Hay
en el país cerca de 40 productores independientes, la mayor parte de ellos
agrupados en la Asociación de Cerveceros Artesanales de Venezuela.
Prensa.
elmundo.com.ve. Eduardo Parra Istúriz.-
"Básicamente fue una crisis
monetaria. Estaba sin empleo, vi un programa de TV por cable en el que había
unos maestros cerveceros y comencé a preguntarme cómo hacerlo; si era posible
emprender desde prácticamente cero. Hace unos años vinieron a Venezuela unos
alemanes, maestros cerveceros, dieron unos talleres y yo me anoté allí”.
Así describe sus inicios Jesús
Fernández, quien produce dos marcas de cerveza artesanal: Hagel y El techo de
la Ballena; esta última producto que se comercializa de manera regular en el
local del mismo nombre en el centro de la ciudad. También comienza la historia
de varios de los que hoy conforman la Asociación de Cerveceros Artesanales de
Venezuela, quienes se abren paso lentamente en el mercado nacional, apostando a
un sector que aprecia la calidad de la cerveza viva.
Hay en el país cerca de 40 productores
independientes, la mayor parte de ellos agrupados en la Asociación de
Cerveceros Artesanales de Venezuela, quienes deben romper incluso barreras
legales importantes.
La ley es restrictiva
“La Ley de Licores estipula que
industrialmente solo se puede hacer cerveza tipo pilsener (que aquí se conoce
comercialmente como Pilsen) y nuestras cantidades están limitadas a 20 mil
litros anuales por tratarse de cerveza artesanal. Claro, para mí no es grave
porque apenas alcanzo a 500 litros por mes, pero tener un techo de producción
instalado impide que podamos crecer. Sabemos que estamos muy lejos de romper el
monopolio pero estamos iniciando apenas ese camino”, indica Fernández.
Por su parte, Érika Méndez, quien
produce la cerveza O’Leary, plantea que se está buscando el espacio legal para
la cerveza artesanal. “Actualmente no existe una ley apropiada. Falta definir
cómo vamos a atender, cómo vamos a producir y cuáles serán los controles que
nos exigirán. Es un proceso muy complejo, el marco legal nos ha quedado
estrecho y vamos a buscar la ampliación de ese mismo marco”, dice. Entre todos los productores artesanales
(exceptuando las ya seminidustrializadas
Tovar y Destilo) difícilmente logran producir
4 mil litros anuales. Esto da una idea de lo lejos que están de morder
efectivamente el mercado.
Gastronomía es arte
Los productores de cerveza artesanal
defienden su trabajo y lo diferencian claramente de las cervezas comerciales:
“Ellos la filtran, la pasteurizan para que dure más en las neveras y eso mata
la cerveza. La cerveza artesanal es un producto que está vivo, su levadura. Mi
maestro cervecero, que es un alemán casado con una cumanesa, dice que una vez
que se hace cerveza, filtrarla es equivalente a hacer un sancocho y darte nada
más el caldo. Estamos en un proceso creativo, artístico, de producción
gastronómica”, cuenta Fernández.
Méndez encuentra que debe verse a este
producto como cualquier otro alimento: “la cerveza artesanal es un producto
alimenticio, tiene ácido fólico, nutrientes, la levadura está viva y no es
necesariamente una bebida alcohólica. No puedes tomar litros y litros de
cerveza artesanal, así que su función no es emborrachar sino refrescar.
Nosotros estudiamos en Irlanda y nos trajimos el conocimiento para producir la
cerveza al estilo irlandés. Es importante que haya más sabores y oportunidades,
y un espacio mucho más diverso”.
Alternativas desde el sur
De acuerdo con la Ley de Bavaria de
1516, en una cerveza sólo se permiten tres ingredientes: lúpulo, cebada
malteada y agua destilada. Claro que algunos productores añaden otros
ingredientes, sobre todo aromáticos, pero esas plantas son indispensables.
Aunque el lúpulo se siembra en muchos
lugares, sólo 5 países lo exportan: Alemania, Eslovaquia, EE.UU., Polonia y
República Checa, mientras que los principales productores de cebada son Canadá, España, Francia, Gran Bretaña, Rusia,
Turquía y Ucrania.
Para hacer cerveza hay que importar
materias primas y eso implica divisas.
“Estamos en conversación para traer
algunos insumos por algún mecanismo con Mercosur. Se estudia con Comercio
Exterior traer insumos de cervecería de otros países del continente. Yo
produzco mensualmente 500 litros, pero la mayoría de los productores sólo
alcanzan a hacer 100 litros al mes”, dice Fernández.
Lo cierto es que, por lo pronto y al
margen de los motivos que condicionan esa preferencia, la reina del gusto
venezolano es la tradicional rubia pilsener que explotan comercialmente Polar y
Regional. Un venezolano promedio consume 88 litros de cerveza al año, así que
hay un gran mercado a repartir e
iniciativas no faltan.