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ElApuredehoy. Daniel Rodríguez.
Enviado por San Juan Pablo II como
Obispo de San Fernando de Apure el 7 de noviembre del 2001 ante la vacancia de
esta Porción del pueblo de Dios por el traslado de su obispo antecesor Mons. Mariano Parra Sandoval enviado
hacia la diócesis de ciudad Guayana.
El tiempo no se hizo esperar, el nuevo
Pastor traía toda una experiencia
pastoral y de evangelización por las tierras del llano guariqueño y de
Valle de la Pascua, trabajando en ellas también en este proceso de desprendimiento en su territorio
para la creación de una nueva diócesis.
Es por eso, que desde su primera visita
pastoral a las tierras del Alto Apure en medio de torrenciales aguaceros se
hizo presente este Pastor pocos meses después de su posesión en el territorio
de Guasdualito, el Amparo y el Nula.
Tierras misioneras emprendidas por la ardua labor evangelizadora que
realizaban en aquel entonces los padres jesuitas.
A lo largo de esta primera visita
pastoral se encuentra con los grandes problemas de esta región que hacía parte
de la diócesis que se le había encomendado.
Problemas que aunque los padres jesuitas trataban de atender, el nuevo
prelado se dio cuenta de que no era suficiente, que se hacía lo que se podía
pero que se le había confiado a todas las almas de estos 72.500 Km 2 de esta
porción del pueblo de Dios. Y por lo
tanto, sentía a estos fieles no en todo abandonados pero si desasistidos de la
gracia de Dios en muchos lugares.
Esta primera visita pastoral que hizo en
su diócesis, comienza a despertar mucha inquietud, sobre todo para poder
asistir a esos fieles distribuidos en esos pueblos, veredas, caseríos, muchos
lejanos y con graves problemas sociales como la guerrilla, el paramilitarismo,
el narcotráfico, la inmigración, la pobreza y el abandono del gobierno en muchos
servicios de una población como la vivienda, el agua, la luz, los servicios de
aguas negras, la conducción de aguas durante el invierno, etc.
Son muchas veces las manos pasadas sobre
la cabeza buscando dar solución ante este reto de la evangelización en la
misión que se le ha confiado en las tierras apureñas, como dar respuesta ante una minoría del clero
diocesano contado con los dedos de la mano, con dos comunidades religiosas
masculinas donde la mayoría eran ancianos, unas comunidades religiosas femeninas
ya dedicadas a la educación sin la posibilidad de ir a una misión, tantas
parroquias sin párrocos, abandonadas y solas por muchos años, tantas parroquias
solo con un templo y sin posibilidad de habitar o hospedar a un sacerdote, cómo
ir y venir a las tierras del alto Apure ante el deterioro de las vías y la
necesidad de 12 horas para llegar a la parroquia Ntra Sra del Carmen en
Guasdualito. Pero ante esta realidad fuerte, siempre encontraba en cada
comunidad un grupo de laicos
perseverantes en medio de toda esta historia de salvación asistidos siempre por
ese Espíritu que renueva la Iglesia y la sostiene con la gracia de Dios.
Son estas de algunas de las
características de la realidad de esta Iglesia de Apure al inicio de su misión
de este Pastor venido de las Mercedes del Llano. En medio de toda esta
situación es cuando despierta el proyecto de crear una nueva diócesis para el
Alto Apure con el deseo que tuviese un Obispo propio y cercano, y de este modo
asistir con frecuencia, constancia y permanencia a este pueblo que tiene sed de
Dios.
Esta idea del nuevo proyecto nace
también en el trasfondo de esa experiencia de la pastoral de conjunto trabajada
en la arquidiócesis de calabozo y proyectada desde la parroquia de San Juan de
los Morros que aún los signos y los testimonios dan fe de este obrar en el
ejercicio de un ministerio que se da cada día a la construcción del Reino de
Dios. Un proyecto también enmarcado en
una teología del Concilio vaticano II que celebraba su 35 años, como también la
reciente teología pastoral del Concilio Plenario de Venezuela que se
desarrollaba al inicio del nuevo milenio.
Es como entonces este hombre de Dios
comienza a emprender todo el trabajo para poder cumplir la misión
confiada. Inicia preocupándose para
mantener la fe de los fieles católicos existentes en cada una de las
comunidades parroquiales y a trabajar en pro de la pastoral vocacional,
reforzar el trabajo con la asistencia de los sacerdotes en la mayor parte de
las parroquias, a delegar seminaristas y religiosas para la asistencia de las
comunidades a lo largo y ancho de esta Iglesia de Dios. Y en la medida en que se comienza a extender
paso a paso la evangelización comienza a darle forma estructural y organizativa
a la diócesis, creando los distintos espacios de participación.
