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sábado, 5 de abril de 2014

Columna: El “llanto tipo cólico”…por Marlani Sànchez.

Columna. Marlani Sánchez. @marlanisanchez.
Así como Silvio dijo “hoy mi deber era…”. Hoy mi deber era escribir de unas peleas de gallos, sí, en serio. Para nada experta al respecto, de hecho sería desde una divina perspectiva de absoluta ignorancia de tema tratado ¿No es divino? Quizás más adelante. Quizás en la próxima. Quizás.

De modo que es miércoles y debo garabatear. Quiero decir; debo hacerlo ya.
(Ahora ya es jueves).

Del amor y sus demonios y/o derivados ya ha escrito todo el mundo. Sí, incluida yo, que tengo más relatos de sus demonios que de sus ángeles, un motivo para agradecer a Dios. No podía yo morirme sin haber conocido aquello. Divino. Lo repetiría (¿o debo decir lo repito?) con los ojos cerrados, y es que nadie me quita lo bailao. Divino. Como escribir ignorando absolutamente de lo que se escribe. Como escribir sabiendo que apenas llegarías a ser una simple aficionada, una frustrada que tan solo garabatea, que con suerte tendrá dos o tres lectores. Eso sí, los mismos, los mismos lectores, que es grande, muy grande. La gloria de un escritor no es sumar y sumar lectores; sino mantener aprehendidos a los que ya ha conquistado.

Encontrábame conversando con una amiga, pero gran amiga, del sin fronteras tema del amor, y fue ahí, de repente, como la luz cegadora y el disparo de nieve del mismo Silvio; rompió a carcajearse, sí, porque reírse es una pendejada, aquello fue una carcajada, tan estruendosa y contagiosa como la forma en que contravino las normas de Manuel Antonio Carreño, pero en demasía.

Asómbrame que la carcajada estuvo tan fuera de contexto, tan fuera de tono, tan inconsistente, tan desbordada temáticamente, tan desconcertante. Estábamos a punto de llanto; el llanto puede ser tan contagioso como la risa, y tan o más relajante. Era casi que anhelábamos llorar, se hacía casi imperioso, era como si lo necesitábamos, y va ella a acabar de esa manera tan genuino momento, tan mágico instante, si hasta nos paseamos por la “Soleá del amor desprendido” de Benítez Carrasco: “…yo no puse en compra venta mi corazón encendio, y has de tener muy en cuenta que mi cariño no fue ni comprao ni vendio, sino que lo regalé porque yo soy desprendio, por eso te di mi rosas sin habérmelas pedio, porque yo soy desprendio, y doy las cosas sin ver si se las han merecio…”, por la “Balada del loco amor” de Buesa: “…no, no diré esas cosas, y, todavía menos, la delicia culpable de contemplar tus senos. Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada, que era como la llave de una puerta cerrada. Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor, y ni siquiera entonces llegó tarde el amor…”. Y el “Se deja de querer” del mismo Buesa: “…se deja de querer, y no se sabe por qué se deja de querer. Es como abrir la mano y encontrarla vacía, y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue. Se deja de querer, y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed; como andar en otoño sobre las hojas secas y pisar la hoja verde que no debió caer...”.

¡Una vulgar y plebeya carcajada! ¡No lo podía creer!
-Coño, ¿Y te vas a reír? Espeté intentando detener su carcajada, en el fondo con rabia, porque había logrado interrumpir y detener en seco mi llanto que casi se derramaba, pero que finalmente casi se transforma en su misma carcajada. Fue como un coitus interruptus. Frustrante.

-¿Cómo es la vaina chica? ¿Que el llanto tipo qué?, fui lo único que pudo decir sin dejar de reírse (reírse es una pendejada, aquello era una carcajada) con los ojos llorosos, pero de risa.

-Cólico. El llanto tipo cólico. Esbocé en vano. Retomó la carcajada. No aguanté y terminé acompañándola…

Paseemos por “El valioso tiempo de los maduros”. “Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: Las primeras comió con agrado, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente. Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades…”.

Que con los años las prioridades cambian y entendemos la profundidad de las simples cosas y los nunca pequeños detalles. Que antes se llora “a moco tendido”, que antes se sabe lo que es dormirse llorando, el llanto, está descrito, demostrado, relaja, y en alguna ocasión me resultó mucho mejor somnífero que el Prozac o el Tafil. Pero con el tiempo no solo se cansa el alma, también los lagrimales, nunca se secan, siempre tienen ahí agua salada almacenada para cuando la circunstancia, el amar, el querer, la traición, la mentira, o la palabra esperada llegue, solo que los lagrimales, como uno, maduran también, quizás más que uno, y entonces se vuelven selectivos, quizás más que uno. Entienden ellos, con el tiempo, que no todo el mundo merece esa agüita salada, que debe uno saber a quién se la entrega.

Pero por muy maduros que seamos la sangre nos sigue corriendo por las venas y las acciones de ese ser, de ese ser, de ese y no de otro, buenas o malas, tienen un efecto, y mujeres al fin y al cabo, sentimentales como somos, apasionadas como somos, intensas como somos, obsesivas como somos, posesivas como somos, asfixiantes como podemos ser, siempre que somos mal pagadas, sin querer y a veces hasta queriendo activamos esos lagrimales, solo que como el amor, el llanto también se transforma. Eso se lo expliqué a mi amiga mucho después de la carcajada. Antes, solo le había dicho, que con los años mi llanto había mutado, una metamorfosis, como la oruga. Ráfagas, le dije. Y como sabía que ella bien entendería resumí: Se trata de un llanto tipo cólico. Segundos después fue que vino la bendita carcajada. Efectivamente había entendido. Perfectamente.

El cólico es un dolor muy muy fuerte, de aparición repentina, casi inaguantable, pero intempestivamente desaparece. Eso muy bien que lo sabe mi amiga. Bueno así.

Ahora, el que he bautizado como el “llanto tipo cólico” (quizás lo patente). Esas ganas de llorar locas, fuertes, muy fuertes, pero tan fuertes como breves, como cortas, pasan, y ya. Atrás queda el quedarse dormido llorando, ahora, con el valioso tiempo de los maduros analizas el contexto y no solo memorizas lo bonito, y, afortunada o lamentablemente, lo malo también se hace presente. Con el valioso tiempo de los maduros entiendes que quizás habías confundido extrañar con recordar, y que resultan dos cosas totalmente diferentes. Con el tiempo quizás le aciertas a cuándo debes extrañar y cuándo tan solo recordar. Quizás.

Quizás también, los besos más sentidos e inolvidables tienen sabor a lágrimas...

“El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas…”. Por el Garrik, el de “Reír llorando”, de Peza, finalmente terminamos paseando…

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