Columna. Marlani
Sánchez. Tuiter e Instagram: @marlanisanchez.
Y
así terminó el año, terminó diciembre, terminó diciembre (lo repito para mi
cuerpo que no lo supera, especialmente mi estómago, ya vamos para el gran
febrero y su hambre aún es decembrina). Los Roques, un paraíso, qué cosa tan
hermosa, camaradisnki, escualidisnki, escasedisnki, insegudisnki, carisnki, no
me acuerdo cómo es que se llaman esos cayos pero qué clase de belleza. ¿Yo?
Nahh; yo la pasé con mi madre y el sui generis contexto que eso implica; una
sobre dosis de "Quién Tiene la Razón" (¡qué manera de pronunciar la
erre tiene la doctora!) Y "Casos de Familia" (esos ojazos de Judith)
en un pantalla redonda con un control con las pilas descargadas, porque ¡Madre
que se respete no sabe de otros programas, ni canales, y tiene las baterías de
todo lo que se parezca a un control remoto descargadas! (Con la respectiva
manipuladita y el cuento de que no tiene tiempo y que si tú fueras buena hija
pues se las comprabas.
Como
yo no soy buena hija las metí toditas en el congelador varias horas, agarraron
una media carguita ahí y resolví. En su cumpleaños, en su cumpleaños le regalo
unas cuantas doble A). Descansé. Bastante. Fue un buen diciembre, fue un buen
año, si supieran que a mí también "me dejó una chiva, una burra negra, una
yegua blanca, ¡y una buena suegra!", que ya es mucho decir...
Troté.
A orillas del lago. Presencié una tormentilla de arena. Fui al teatro. Jugué
fútbol con mi primito (dominé a mi ego y lo dejé ganar). Largas conversaciones
con la que me parió, con el olor de su café de fondo. Abrazos sinceros.
Compañías que me hicieron más corto y divertido el camino. Volví a sentir esa
emoción tan grande que se me nubla la mente, ese nudo en la garganta y que el
corazón se me saltaba. Me deleité con esos tapices wuayuú. Me salió el “huesito
de la suerte” en la desmechada de las pechugas. Era la única flaca de la
piscina (otra vez), usar el plural sería lo preciso. Me preguntaron:
"¿Usted ha intentado el belly button shot?" (Sí, de "usted"
y todo). Comí cochino.
No
me preocupé por la afeitadera de las piernas (de las piernas...). Varias veces
me acosté sin cepillarme los dientes. En lugar de Derecho Laboral leí el
Adulterio de Coelho. No se me perdió ningún ticket de estacionamiento. Me
registré en el sistema biométrico pero no puse el chip de la gasolina. Me
arropé con la cobija de mi abuela. Extrañé a mi almohada loquita. Me reencontré
con mis columpios y con las arvejitas piladas de mi mamá. Casi casi me canso de
escribir: "Gracias por tus buenos deseos...disculpa, perdí mis contactos,
¿Quién eres?", casi, pero no me cansé.
El
Niño Jesús leyó mi muy bien redactada carta. Vi a los Reyes Magos; bellísimos,
altísimos, unos atuendos increíbles, ¡Baltasar tiene un perfil que no crearían!
Juro que esta vez no me preguntaron ni por el novio ni cuándo voy a tener un
hijo. Comí patacón y pastelitos de papa con queso a toda hora y sin
remordimiento. Todos los días chequeaba a ver si los abdominales seguían ahí.
Anduve en el Sambil en pijama. Comí de noche y no me morí. Viajé y no me dio
chicungunya, fui a la playa y no me atracaron.
Rematé
con las quesadillas de Corozopando (acabo de volver a chequear y ¡Siguen ahí!).
Encontré todo en su sitio. Ahora, al gatico ese, al que llegó a mi casa quiero
decirle que no me gustan los gatos, a ese blanquito blanquito de ojos celeste
cielo, a ese: ¡Jamás me han gustado los gatos! Así que es mejor que deje de
¿chillar? Cada vez que me ve, y de responderme cuando le digo "misu
misu".
Editor, feliz cumpleaños.