la tierra; y no lo entregará a la
voluntad de sus enemigos.
Columna. Crónicas Alto Apureñas. Aljer “Chino” Ereú.
ALJER “CHINO” EREÙ.-.
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