Por eso consolida las parroquias con su
propia jurisdicción, más tardes a su vez organiza las parroquias en zonas
pastorales y haciendo del Alto Apure en poco tiempo en la VI zona de pastoral
concediéndole al Padre Acasio Belandria qnpd el título de Vicario Episcopal de
esa zona para que pudiese resolver de un modo inmediato las diferentes
situaciones difíciles y urgentes que surgen de la acción pastoral ya que la
distancia le impedía estar de inmediato ante las dificultades. Fue asi como poco a poco la diócesis y
especial la zona VI fue también madurando en su evangelización y consolidándose
en su función.
Para esto, fortalece la presencia de
sacerdotes diocesanos en el Amparo, la Victoria, Bruzual, Elorza, Trinidad de
Orichuna y Mantecal, como también acoge la propuesta del ordinariato militar
para asistir la parroquia María Reina de los Santos en Bara de María, como el
fortalecimiento cada día de los padres Jesuitas en Guasdualito donde tenían sus
centros de evangelización como también en la parroquia del Nula y San Simón y
San Judas donde el Padre Belandría había logrado un trabajo grande y precioso
ante los ojos de Dios en las comunidades, caseríos y veredas de la de esas
grandes y extensas parroquias.
Sus ojos estaban puestos en toda esta
gran diócesis extendida como siempre decía, desde Santa Barbara de Arichuna
hasta la parroquia del Nula, pero con la
mirada en las necesidades de esa región del alto Apure, es por eso que con
frecuencia tomaba las riendas de su vehículo acompañado de su chofer superando
las dificultades de la vía y el calor para llegar a estas comunidades
cristianas de Mantecal, Bruzual, Elorza, trinidad de Orichuna, Palmarito,
Guasdualito, el Amparo, la Victoria, Guacas de Rivera, el Nula y Ciudad Sucre sin
contar las pequeñas comunidades donde se detenía para ver de cerca y acompañar
a los padres, religiosas, seminaristas que realizaban la misión y fortalecerlos
con su presencia de Padre y Pastor.
Fueron en esas visitas a lo largo de su ministerio episcopal como se fue
despertando cada día la necesidad de esta propuesta y contagiar a los padres, a
los religiosos, a las religiosos, y a los laicos para organizar el territorio y
de este modo presentarla ante la Conferencia Episcopal Venezolana.
Su preocupación no fueron solo los
feligreses que estaban en torno suyo en San Fernando, siempre era inquieto por
todos los fieles y sobre todo por los más alejados que le impedía por las
distancias, el tiempo, la situaciones críticas de la región llegar a ellos para
asistirlos y organizar mejor la evangelización como pudo lograrlo con las zonas
pastorales más cercanas.
Pero lleno de su experiencia de
evangelizador comienza a dejarse renovar también por algunos acontecimientos de
la Iglesia a nivel universal, continental y nacional que le permitieron
discernir qué era lo que quería el Espíritu Santo para esta Iglesia de San
Fernando de Apure y es entonces cuando comienza emprender un camino de
renovación tomado de la mano de la teología pastoral del concilio plenario de
Venezuela que le ayuda a organizar la diócesis,
las conclusiones de la V conferencia episcopal latinoamericana en
Aparecida Brasil y el emprendimiento de una Misión Continental permanente que
llega hasta los últimos rincones de cada una de las comunidades de esta
diócesis con los signos visibles después de una adecuada preparación para ese
gran lanzamiento que pone en marcha a todos y fortalece al mismo tiempo la
necesidad de crear una nueva diócesis;
como también el despertar que surge con el papa Francisco e invitarnos a
una nueva etapa de evangelización y colocarnos a todos a primerear la alegría
del evangelio, a involucrarnos todos, a acompañar todos, a fructificar todos y
celebrar todos, la evangelii gaudium despierta en este Pastor que lleva el báculo
con el peso de sus años a emprender ese gran deseo y en el marco de todo este
acontecer se dispone abiertamente a la iglesia venezolana en conferencia
episcopal y manifiesta con criterios claros en pro del bien de la iglesia y de
la salvación de esos fieles la necesidad de crear la diócesis de Guasdualito
invitando a los obispos cercanos a este territorio a disponerse y colaborar con
este proyecto de Dios.
