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viernes, 27 de marzo de 2015

Columna: “Mujer Sola” Anghels Santana.

Columna. Anghels Santana.
Foto: Google.
Uno de cada dos hogares venezolanos está dirigido, soportado, defendido por una mujer sola. Las estadísticas oficiales hablan de algo menos: Según revelaron los datos preliminares del XIV Censo Nacional de Población y Vivienda 2011, el porcentaje de mujeres que son jefas del hogar alcanzó 39,3% del total.

De manera que no es arriesgado asumir que, hoy por hoy, al menos la mitad de los hogares de esta Venezuela en crisis está regido por una mujer solitaria. De acuerdo a los Censos de Población y Vivienda, en 1981 más de medio millón de venezolanas eran jefas de hogar. Esos 590.220 hogares en los que la mujer ejercía en solitario la jefatura de la familia representaban 21,7 % del total de hogares, que el Censo de 1981 ubicó en dos millones 710 mil. Dicho de otra manera, a principios de los 80 en uno de cada cinco hogares venezolanos la figura del padre era apenas un recuerdo, una ausencia, una cicatriz. Esa cifra de mujeres solas al frente del hogar casi se duplica nueve años después.

El Censo de 1990 ubica en 912.429 el total de hogares venezolanos en que una mujer solitaria da la cara por sus hijos. Esa cantidad de hogares liderados por mujeres solas representaba 24, 32 % del total de hogares registrados por el operativo censal de los ’90. Para esa fecha, una cuarta parte de los hogares venezolanos no contaba con la presencia de la figura parental masculina. El Censo del año 2001 revela que más de millón y medio de mujeres en nuestro país (exactamente 1.544.378 madres venezolanas) son madre y padre a la vez. Esta cantidad representa casi 30 % de los 5.261.202 hogares inventariados en nuestro país para esa fecha. Dicho de manera clara, a principios de la década anterior, uno de cada tres hogares en nuestro país es defendido a capa y espada por una mujer sola.

El machismo es el substrato cultural de la paternidad irresponsable, que detona cuando la economía aprieta. El dinero que antes alcanzaba para mantener “dos frentes”, una “novia”, las cervecitas del fin de semana y hasta para tentar la suerte en los terminales y en el remate de caballos, ahora ya no alcanza. Ante esta circunstancia, el padre irresponsable tiene que sacrificar “algo”. Y en vez de dejar el juego o el vicio, generalmente lo que dejan es un hogar al garete. Esta situación se ha agravado en los últimos años porque nuevos y perversos factores han aparecido. Desde el punto de vista económico, no se trata ya de que suba o baje el desempleo.

 Se trata de la precarización masiva: Una muy importante cantidad de compatriotas no disponen hoy de un empleo estable en el sector formal, de esos en que la condición de casado puede implicar mayor estabilidad laboral y en los que se suele hasta cobrar primas por hijos. Por el contrario, quienes hoy viven del “rebusque” o de un azaroso subsidio oficial se ven empujados a conductas más primarias: La cultura del “resuelve” es la de “sálvese quien pueda”. En ese trance, el hombre suele “resolver” para si. Allá queda en el rancho la mujer sola, y los chamos en la vía, en la escalera, en el callejón.

Otro factor que siempre ha existido, pero que en la última década y media se ha agravado hasta transformarse en tragedia masiva, es el tema de la inseguridad. Muchas de las mujeres que hoy están solas al frente de su hogar no han sido “abandonadas” por el marido, sino que son viudas de un compañero arrebatado por el hampa asesina. Siete de cada diez víctimas de la violencia criminal caen en nuestros barrios. Nueve de cada diez víctimas son hombres, en general muy jóvenes, que en la inmensa mayoría de los casos dejan compañeras en la desesperación e hijos en la orfandad.

Por último, otra causa que definitivamente ha incidido en que Venezuela sea hoy un país de mujeres hermosas, trabajadoras, inteligentes… y solas, es de naturaleza cultural: En nuestro país han venido ganando terreno los antivalores del machismo. Machismo, caudillismo y militarismo son tres perversiones que han cabalgado en el mismo caballo a lo largo de la historia de nuestro país. Generalmente los caudillos no eran esposos devotos, ni padres dedicados: Eran “padrotes” que, como matas de cambur con charreteras, echaban hijos a su paso, sin ver demasiado por ellos. La arbitrariedad y el autoritarismo inherentes a la perversión militarista, también están presentes en ese morbo llamado machismo.

Anghels Santana

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