Prensa. AFP
El
Vaticano dijo que 3 millones de personas se reunieron en Copacabana para
escuchar al pontífice
AFP
El papa Francisco aprovechó el
cierre de la Jornada Mundial de la Juventud para instar a los jóvenes
peregrinos católicos a salir sin miedo a evangelizar, en una misa celebrada en
la playa de Copacabana a la que asistieron 3 millones de personas de 190 países,
según el Vaticano.
“El Evangelio no es para algunos
sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más
receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a
Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a
quien parece más lejano, más indiferente”, dijo el pontífice en portugués y en
español.
“Vayan sin miedo para servir”,
agregó el primer papa latinoamericano. Además de los cientos de miles de
peregrinos, a la misa final de la JMJ de Río de Janeiro asistieron los
presidentes de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner; Bolivia, Evo Morales;
y Brasil, Dilma Rousseff.
Francisco, de 76 años de edad,
llegó a la misa en un papamóvil descubierto que atravesó la playa rodeado por
los jóvenes que pasaron la noche en una gigantesca vigilia. En su recorrido, el
pontífice paró a saludar fieles, tomó mate, besó niños y una vez en el altar
recibió una sorpresa: el flash mob.
“Es hora del mayor flash mob del
mundo”, se anunció en el parlante, y arrancó la música. “Sea bienvenido,
bienvenido entre nosotros/qué bueno es oír tu voz”, cantaban los muchachos,
mientras bailaban la coreografía que fue divulgada, junto a la letra de la
canción, por Internet.
Raquel María Saad, una brasileña
de 19 años de edad, se movía sin dificultad sobre la arena, dominando a la
perfección cada salto, cada balanceo de brazos, cada vuelta, cada agachado de
la coreografía que, con movimientos torpes, trataron de imitar miles de
sacerdotes, cardenales y obispos.
“Practiqué todos los días. Fue
muy emocionante”, dijo la joven, acompañada de un grupo de italianas que, como
los religiosos, tuvieron más dificultad para bailar la canción. Desde lejos se
veían las puntitas de los dedos de los millones de peregrinos vibrando, dirigidos
por un grupo de chicos que bailaban sobre la tarima, delante del altar.
Más temprano, Anyne Karolina
Romano, de 19 años de edad, y Nathalia de Carvalho, de 17 años, practicaban.
“No, así no, es así”, le mostraba Anyne a Nathalia, que imitaba los movimientos.
Ambas pasaron la noche en Copacabana. “Quitando el frío, fue maravilloso”,
dijeron en referencia al invierno austral.
Comenzó la misa y la cara cambió,
era hora de reflexión, aunque decenas de personas se bañaron en el mar mientras
escuchaban. Muchos feligreses oían la ceremonia en sus idiomas a través de la
radio. Pero en los momentos colectivos, como el abrazo de la paz, fue curioso
ver cómo todos se saludaban en distintas lenguas.
Al final, el rito es el mismo.
Sobre la arena, María Luisa Barbosa (45) se arrodilló como la mayoría y levantó
los brazos al cielo durante la consagración de las manos en esta misa
multitudinaria que asegura fue un regalo de Dios en el día de su cumpleaños.
“Es una bendición”, dijo.
El desalojo de Copacabana fue
lento y engorroso, como habían previsto las autoridades. En una de las calles
del popular barrio se escucha la samba, en un ambiente similar al Carnaval,
pero sin alcohol.
Protagonistas. La víspera, al inicio de
la vigilia, el Papa pidió a los jóvenes meterse en la vida y no mirarla pasar
desde el balcón, ser protagonistas del cambio, interesarse por la política y
los problemas sociales y no dejarse ganar por la apatía.
“Por favor, no dejen que otros
sean protagonistas del cambio”, pidió ante una gigantesca muchedumbre que le
aclamaba, muchos llorando, tras recientes protestas callejeras que sacudieron
Brasil en demanda de mejores servicios públicos y contra la corrupción y el
derroche del gasto público.
Como lo hizo a los jóvenes,
Francisco pidió a los obispos y cardenales brasileños no tener miedo de
involucrarse en asuntos relativos a la educación, la salud, la paz social, que
son las urgencias del país, instándolos a comprometerse más con la realidad
social.
El Papa dijo que en Brasil se ha
aplicado con originalidad el Concilio Vaticano II (1962-1965), que adaptó la
Iglesia a los tiempos modernos y cambió su perfil cerrado y doctrinario hacia
uno pastoral.
Sin embargo, señaló que en esa
aplicación, adoleció de “enfermedades infantiles”, lo que fue interpretado como
una referencia a la Teología de la Liberación, que llevó a muchos católicos y
miembros del clero a integrarse a movimientos revolucionarios en las décadas
del sesenta y setenta. Esta corriente, que tuvo en Brasil uno de sus
principales viveros, fue combatida por Juan Pablo II, en plena guerra fría,
acusada de contaminación marxista.