Opiniòn.
Gustavo Azocar Alcala.
La
Mesa de la Unidad Democrática pareciera estar empeñada en autodestruirse. Los
últimos acontecimientos ocurridos en torno a la MUD así lo confirman. Tras la
renuncia de Ramón Guillermo Aveledo y Ramón José Medina, algunos llegamos a
pensar que se abrirían las compuertas de la MUD para iniciar un verdadero
proceso de “democratización” de esa importante instancia política nacional,
pero de acuerdo con lo que vienen reseñando los medios de comunicación,
pareciera que está ocurriendo todo lo contrario.
En
lugar de iniciar un amplio proceso de consulta nacional con todos los ciudadanos,
para escuchar lo que piensa la gran mayoría de las personas que viven y sufren
en este país, la MUD ha preferido tomar el camino de la “encerrona” para tratar
de resolver sus propios problemas.
En
mi modesta opinión, la “encerrona” es un
mecanismo muy poco democrático: consiste en que los jefes de los partidos que
conforman la MUD se reúnen durante 8 o 10 horas para sacarse los trapitos
sucios. Contrario a lo que se cree, la encerrona no es para tratar de ponerse
de acuerdo con relación al camino que hay que seguir para sacar al país de la
severa y profunda crisis económica, política y social que lo afecta. La
encerrona es para ver quien logra tener el control de la MUD para luego imponer
su criterio.
La
MUD puede hacer quinientas encerronas. Pero hasta que la MUD y los partidos que
la integran no entiendan que deben conectarse con el pueblo, es decir, con la
gente de abajo, será mucho más difícil salir de los tres cochinitos: Nicolás
Maduro, Diosdado Cabello y Rafael Ramírez.
Conectarse
con el pueblo significa, por ejemplo, ponerse en los zapatos de las amas de
casa que salen todos los días al mercado a tratar de conseguir comida.
Conectarse con el pueblo significa, ponerse en los pantalones de quienes todos
los días salen a la calle a tratar de conseguir un empleo digno y no lo
encuentran.
Conectarse
con el pueblo significa entender y compartir el sufrimiento de quienes van a
los hospitales en busca de atención médica y no la encuentran por la sencilla
razón de que el sistema de salud pública colapsó. Conectar con el pueblo
significa meterse en la camisa de quienes sufren para obtener agua potable, de
quienes sufren para conseguir una bombona de gas o de quienes viven en un
rancho de zinc y duermen en el piso.
Cuando
fue creada la MUD, en enero de 2008, muchos venezolanos demócratas pensamos que
había nacido el mecanismo perfecto para enfrentar y derrotar a Hugo
Chávez. Seis años después, son muchos
los venezolanos que creen que la MUD no sirve. Ello ha ocurrido, entre otras
cosas, por la cuestionable manera cómo la MUD ha tratado de enfrentar al
régimen de Maduro, desoyendo las voces que en la calle plantean diferentes
caminos para la lucha y obviando la necesaria consulta hacia los ciudadanos, es
decir, hacia los electores, que son a fin de cuentas los que pueden decidir el
futuro de este país.
Es
triste decirlo, pero tal parece que es así: los partidos que integran la MUD
continúan de espaldas al país nacional. Qué bueno habría sido iniciar un amplio
proceso de consulta en toda Venezuela para que todos los ciudadanos interesados
en salir del régimen de Maduro hubiesen opinado con relación a la persona que
debía ocupar la Secretaría Ejecutiva de la MUD. Qué bueno habría sido organizar
unas primarias a nivel nacional para que los ciudadanos hubiesen elegido, con
su voto, a las personas que van a dirigir la MUD. No importa si hubiesen votado
cuatro gatos. Es mil veces preferible decir que el nuevo secretario ejecutivo
de la MUD fue electo por la gente, a tener que decir que fue escogido por un
cogollo.
Lo
mismo ocurre con el Plan Estratégico aprobado por la MUD. Habría sido diferente
si ese plan hubiese sido producto y consecuencia de 335 asambleas populares
realizadas en todos y cada uno de los municipios del país. La gente sabría al
menos que su opinión fue tomada en cuenta. Pero no fue así. Ahora sólo tenemos
un Plan surgido de una “encerrona”.
Me
gustaría saber cuál es la democracia que defiende la MUD. Por lo que he podido
observar en estos últimos días, la democracia que defiende la MUD se parece
mucho a la democracia que defiende Supermán, Batman y la Mujer Maravilla: una
democracia de comiquita, donde el pueblo sólo sirve para votar y más nada.
Mi
planteamiento sigue siendo el mismo: hay que democratizar a la MUD. Hay que
democratizar a los partidos que integran a la MUD. La MUD tiene que recuperar
la credibilidad perdida. Tiene que reconectarse con la gente de abajo. Tiene
que demostrar que es algo más que una alianza político-electoral a la que sólo
le importan las elecciones, es decir, los cargos que se puedan obtener en unos
comicios.
La
democracia es el gobierno del pueblo. Para salir de Maduro hay que tener
pueblo. Pero el pueblo, señores de la MUD, no se consigue en una encerrona.