Columna.
Anghels Santana.
Foto:
Google.
Uno de cada dos hogares venezolanos está
dirigido, soportado, defendido por una mujer sola. Las estadísticas oficiales
hablan de algo menos: Según revelaron los datos preliminares del XIV Censo
Nacional de Población y Vivienda 2011, el porcentaje de mujeres que son jefas
del hogar alcanzó 39,3% del total.
De manera que no es arriesgado asumir
que, hoy por hoy, al menos la mitad de los hogares de esta Venezuela en crisis
está regido por una mujer solitaria. De acuerdo a los Censos de Población y
Vivienda, en 1981 más de medio millón de venezolanas eran jefas de hogar. Esos
590.220 hogares en los que la mujer ejercía en solitario la jefatura de la
familia representaban 21,7 % del total de hogares, que el Censo de 1981 ubicó
en dos millones 710 mil. Dicho de otra manera, a principios de los 80 en uno de
cada cinco hogares venezolanos la figura del padre era apenas un recuerdo, una
ausencia, una cicatriz. Esa cifra de mujeres solas al frente del hogar casi se
duplica nueve años después.
El Censo de 1990 ubica en 912.429 el
total de hogares venezolanos en que una mujer solitaria da la cara por sus
hijos. Esa cantidad de hogares liderados por mujeres solas representaba 24, 32
% del total de hogares registrados por el operativo censal de los ’90. Para esa
fecha, una cuarta parte de los hogares venezolanos no contaba con la presencia
de la figura parental masculina. El Censo del año 2001 revela que más de millón
y medio de mujeres en nuestro país (exactamente 1.544.378 madres venezolanas)
son madre y padre a la vez. Esta cantidad representa casi 30 % de los 5.261.202
hogares inventariados en nuestro país para esa fecha. Dicho de manera clara, a
principios de la década anterior, uno de cada tres hogares en nuestro país es
defendido a capa y espada por una mujer sola.
El machismo es el substrato cultural de
la paternidad irresponsable, que detona cuando la economía aprieta. El dinero
que antes alcanzaba para mantener “dos frentes”, una “novia”, las cervecitas
del fin de semana y hasta para tentar la suerte en los terminales y en el
remate de caballos, ahora ya no alcanza. Ante esta circunstancia, el padre
irresponsable tiene que sacrificar “algo”. Y en vez de dejar el juego o el
vicio, generalmente lo que dejan es un hogar al garete. Esta situación se ha
agravado en los últimos años porque nuevos y perversos factores han aparecido.
Desde el punto de vista económico, no se trata ya de que suba o baje el
desempleo.
Se trata de la precarización masiva: Una muy
importante cantidad de compatriotas no disponen hoy de un empleo estable en el
sector formal, de esos en que la condición de casado puede implicar mayor
estabilidad laboral y en los que se suele hasta cobrar primas por hijos. Por el
contrario, quienes hoy viven del “rebusque” o de un azaroso subsidio oficial se
ven empujados a conductas más primarias: La cultura del “resuelve” es la de
“sálvese quien pueda”. En ese trance, el hombre suele “resolver” para si. Allá
queda en el rancho la mujer sola, y los chamos en la vía, en la escalera, en el
callejón.
Otro factor que siempre ha existido,
pero que en la última década y media se ha agravado hasta transformarse en
tragedia masiva, es el tema de la inseguridad. Muchas de las mujeres que hoy
están solas al frente de su hogar no han sido “abandonadas” por el marido, sino
que son viudas de un compañero arrebatado por el hampa asesina. Siete de cada
diez víctimas de la violencia criminal caen en nuestros barrios. Nueve de cada
diez víctimas son hombres, en general muy jóvenes, que en la inmensa mayoría de
los casos dejan compañeras en la desesperación e hijos en la orfandad.
Por último, otra causa que
definitivamente ha incidido en que Venezuela sea hoy un país de mujeres
hermosas, trabajadoras, inteligentes… y solas, es de naturaleza cultural: En
nuestro país han venido ganando terreno los antivalores del machismo. Machismo,
caudillismo y militarismo son tres perversiones que han cabalgado en el mismo
caballo a lo largo de la historia de nuestro país. Generalmente los caudillos
no eran esposos devotos, ni padres dedicados: Eran “padrotes” que, como matas
de cambur con charreteras, echaban hijos a su paso, sin ver demasiado por
ellos. La arbitrariedad y el autoritarismo inherentes a la perversión
militarista, también están presentes en ese morbo llamado machismo.