Editorial. Notisemana. En un hipotético triunfo de Capriles, haremos un juego de imaginaciones y nos trasladaremos a su último año de gobierno antes de que intente una nueva reelección. Quienes le hemos escuchado criticar la gestión Chávez y asegurar que el sería la solución a los males del país solo esperaríamos que sus muestras para esa fecha fuesen superiores a las que hubo en el pasado reciente, que le eligió para eso, para superar con creces en eficiencia. Si por el contrario sus logros no coinciden con sus promesas, en vano merecería pedir una prórroga para volver a intentarlo.
Tampoco serviría de excusa que nos mostraran recortes de periódicos o imágenes del gobierno de Chávez, para recordarnos que eso también pasaba en la quinta y así buscar una justificación a un también hipotético fracaso. Ese día Capriles tendrá a los venezolanos en contra por no haber sido capaz de cambiar lo que tanto tiempo le llevó criticar en cada uno de los pueblos que visitó.
Mal quedarían quienes saliesen a defenderlo y a pedir otro periodo con las mismas promesas que lo dejaron afónico para llegar por primera vez a la primera magistratura. Ese día no podrá culpar a los medios, ni a quienes le adverasen y tendría que pagar con una derrota el querer pretender seguir recordando un pasado igual. Si quiere reelegirse tendrá que ser superior a su derrotado y no recordarlo nunca en sus errores. Solo así tendría el beneplácito del voto.
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