Prensa. Diario
Líder. España accedió a
la final soñada de la Copa Confederaciones, en Maracaná ante Brasil, tras poner
de su parte una vez más el factor fortuna en la tanda de penaltis final (7-6),
tras un gran duelo sin goles ante Italia, que volvió a demostrar que es la selección
que más hace sufrir a la Roja.
España
tuvo un desgaste inhumano. Convertido en referencia mundial por sus éxitos,
saltó al césped con tal oficio que ningún rival le intimida. Son sus enemigos
los que modifican su identidad para buscar el camino de hacer daño a los
campeones. Italia lo consiguió en el primer partido de la última Eurocopa.
Prandelli tenía la formula. Más aún cuando comprobó que dejarse llevar por una
apuesta valiente en la final le costó una goleada.
Italia
cambió su dibujo. Eliminó espacios poblando el centro del campo con un 3-4-2-1.
Atacó con velocidad, siempre por el costado con superioridad numérica sobre
Arbeloa y Jordi Alba. Las ayudas de Pedro y Silva no llegaron. Ninguno jugaba
cómodo en ataque como para desdoblarse en defensa. La exigencia comenzó a ser
máxima.
La personalidad de España le lleva a querer la pelota con indiferencia
del nombre del rival que tenga enfrente. La buscó de inicio, cuando Pedro avisó
con un disparo cruzado. Desde los primeros compases se vio que Italia tenía muy
clara la lección. Conoce de memoria las virtudes de un rival que le ha amargado
sus últimos torneos. Colocación perfecta para asfixiar en la elaboración, robo
y salida en velocidad. Maggio era su baza.
Los
minutos y la falta de ideas generaron ansiedad. España se adentraba en la
precipitación. Añoraba el protagonismo de Iniesta que no encontraba líneas de
pase, con Fernando Torres en uno de esos días en los que se convierte en una
isla en punta. El escenario se posicionaba a favor de Italia. Fue cuando Sergio
Ramos lideró la defensa y emergió la figura de Iker Casillas.
Una
mala temporada, meses sin jugar, no borran de la memoria de Casillas sus
momentos de brillantez. La crítica apareció en una carrera sin sobresaltos y
supo silenciarla. Cuando sufría por la impotencia de sus compañeros vio como
comenzaron a llegarle en oleadas. Con un primer aviso a balón parado que
cabeceó Maggio arriba y un disparo cruzado de Gilardino.
La
solidaridad defensiva de la Roja comenzaba a ser clave. Por momentos se añoró
la figura de Xabi Alonso. Hacía falta un centrocampista de contención. Casillas
demostró que mantiene intactos los reflejos a los 17 minutos. Otra vez Maggio a
espaldas de Alba. Su testarazo en carrera lo respondió veloz Iker. Cada minuto
llegaba un susto. De Rossi volvía a rematar una falta. Marchisio le imitaba
desde el punto de penalti.
El guión de la película había tenido un giro inesperado. España
necesitaba el balón, parar el ritmo. Cuando atacaba corría riesgos, no llegaba
a defender. Inferior en capacidad física y añorando la figura de falso nueve
que asumió Cesc. La movilidad de esa variante habría descolocado al rival pero
el problema muscular de Fábregas lo impedía.
Italia no sufrió pero se
estrelló en Casillas. A los 36 minutos dejó una de esas paradas salvadoras que
dan partidos. Maggio estaba en todas y su cabezazo colocado se encontró la
estirada del capitán cuando el balón se encaminaba a la red. Los campeones
del mundo y Europa se tambaleaban pero nadie pudo dudar de ellos. En su peor
momento ante el único rival que le ha hecho sufrir, apareció Torres para rozar
el gol en una acción individual. Xavi tocó el balón y el 'Niño' recibió de
espalda, se marchó con calidad y su disparo de zurda se fue cruzado.
Los
equipos pedían el descanso. Casillas sacó los puños a un disparo de De Rossi
para cerrar una primera parte de aviso italiano. La segunda no podría ser peor
para la Roja. Se rebajó el ritmo. Es lo que provoca un partido a las cuatro de
la tarde con 32 grados y un alto nivel de humedad.
Prandelli
vio a España en el alambre y fue a por ella. Al descanso quitó un central,
Barzagli, para meter un medio, Montolivo. En la partida de ajedrez reaccionó
Del Bosque metiendo un extremo. Llegaba el momento de Navas, como ocurre en
cada gran torneo con un jugador que desequilibra.
Fue
un soplido de aire fresco para España, que debió buscarle más. Desequilibró
siempre y Buffon comenzó a intervenir. Tras un disparo al lateral de la red de
Iniesta, el primer tiro entre palos de la Roja llegó en el minuto 58 cuando
navas chutó abajo.
El panorama había cambiado pero a España le faltaba un plus en lo físico.
Lo intentó Iniesta tirando de orgullo. Con algo más de espacios dejó jugadas
marca de la casa, encarando rivales y dejándolos atrás. Lo vio claro para
chutar a los 64 minutos pero ejecutó mal, con Navas solo para marcar.
El
cansancio marcaba el bonito duelo de fuerzas. Se levantó Italia por momentos. A
balón parado. Con Pirlo como perfecto ejecutor. Tras varios intentos, Chiellini
remató a la red. Pero fue España la que acabó perdonando. Una duda en la salida
de Buffon la desaprovechó Pedro y Piqué lanzó a las nubes un pase atrás de
Navas.
Llegaba
la prórroga y España impuso su potencial. Lo hizo tras el mayor susto, un
latigazo al poste de Giaccherini a los tres minutos del inicio. Los palos,
aliados siempre de Casillas. Se levantó la Roja, con protagonismo para los
centrales en las ocasiones. Piqué tuvo dos, Ramos otra y se desgañitó pidiendo
a Howard Webb un empujón cuando iba a rematar un saque de esquina.
Hasta
sin fuerzas Iniesta rescata el virtuosismo. Picó un balón a la espalda del
rival, donde Alba apareció con velocidad para enganchar un disparo que rozó el
travesaño. Rondaba el gol España ante una Italia sin fuerzas. Y no cesó en su
intento en la segunda parte de la prórroga, cuando Italia firmó los
penaltis.
Mata
la tuvo desde la frontal y la suerte dio la espalda con un disparo lejano de
Xavi que Buffon desvió a mano cambiada y repelió el palo. El portero italiano
se creció en el final, sacando abajo un disparo cruzado de Navas. El recital de
los últimos compases no encontró el premio. Levantó al público que tanto silbó
a España y acabó ovacionando su entrega. Javi Martínez perdonó y llegaban los
penaltis.
Cinco
años después del momento que cambió la historia. Del día que Casillas enterró
los fantasmas del pasado. En esta ocasión el protagonismo no era para él.
Candreva desató una tanda perfecta chutando a lo Panenka. Ningún lanzador
fallaba. Los nervios se desataban. Tras seis aciertos el central Bonucci disparó
a las nubes. Era la hora de Navas y no falló. España estaba en una nueva final.
Tiene en su mano reivindicar el estilo que domina el mundo ante Brasil y en
Maracaná. Con un día menos de descanso y tras un esfuerzo inhumano. El factor
fortuna volvió a caer de su lado.