Columna.
(Marlani Sánchez. @marlanisanchez)
Desde hace tiempo quería escribir
de ellos, considero injusto no haberlo hecho antes. Esto no tiene nada que ver
con una clase magistral de lenguaje gestual (creo que eso es obvio, pero por si
a las moscas), es solo cotidianidad, esa que tiene la maña de encerrar cosas
realmente fascinantes, y otras que no tanto. Esta va dedicada a lo que esta
mortal, humilde (a veces no mucho), ha bautizado como: “Los tocones”.
No, no me he equivocado, no me
refiero a los tacones (me encantan, muchísimo, pero no los uso. Verlos). No voy
desbordarme temáticamente, otra vez. A ver, “los tocones” (con o) son aquellas
personas, que vaya usted a saber por qué razón -juro googlear mucho más de lo
que googleé para tener mayores datos de los que poseo en este instante- (eso es
mentira, no tengo ningunos mayores datos, solo trato de hacer más interesante estas
líneas y lograr que sus ojos lleguen a la última, sin saltarse de la tercera o
cuarta al punto final), ok, sigo, que “los tocones” son los que no pueden
establecer conversación alguna contigo ¡si no te tocan!. ¡O sea!. ¡Hello!.
Vale, van hablando y te van tocando, hablan y te tocan, juro que estoy clara de
que -al menos- los que me han tocado (literalmente) a mí, lo hacen, digamos,
sin morbo pues (ni modo, ya lo juré). Pero que maña tan desagradable esa.
Qué clase de invasión de tu
espacio. Infiero que lo hacen porque sienten, cree, casi tienen la convicción
(tengan fe), de que con cada “tocaíta” acentúan, refuerzan, enfatizan, dan
matiz y hasta mejoran su tono de voz, lo cual no tiene naaaaaada que ver, al
contrario, por lo menos yo, descuido totalmente la conversación para cuidar mi
cuerpo, que es muy mío y que lo toca solo quien yo decida.
Esa “maña” la he notado muy
arraigada en nuestro hermoso estado, entonces es algo así ve: -“Mira, ¿tú sabes
que tal cosa…? –No, ¿en serio? ¡Pero Claaaro chica! En ese momento lanzan la
tocaíta. No sé si es que últimamente estoy conversando más con hombres, pero
son ellos los que más lo hacen. Generalmente para enfatizar, insisto, a “la
tocaíta” casi siempre la precede un “de verdad”, “te lo juro”, “¿no sabías?”,
“y mira, ¿sabes qué?”, “¿adivina?” “¡no me lo vas a creer!”, etc. Las mujeres
suelen hacer cosas diferentes “la tocaíta” de ellas es usualmente agarrarte el
cabello, peinártelo, acariciarte (cosa que particularmente a esta mortal
también molesta y que igualmente traduzco en una invasión de espacio (claro que
sus excepciones las hay).
“La tocaíta” va -no sé si proporcional a la personalidad del
orador o del tema de conversación que este elija, o de lo interesante que el
orador considere que está dicho tema- desde el hombro (es quizás la zona más
recurrente) hasta el muslo (si la conversación es sentados) y algunos más
osados, o para darles el beneficio de la duda, más emocionados por la
verborrea; el pecho, entre otras partes. Confieso que he tenido que lanzar más
de una advertencia en este sentido, y en un mecanismo reflejo hasta he llegado
a apartarle la mano a al menos dos tocones.
Creo absolutamente en el lenguaje
gestual, de hecho en una conversación las palabas como tal solo ocupan un 35%,
pero el lenguaje gestual es tuyo, no tiene que ser tuyo y mío, yo no tengo que
ver con tu lenguaje corporal porque simplemente no tengo ni me interesa nada
que ver con tu cuerpo, no somos siameses.
He leído en alguna parte que
cuando dos personas están en el proceso del enamoramiento, y las visitas, y el
cortejo, y esas cosas tan cursis pero tan lindas, es bastante probable que en
medio de la conversación el caballero, como una demostración de interés,
procure un contacto con su dama. Pero es que eso es otra vaina.
En estos otros casos a los que me
refiero, tú dejas de oírle, solo piensas en que no quieres que te toque más y
te aferras a cualquier tipo de recursos: Si tienes un bolso casi que lo
conviertes en escudo. O sencillamente cruzas los brazos, y no por lo que el
lenguaje gestual o no verbal refiere de esta posición: “Postura defensiva y
protectora”, sí, claro que calza, pero esa referencia tiene que ver o tendría
que ver con la conversación, ¡no con cuidarte de que el caballero no te toque!
Son más insoportables que los
halitosos, los que hablan con spray incluido que si estuvieran comiendo vidrio
te desfigurarían el rostro, y los que te besan y te dejan el cachete lleno de
saliva o sudor. Mucho más.
De pana, es fea, desagradable, y
en ocasiones irrespetuosa; quítense esa maña. Dejen esas “tocaítas” para
ocasiones que realmente las ameriten, y que en esos casos sean más bien divinas
caricias con las que sus receptoras estén no solo absolutamente de acuerdo,
sino deseándolas.