Columna. Orlando Nieves.
Pedro Calderón de la Barca en
el soliloquio más famoso del drama español, escribía:”Yo sueño que estoy
aquí/de estas prisiones cargado,/y soñé que en otro estado/más lisonjero me
vi./¿Qué es la vida? Un frenesí./¿Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una
ficción,/y el mayor bien es pequeño:/que toda la vida es sueño,/y los sueños,
sueños son.” Así es Jenny Caña, una de las artistas más talentosa que he
conocido. Soñadora, emprendedora, humanista, cariñosa, colaboradora y con una
sensibilidad que muchos desearían tener.
Esta hermosa negra caraqueña,
residenciada en Guárico y con el corazón apureño ha logrado plasmar su trabajo
en nuestros corazones. Indudablemente el talento le sobra y lo ha demostrado en
múltiples exposiciones, obteniendo reconocimientos y premios, tanto regionales
como nacionales. Desde muy pequeña mostraba su afición y atracción hacia el
dibujo y la pintura, logrando su especialización en la Escuela de Artes
Plásticas “Juan Lovera”.
Su trabajo nos muestra un
profundo afecto por lo humano y lo divino, plasmando en sus pinceladas esos
sueños tranquilizadores que te hacen descubrir la esencia de lo hermoso de la
vida. Tertuliar con Jenny disfrutando un café, es uno de los placeres que te
hacen olvidar las manecillas del reloj por lo fluida y sincera de la
conversación, como decía un buen amigo, el tiempo pasa y la hora no se detiene,
con Jenny es todo lo contrario. Escuchar sus sueños, utópicos en su mayoría, es
sentir su calidez humana por un mundo mejor y más lleno de cultura.
Aún cuando la vida le ha jugado
algunas malas pasadas, se ha levantado como el ave fénix para seguir adelante
defendiendo la vida con esa pasión y valentía que siempre la han caracterizado.
Luchadora por sus ideales y férrea amante de la cultura, además de su talento,
hacen de Jenny una de las mujeres valiosas que ha pasado por nuestro Estado,
colocando en alto el nombre de Apure. Quienes tenemos el placer y el orgullo de
conocerla, sabemos de sus alegrías y de sus tristezas, además que siempre le
busca la quinta pata al gato hasta que se da cuenta que solo tiene cuatro patas
y que el pobre gatico no nació con alguna enfermedad congénita.
Hoy cuando ya no se le ve
regularmente en San Fernando, por múltiples razones, Jenny Caña ha sembrado su
amor, sus ideas, sus sueños y su trabajo en nuestro hermoso, golpeado y querido
Estado Apure. Su trabajo ha sido elogiado por propios y extraños, mereciendo
las mejores críticas de aquellos especialistas y no especialistas en el tema,
simple y sencillamente es un trabajo digno de admiración porque lo hace con
pasión y amor. Su calidez y esa risa extrovertida le han hecho ganar el cariño
y la simpatía de muchos, que nos hacemos llamar sus amigos. Hoy con mucho
cariño y humildad le expreso a mi buena amiga Jenny Caña, que eres una de las
cultoras favoritas de mi pueblo…