Seguramente no era nada fácil ver la
posibilidad del nacimiento de otra iglesia diocesana para muchos obispos,
sacerdotes, religiosos y laicos allí en este medio geográfico rodeado de la
pobreza, de los problemas sociales que allí emergen y de la escasez de
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos formados, solo había una garantía
que lo empujaba y sostenía su anhelo como Pastor, era la Providencia Divina.
Ante esta buena nueva los padres
jesuitas que han venido evangelizando todo este territorio de Guasdualito, el
Amparo y el Nula se disponen y se alegran de la noticia que corre por toda
Venezuela y apoyan a este obispo que ve con ojos de misericordia a estos fieles
y comunidades que necesitan de un Pastor más cercano que pueda atenderlos y al
mismo tiempo fortalezca la presencia de más sacerdotes, religiosos y laicos
dispuestos a la misión. Es por eso, que
los padres jesuitas se recogen hacia el Nula y San Simón y San Judas en ciudad
Sucre a atender esa región y continuar su misión, dejando el espacio de
Guasdualito en su totalidad para que desde ya se fuese preparando el centro y
la sede de esa futura diócesis. Y el obispo venido desde el Guárico se dispone
a preparar este gran acontecimiento ya con la ayuda del clero diocesano y los
padres jesuitas.
Es así como todo se prepara para este
gran acontecimiento, una diócesis organizada en siete zonas pastorales, casi
todos las parroquias con párrocos nombrados, otras con religiosas y otras con
diáconos y seminaristas, pero todas asistidas, también las demás organizaciones pastorales como los apostolados y algunas áreas de la
pastoral.
En este clima de iglesia diocesana es
como tenemos a lo largo de su episcopado la visita de tres Nuncios Apostólicos
que siempre dieron el visto bueno de esta nueva diócesis en especial los dos
últimos: el nuncio Giancinto Berloco, el nuncio Pietro Parolin y el nuncio Aldo
Giordano. Estos nuncios Parolin y
Giordano motivaron mucho al obispo, a los sacerdotes , religiosas y a todo el
pueblo cristiano de esta gran noticia, fueron ellos quienes nos anunciaban de
que si era una realidad y de que iba a ser pronto, la propuesta fue presentada
al papa Benedicto XVI, pero los nuncios mantuvieron el buen deseo también con
el papa Francisco quien fue el que dio aprobación y dio las letras de erección
y el nombramiento del primer obispo Mons. Pablo Modesto González. Cabe destacar
que estos nuncios Parolin y Giordano
recorrieron la mayor parte del territorio de esta nueva diócesis en sus
viistas a la diócesis y que seguramente el Cardenal Parolin como secretario de
Estado y conociendo este buen deseo apoya ante su Santidad Francisco el parecer
de esta buena obra.
Y hoy 13 de febrero del 2016 ese obispo
que había llegado al Apure en sus sesenta años para ese entonces, y entregando
su vida poco a poco durante estos años para el renacer y el despertar de esa
nueva evangelización de la que habla el
Papa Francisco para estas tierras del llano apureño, se dio y se manifestó en
el nacimiento de una nueva diócesis, acontecimiento que también él celebra con
júbilo y esperanza en su caer de los años al conmemorar sus 50 años de vida
sacerdotal y llegar al cumplimiento de sus 75 años, y que como Pastor siempre
obediente, es el tiempo donde ha presentado la renuncia de su oficio episcopal
al Papa Francisco tal como lo recomienda la disciplina canónica.
Un proyecto de Iglesia que lo ha elaborado,
propuesto, trabajado y concluido con la ayuda de Dios en medio de sus colabores
inmediatos los sacerdotes, religiosos y laicos, seguramente lleno de alegría y
de agradecimiento a ese Dios de la misericordia que le ha permitido servirle y
por eso siempre sus palabras “Señor tu sabes que te amo”. Ese Pastor, ese obispo que un día vio muy
distantes sus ovejas y hoy se siente como el siervo inútil que hizo lo que tenía que hacer, ver a todos
las ovejas cerca de su pastor.
El obispo, padre, pastor y amigo de
quien les estoy hablando, y como todos los conocemos, es el que un día San Juan
Pablo II le dijo que se viniera a pastorear el rebaño de Apure Mons. Víctor
Manuel Pérez Rojas.
Gracias Monseñor Víctor Manuel Pérez
Rojas, la Iglesia de San Fernando de Apure siempre lo tendrá presente por su
celo pastoral y por el amor hacia los más pobres y necesitados. Los sacerdotes,
diáconos, religiosos, religiosos y todos los fieles reconocemos siempre su gran obra del nacer de una nueva
diócesis en estos llanos apureños.
Pbro. Álvaro Alfonso Meneses
Rodríguez
Vicario de Pastoral