No hubo tangente por donde escapar, los uniformados para la ocasión de rojo no les interesaba la promesa de un ferrocarril de desde Manao hasta el Caribe y esperaban pacientemente la oportunidad para interrumpir al maestro del rayado de mapas. Ante la pregunta sobre la producción de tubos, vino la primera puñalada por la espalda como definió el Presidente que fue el trato recibido por los trabajadores desencantados. Cero producción le respondieron sin titubeos, esta vez no les tembló la voz y desconcertaron al Comandante que no podía rechistar, ese primer atrevimiento después de corregir al mandamás que les enviaron, fue la mecha que se prendió.
A partir de ahí, renació el venezolano que pide por sus derechos, asumieron que el Presidente no es su jefe, sino su empleado. Es un funcionario público que maneja las cuentas del país y por lo tanto tiene que aclararlas. Dicen que se le perdió el respeto al Presidente, no creo, más bien empezaron a respetarse a sí mismos y a perder el miedo. Ese temor lo traspasaron al presidium y se notaba. Esa noche por ironías del destino, al lado del Caroní, agradecieron el supuesto fallo eléctrico por el que tuvieron que suspender la transmisión de una cadena que nunca debió salir si Tibisay Lucena fuese puesto orden en la campaña electoral.
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