BREVE INTRODUCCIÓN. -
No en forma
habitual una vida debe escribirse a sí misma, porque quizás aspectos como el
emocional y el sentimental, influyen en la subjetividad de su historia y
opinión sobre sí mismo. Por tal razón, es preferible que una mano lejana moldee
en los campos blancos elíseos su tránsito vital, donde la objetividad y
ecuanimidad sean las líneas ciertas que plasmen para la trascendencia sus
pensamientos, acciones y hechos. Así habrá vivido más esa vida, así su
existencia podrá ser leída, contada y escuchada por otros; así los ojos
actuales y los del mañana recorrerán sin prisa sus senderos de tinta,
convertidos en caminos de años franqueados, años que serán convertidos en un
presente sin olvido banal. En cercanía y en distancia esa es la razón que nos
motiva a dedicar parte de nuestro tiempo a la escritura sencilla y espontánea,
esa es y seguirá siendo, porque cómo
bien lo afirmó el prodigio de Aracataca,
en una tarde lánguida frente al Magdalena: “Cuando quiero escribir algo es
porque siento que eso merece ser contado…”
Y aquel que fue único, pudo vivir para escribir ese algo único.
Así ha querido
quien esto escribe, y sin pretender ser
un prodigio de Gabo, escribir sobre lo que merece ser escrito, antes de que la
zafia estigal dicte y proclame lo contrario. En ese sentido, bien merece ser
escrita y sin ambigüedades, la vida de un buen hombre, de un buen amigo, a
quien en su agrado, El Único Dios Eterno, El Dios de Abraham y de Isaac, asomó
en mi transitar, en un momento de dificultades, cuando preparaba mi exilio a
los parajes de lo incierto, siendo el apoyo necesario para retornar y
afianzarme en lo planteado, como lo es la recuperación histórica de nuestro
terruño. A continuación, un recorrido por la fructuosa y honrada vida de Francisco
Ricardo Padilla Gilly.
RESUMEN DE VIDA.-
Francisco
Ricardo Padilla Gilly, arriba a la vida terrenal el 30 de abril de 1954, en la
ciudad venezolana de Mérida (fundada por el capitán Juan Rodríguez Suárez en
1558). Fueron sus padres Pedro Enrique Padilla Hurtado y Mercedes Josefa Gilly
Hurtado, completando el núcleo familiar
sus hermanos: Carmen Mercedes, Pedro, Aymara, Enrique, Álvaro, Mario,
Amada, Beatriz, Mariela, Pablo, Pedro Reyes y Laura Padilla. En el valle
merideño sería corta la estadía del matrimonio Padilla Gilly. En acuerdo mutuo
deciden un cambio de residencia. La ciudad pontalidad de Rubio en el estado
Táchira, resultó la elegida para ser la residencia permanente de la familia. En
la capital del municipio Junín se establecen. En la también llamada Ciudad
Educadora transcurre la mayor parte de su infancia y adolescencia. Sus estudios
iniciales los realiza en el Colegio María Inmaculada, mientras que los de bachillerato los efectúa
en el emblemático Liceo Carlos Rangel Lamus, obteniendo en esta gloriosa
institución el título de bachiller en ciencias en el año 1971.
Arriba el año
1973. Procurando su profesionalización es enviado por sus padres a su ciudad
natal con el firme propósito para que cursara estudios de medicina. Ya en
Mérida cumple con el período requerido por su Alma Mater, realizando los
últimos años de su profesión en la ciudad de San Cristóbal (Tac), donde obtiene
el título de médico cirujano en el año 1980. En el aspecto personal,
previamente al logro del título había contraído lazos esponsales en Rubio con
Carmen Elena González Manrique, en diciembre del año 1979, con la cual procrea
4 hijos, siendo ellos Francisco (n. 1980), Carlos (n. 1981), Ligia (n.1983) y
Pedro (n. 1985), todos educados y formados con criterios honestos y
responsables, a quienes el matrimonio procuró siempre una buena educación en
todas sus etapas, siendo todos ellos egresados como meritorios profesionales en
diferentes universidades del país, uno de la prole, Carlos, fiel heredero a la
vocación familiar se graduaría de médico.
Con el título en
mano inicia la práctica hipocrática en la ciudad de los puentes. En el
ejercicio de la medicina se mantendría ininterrumpidamente hasta el año 1986,
cuando decide trasladarse a la ciudad de Barquisimeto (Lara) a realizar
estudios de posgrado en el área y especialidad en cirugía general, obteniendo
satisfactoriamente su acreditación titular en el año 1990. Retorna a sus andes.
Nuevamente en su Rubio adoptivo ejercita con profesionalismo y ética su
profesión. Ya no saldría de su lar
Francisco Ricardo, al menos por largos periodos. Su vida transcurre en pro del
servicio humanitario y a la atención
médica en su entrañable Rubio, tierra natal de su esposa e hijos. En el Centro
Médico Rubio C.A., y en forma parcial en el Hospital Padre Justo, este buen ser
humano y excelente médico ha prestado un servicio incondicional a los
habitantes de la localidad. Además de esto, es co-fundador y gran colaborador
del Club de Leones, desde donde se ha brindado ayuda a la población y se
han alcanzado logros y objetivos
sociales, por solo citar algunos: Apoyo al Ancianato San Martín de Porres y a
la Clínica de prevención de cáncer. Ya en su retiro, una de sus últimas
pasiones es difundir el aprendizaje del idioma inglés en forma gratuita a niños
y adultos de Rubio y sus alrededores a través del programa Junín Bilingüe,
importante estrategia cultural que está dando el fruto esperado. En su Rubio
venerado sigue este hombre sirviendo, dejando huellas en las actuales generaciones,
y seguirá por mucho tiempo estampándolas, ese es nuestro buen y sincero deseo.
Lo referido
anteriormente ha sido parte de la vida de este ser humano, de un hombre llamado
Francisco Ricardo Padilla Gilly. UN HOMBRE, UN MÈDICO, UN AMIGO, a quien le he
querido recoger en estos sencillos párrafos su vida, una vida con trascendencia
en el caminar del tiempo. Para él lo siguiente:
Ojos que desde
su Estancia
contemplan años,
Ojos convertidos
en pensamientos,
que desde los
andes
vuelan con el
cóndor.
Ojos que
atraviesan cristales fijos
y recuerdan
grandes triunfos.
Ojos que son de
él,
ojos del hombre
que fue niño,
ojos del joven,
que corre por pedrería
de recuerdos.
Son los ojos de
Francisco
el médico, el
amigo.
ALJER “CHINO” EREÙ.-.
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