(Marlani
Sánchez. @marlanisanchez)
No
tiene nada que ver con un camino, o quizás sí. En el Zulia le dicen “micros”
(no tiene nada que ver ni con televisión, ni con radio), o microbuses pues. Por
razones ajenas a mi voluntad he tenido que tomarla. Varias veces. Creo que no
lo hacía desde mi época de estudiante (aún lo soy, pero los tiempos han
cambiado, y me refiero a mis primeras épocas de estudiante), ok, quedamos en mi
época de estudiante, la he recordado porque me refiero a la ruta, la del
transporte público, la de San Fernando de Apure. Por cierto la que me ha tocado
“agarrar” (aunque en realidad una vez dentro es a mí a la que agarran) por esas
cosas de la vida, es de las más difíciles y feítas vale, la más esperolaíta
pues. La reconozco por eso. Allá viene una, no, esa está muy bonita, ¡esa no
es!.
En
ocasiones el asunto es realmente fascinante, casi me he sentido como el hindú
de Life Of Pi, sí con cebras, orangutanes, hienas y tigres incluidos. En otras
ocasiones lo he hecho adrede como una terapia de catarsis y relajación, lo
juro; siempre he sentido inclinación al trato con la gente, y en eso la ruta,
no “tiene marca”, o como diríamos por estos lares, “no tiene padrote”, “no
juega carritos”.
Ahora,
para una persona con un severo trastorno obsesivo-compulsivo la cosa no es tan
fácil, he tenido que recordar aquel Método Silva de Control Mental que en mi
infancia practicaban mi tía Mireya y mi abuela Diosa, y que, como era de
esperarse de mí, algo vi y algo apliqué, ya ven, todavía lo aplico, para pensar
en otras cosas y que no me dé un ataque de pánico en el intento. No es fácil.
Los olores. Los roces. Las miradas. El galán pagándote el pasaje y sonriéndote
morbosamente. El carajito que la tos se lo lleva. El que te estornuda en el
brazo. La “mascadera” de chimó con sus respectivos escupitajos, claro hay unos
más educados que se llevan su potecito (transparente) y lo echan ahí pues. La
estudiante chemise blanca que te pone el morral más grande que ella en la cara,
¡cuidada con la nariz! ¿Y el que te lo arrecuesta?, sin querer claro, sin
querer.
Pero
no todo es tan bueno, hay cosas mejores aún. En estos días me senté al lado de
un joven que -en la ruta y solo en esa ruta- era guapo. Él en la ventana, yo en
el pasillo. El colectivo estaba “hasta las metras” y, yo, o, me comía el morral
de la estudiante o me arrimaba a su hombro, ¡exacto!, me arrimé a su hombro.
Él, obvio se dejaba, y hubo un momento en que nos miramos (casi con
complicidad, casi) por el espejo que el chofer siempre tiene al frente, arriba.
Otras
veces ha sido una verdadera experiencia erótica; juro que sin querer me he
extrapolado y he creído estar en un ménage à trois, y en la
privilegiada posición del medio de paso, aunque a decir verdad el asunto distó
suficiente de lo que al respecto he fantaseado, pero el momento vale la pena
mencionarlo, creo. Perdón a los mojigatos.