Recordando Julián Afonso como un hombre generoso por Octavio Estrada. - SenderosdeApure.Net

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viernes, 19 de enero de 2024

Recordando Julián Afonso como un hombre generoso por Octavio Estrada.

 

Al recordar al amigo Julián Afonso Luis, habíamos indicado que había sido un hombre generoso. Y en su despedida, Adriana, su esposa, nos confirmó que, en efecto, siempre lo había sido. 

Por Octavio Estrada/Octanopedia/@octano66

Pero también debemos incluir un adjetivo calificativo adicional: valiente. Julián lo fue, sin la menor duda. Quienes desconocíamos de la enfermedad que arrastraba desde hace casi dos años, no podíamos advertir que detrás de sus maravillosos artículos, comentarios y respuestas perfectamente elaboradas y sustentadas, estaba el hombre que tenía que batallar a diario para preservar su salud. Pero él jamás hizo comentario alguno acerca de su padecimiento. 


Soportó una severa afección intestinal que terminó derrotándolo. Respetando su memoria, solo acotaremos que Julián ya está descansando. 


Ha sido en extremo conmovedor encontrar en redes y mensajes privados las sinceras y sentidas manifestaciones de afecto y admiración que  se mezclan con la sorpresa y tristeza de su prematura partida.


Quizás sea un mecanismo de autodefensa - cada persona puede reaccionar de forma distinta ante una situación delicada, otros quizás sean igualmente corajudos en contar y brindar detalles acerca de su situación -, pero el caso de Julián Afonso nos recuerda en tantas formas y hechos a lo que tuvo que enfrentar otro maravilloso amigo de la juventud, el inolvidable Luis Manuel Fernández Millán.


El gran compinche en los primeros años de la escuela de comunicación de la UCAB entre 1984 y 1989 nos dejó con apenas 30 años de edad (24 de marzo de 1998), cuando tenía un mundo que lo aguardaba para convertirse en la gran figura de la narración y el periodismo deportivo ya no solo de Venezuela, sino de toda América Latina (estaba cantado que en poco tiempo iba a ser contratado por alguna de las cadenas internacionales), porque no lo duden, él estaba una o dos décadas adelantado a cualquiera de sus contemporáneos. Y si es por gustos - más allá de nuestra sincera amistad y admiración hacia su persona -, pues desde entonces no ha habido ninguno con su talento. 


 A Luis Manuel le diagnosticaron cáncer estomacal a mediados de 1996. Fueron los tiempos de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Soportó un largo tratamiento, operaciones, incomodidades que se hicieron evidentes frente a la pérdida de peso y merma en su excelente presencia física, pero él siempre optó por minimizar sus dolencias. 


Nos tocó entonces en no pocas ocasiones "desmentir" a muchos conocidos que insistían en alertarnos acerca de su delicado estado de salud, pero siempre nuestro entrañable pana nos tranquilizaba y nos decía que estaba tratándose de tal o cual dolencia y que estaba recuperándose. Y eso fue incluso a una semana de su fallecimiento.


Y aunque con Julián nunca tuvimos esa confianza tan grande como para que nos relatara su situación, tanto él como Luis Manuel nos han dejado una enorme muestra de carácter y fortaleza. 


Por eso insistimos en que ambos fueron tremendamente valientes. 


Aparte de su pasión por comunicar, Julián (Julius para Octano), también atesoraba el gusto de coleccionar carritos a escala, miniaturas que reunió desde que era niño. El mismo chamito que fue entrevistado por el periodista José Jacobi en su revista mensual Actualidad Automotriz y donde le manifestaba su pasión por todo lo que estuviera ligado al automóvil. A no dudarlo, era un caso de precocidad vocacional excepcional. 


Apenas unas décadas después, el mismo Afonso se daba el inmenso gusto de editar y dirigir su propia publicación, Diario Automotriz, aparte de haber desarrollado infinidad de proyectos como aquellos estupendos anuarios de inicios de temporada de la Fórmula 1 que se iniciaron en el Bloque De Armas y que luego pasaron a producirse en el exterior.  


