Opinión. Luis
Borges.
Después
de 17 años de un modelo político fundamentado en el pensamiento único es, no
menos que virtuoso, hallar un escenario donde se debatan diferentes visiones de
país y se propongan diversos escenarios más. Hallar una pluralidad de opiniones
en la militancia y diversidad de líderes calificados con amplias propuestas es
esencialmente democrático, y justo aquello por lo cual estamos luchando, por la
pluralidad, máxime cuando durante estos años adversamos un modelo político
signado por la uniformidad de pensamiento donde pensar diferente era un delito
moral, político y legal.
Quien
se adentra a opinar en política sin conocer la historia política venezolana
corre el riesgo de rayar en la impertinencia. Lo que vivimos hoy es, por muchas
razones, uno de los momentos más virtuosos en la lucha política venezolana
desde 1834 con la primera elección presidencial celebrada. Nunca antes con
tanta contundencia un proceso civil ha vencido al militarismo que se cierne
como sombra en nuestra identidad ilustre.
Este
país al que Miranda definió con razón como un país de “puro bochinche”, ha
logrado más que un éxito electoral el 6D, ha logrado un éxito histórico,
ejemplar, épico y trascendental. El 6 de diciembre fue la antítesis de lo
predecible, se rompió el ciclo de bochinches que advertía Miranda desde 1812.
Se reivindicó el legado de civiles como José María Vargas, Rómulo Gallegos y
Enrique Salas Römer, aquellos líderes civiles, sesudos, mesurados y pacientes
que entendieron que los procesos de cambios merecen entendimiento, dialogo,
aceptación del contrario, respeto por el ideal ajeno y honor ante el
adversario.
Las
visiones de Henrique Capriles Radonski y Leopoldo Lopez, de Julio Borges y
Henry Ramos, de María Corina Machado y Tomás Guanipa, no son personalismo ni
antagonismo, es la virtud de múltiples ideas expuestas sin temor, con pasión y
convicción, y sin depender de algún mesías iluminado. La unidad no es de
pensamiento, la unidad es de acción y organización. Lamento profundamente
quienes rechazan toda idea contraria a sus convicciones, esa actitud es
precisamente lo que no necesitamos. El 6 de diciembre se impusieron los civiles
sobre el militarismo que le ha costado más de 200 años entender que su función
está subordinada al accionar ciudadano, no al contrario.
Pero
más allá me atrevo a concluir que el 6 de diciembre ha sido una victoria del
orden y la mesura por encima del bochinche. Me permito alimentar esta
conclusión citando una frase que marca la aguda lucha entre el racionalismo
político y las aventuras que siempre han ocurrido en suelo venezolano. Durante
el primer golpe de estado ocurrido en nuestro país cometido –como siempre- por
militares osados, dijo el General Pedro Carujo al ilustre y digno presidente
Dr. José María Vargas, “Sr Vargas, este mundo es de los audaces” a lo que el
honorable civil y presidente legítimo respondió “No, este mundo es del hombre
justo”.
Sintamos
orgullo porque nuestros dirigentes -hombres probos y justos- diverjan en sus
ideas, siempre que ninguno albergue la idea de audacias y bochinches como en el
pasado. Ganamos más que una elección, logramos una reivindicación. Sintámonos
halagados y no nos rebajemos al desprecio e insultarnos.
Luis
Borges