Columna. Marlani
Sánchez. @marlanisanchez
Todos
tenemos ropa nueva, o sea, la que compramos más recientemente pues, o lo que es
lo mismo; la menos vieja, pero todos tenemos la que yo llamo “ropa preferida”,
esas franelitas que no nos quitamos por nada del mundo, esas por las cuales
llegamos del trabajo a mediodía a remojar rapidito porque puedes tener ese
closet full pero es esa, la blanquita esa, esa y no otra, la que te queda como
te gusta, con la que se te ven los senos bellos, o los pectorales explotados, o
los brazos papeados, con la que te sientes seguro, segura, esa vale, la que
sabes que te pones y te luce, esa, y ninguna de las otras 64 que tienes
limpias, ¡Es esa la que te quieres poner! ¡Es esa la que te vas a poner! Bueno,
lo propio con los jeans. Ah, no, ahí el asunto es peor ¿Por qué? ¡Por
Dioooooos! ¿Qué clase de pregunta es esa? Las nalgas vale, ¡Las nalgas! Sí,
claro, los muslos, pero si eres mujer sabes que la vaina es por las nalgas, si
eres hombres, tendría que preguntar, pero si me tocara a mí responder la
respuesta sería exactamente la misma…¡Las nalgas!, bueno, sí, está bien, eso
otro también. Ya está.
El
caso es que, obvio, yo, obsesiva compulsiva, con indicios de vigorexia crónica,
insufrible egocéntrica y de paso periodista, también tengo mi jeans favorito
(ídem con franelas, monos de hacer ejercicios, franelillas ni se diga, y
zapatos, já, esas Nike moradas que juro que en cualquier momento me hablan),
bueno lo tenía, nada, se rulló, se rulló, ese con el que se me nota de lejos el
rudo trabajo diario del gimnasio, el de abajo, el de las piernas, el fuerte, y
bueno…¡Las nalgas! ¡Las nalgas! ¡Se rulló! Ahora mismo lo cargo puesto, se me
aguan los ojos (yo ya no lloro, pero esa otra historia y no voy a contárselas
jamás, pero el caso es que hace tiempo se me secaron los lagrimales) en fin, se
fue, se descoció, mejor dicho se rompió por la rodilla, sé que esa bendita
máquina de extensiones de piernas y ¡el pocotón de placas pesadas esas que le
meto! ¡Yo todo el tiempo con mi bendita obsesión por los ejercicios! ¡Ni que
fuera para las Olimpíadas! Y es que eso tiene que haber contribuido, fue en la
rodilla, ¡es que ya casi no quería ni subirme y seguí! ¡Dios mío pero qué he
hecho!
El
diagnóstico del sastre fue deprimente, le quedan apenas dos lavadas más, y en
modo “suave”, o sea, con suerte, unas seis posturas adicionales, estoy
realmente desconsolada.
No
tienen idea ustedes de lo fiel compañero de rumbas y parrandas que fue,
silencioso testigo de los más divinos excesos, cuántas puestas de sol, cuántas
quitadas apuraditas (ahorita hago eso con mi jeans amigo y quedo en cuatro
bloques), cuántas veces fue el sustituto de la pinta del Día del Periodista,
terminado el protocolo y aparecía él, él, una franelilla, y las gomas Nike
moradas que en cualquier momento me hablan… ¡y la noche es joven! Cuántos
piropos de albañiles me procuró, cuantos miradas de mujeres envidiosas, y de
otras que no lo son, cuántas sentadas en la acera nos dimos, cuantas bañadas en
la lluvia, cuántas arremangadas juntos, cuántas ciudades de este hermoso país
recorrimos, cuántos roces furtivos debajo de aquella mesa, cuántas nalgaditas
insinuantes rapiditas sin mirones, cuántos apretones contra la pared, cuántas
metidas del celular en el bolsillo
trasero derecho ante la aproximación de motorizados, cuántos deslices me
alcahueteó, cuantas veces se hizo el loco frente a la ejecución de mis más
bajas pasiones, se fue, se rulló, se rompió, y en las postrimerías de su vida,
de paso he sido una malagradecida, claro que ha sido sin querer; ¡Carajo! ¡Y es
que cada vez que me lo voy a poner meto el pie justo por el hueco que se le
hizo y ahora lo tiene más grande! ¡Y es mi culpa! ¡Soy tan torpe!
Mi
amigo Aponte me recomendó…ya va déjenme ver bien el pin que me envió…ajá; un
“zig zag” y un parche de otro “jeans verde” (supongo que es su color favorito),
gracias de verdad por tu consejo, haré lo que tenga que hacer para prolongar
sus días y hacer de estos, sus últimos, un disfrute, él siempre ha sido muy
alegre, y ahora no tiene por qué ser distinto, al menos prometo bajarle dos,
dos placas, a la máquina de extensiones de piernas.
Ahora
mismo estoy en la sala del sastre, me ha dicho que sí puede hacer algo, le
percibo genuina certeza, todo saldrá bien, gracias por sus buenas intenciones,
siempre he sido una mujer de fe (increíble que fe no lleve acento, ¿verdad?).
Por los momentos el parche verde no será necesario…el sastre me ha asegurado
que aunque operado y ahora con ese estilo “al descuido” que le ha dado lo
rullido, podré volver a cantar El Cigarrillo con mi jeans preferido…