Y por supuesto, para exhibir esa descomunal, asombrosa y alucinante cantidad de información (cualquier calificativo superlativo se quedará corto), Julián investigó y leyó mucho, tanto en la era pre-digital cuando no existían los buscadores y portales web, cuando todo estaba impreso en el papel tradicional, recopilando centenares de libros y miles de revistas en distintos idiomas, títulos que adquirió sacrificando con seguridad otras prioridades personales o familiares. 


En una ocasión - por allá a fines de los noventa - nos pidió prestado el libro Hombres, Motores y Mujeres, escrito por el germano Alfred Neubauer, el director deportivo de Mercedes Benz de los años 30 y 50. Nos lo devolvió en un par de días, pero no porque lo hubiese leído en apenas 48 horas (seguro era capaz de hacerlo), sino porque lo fotocopió para tener ese registro en físico en sus archivos. Así era de aficionado por los libros, ‘patología’ que compartíamos.


Para quienes cultivamos o nos inculcaron esa pasión por la lectura palpando las páginas, no existe mayor placer que disfrutar esos momentos que nos permiten vivir o recrear sucesos y protagonistas, y Julián tenía además ese gusto adicional de transmitir esos conocimientos, tarea que desarrolló con infinita generosidad con un equivalente aporte profesional en cada una de sus líneas. Ese cúmulo de registros tanto de actualidad e historia del automóvil y de las competencias, le fue posible compartir con naturalidad gracias a que contaba con una memoria prodigiosa unida a una capacidad de descripción excepcional.


La irrupción de la alucinante era electrónica de las comunicaciones y la inmediatez las supo aprovechar para alcanzar un mayor número de ávidos lectores, si bien algo nos dice que su primer amor vinculado a las publicaciones impresas jamás pudo dejarlo atrás, sin que ello suponga un lastre nostálgico. 


Claro que para una verdadera autoridad en el tema de la industria automotriz venezolana como lo fue Julián, debe haber resultado devastador ver cómo ese campo empresarial desaparecía de forma dramática en los últimos lustros. Precisamente Venezuela, que fue modelo y ejemplo en ese sector productivo en todo el continente, pasaba a ocupar los últimos renglones en todos los segmentos. Pero de eso nunca lo conversamos, primero porque era un área que desconocíamos, mientras él siempre siempre fue mucho más prudente o incluso político en ese sentido - como resignado a la realidad de la pesadilla que avanzaba, viendo a tantas empresas, ensambladoras y amigos de dejaban el país -, mientras nuestros debates y sabrosas discusiones se concentraban en las carreras de automóviles y si eran de Fórmula 1, mucho más. 


Ojalá que esas mismas empresas y personas del sector industrial que alguna vez invirtieron en sus emprendimientos editoriales pudieran de alguna forma participar en un futuro cercano en uno de sus tantos proyectos que desarrollaba a pesar de su enfermedad, como un anecdotario automotriz venezolano en el que estaba trabajando. 


Su memoria y obra merecen que tal esfuerzo no se quede en una propuesta inconclusa ante su temprana desaparición. 


Como hemos insistido desde siempre, si bien nunca fue nuestro campo profesional (el sector industrial), en lo que podamos colaborar para que el legado de Julián Afonso quede plasmado, estaremos encantados - y moralmente obligados - en hacerlo.


(La foto que acompaña este reseña es de hace 20 años exactamente: fue en el kartódromo La Limonera de Baruta que tenía poco tiempo de inaugurado y allí se organizó una competencia con unos veinte amigos de los medios de comunicación. La victoria luego de las eliminatorias y final fue para Alejandro Burger, lo secundó Julián Afonso y completó el festejo el organizador de la justa, Octano. Fue en ocasión de la entrega del Piloto del Año de Automovilismo y Motociclismo Venezolano 2003)

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