Opinión
Internacional.
Gustavo Azocar. Miami.
Han pasado poco más de seis meses desde
que Nicolás Maduro decidió, de manera abrupta, inconsulta y unilateral, el
cierre de la frontera de Venezuela y Colombia. Han sido más de 180 días,
durante los cuales, los puentes fronterizos que unen al territorio venezolano
con el colombiano se encuentran clausurados y rodeados de alambre de púas para
evitar, supuestamente, el contrabando de productos de primera necesidad,
gasolina y otros derivados del petróleo.
Maduro aseguró, en agosto de 2015, que
el cierre de la frontera de 2.219 kilómetros entre ambos países, serviría para
impedir la fuga de alimentos y productos básicos que forman parte de la dieta
del venezolano y de cientos de miles de barriles de gasolina que son llevados a
territorio colombiano, donde el precio es hasta cien veces más alto.
El 28 de agosto de 2015, Maduro, afirmó
que “el cierre de la frontera con Colombia en el estado Táchira busca proteger
al pueblo venezolano y colombiano que hacen vida en el país, frente al
paramilitarismo y el contrabando que fueron inoculados desde la nación neogranadina
(…) el cierre de la frontera no es solamente por el contrabando de productos
venezolanos hacia Colombia, sino de la violencia instaurada, proveniente de
Colombia, en la zona fronteriza”.
Maduro dijo aquel día que decidió tomar
medidas estructurales y radicales en la zona fronteriza con Colombia: “no me va
a parar nada ni nadie, voy con todo. Vamos a tomar medidas estructuradas y
radicales para sanar este problema de raíz". En enero de 2016, Maduro dijo
que solicitaría “apoyo para que podamos, junto a los habitantes de la frontera,
construir una frontera segura sin la presencia de ningún grupo militar armado
de la característica que sea que venga de Colombia, ni que exista en territorio
venezolano”.
Pero seis meses después de haber cerrado
la frontera entre Venezuela y Colombia, ha quedado demostrado que la
justificación que ofreció Maduro no solamente no tenía ninguna validez, sino
que no resolvió ninguno de los problemas que aquejan a la zona fronteriza entre
ambos países. Podría decirse, muy por el contrario, que la medida de cierre
acrecentó los problemas que ya existían y alimentó los oscuros negocios
manejados por grupos al margen de la ley.
El cierre de la frontera había sido
ensayado por el gobierno de Maduro desde el 9 de agosto de 2014. En aquella
ocasión, el gobierno dispuso el cierre nocturno de la frontera
colombo-venezolana entre las 10:00 pm y 5:00 am, así como la prohibición del
transporte de carga de 6:00 pm a 5:00 am en los municipios limítrofes con
Colombia. Se buscaba con esa medida tratar de impedir el denominado contrabando
de extracción de productos de primera necesidad.
Un año después, el 19 de agosto de 2015
el Gobierno venezolano decretó estado de excepción por 60 días en 5 municipios
del Táchira: Bolívar, Ureña, Junín, Capacho-Libertad y Capacho-Independencia,
luego de un supuesto ataque por parte de grupos al margen de la ley contra
efectivos de la FANB que dejó saldo de 3 personas heridas.
El caprichoso y descabellado cierre de
la frontera entre Colombia y Venezuela, que como ya se sabe tiene más de 6
meses, está dejando más de 400.000 dólares diarios en pérdidas al sector
comercio según lo informó el gobernador del departamento colombiano de Norte de
Santander, Edgar Díaz. A eso hay que sumar unos 300 mil dólares que pierde el
sector del carbón. Y otros 300 mil dólares que pierde el sector turismo. Eso
quiere decir, que en 180 días, las pérdidas económicas casi llegan a los 200
millones de dólares.
Habría que preguntarse: ¿Cómo es posible
que un país como Venezuela, donde escasean las divisas, el empleo y la
producción, se da el lujo de
desperdiciar 200 millones de dólares que tanta falta le hacen? Hoteles,
aerolíneas, tiendas y restaurantes han perdido una fortuna gracias al cierre
fronterizo: se calcula que entre agosto de 2015 y febrero de 2016, unos 50 mil turistas colombianos dejaron de
ingresar a territorio venezolano por la zona fronteriza. La mayoría de ellos
tenía paquetes comprados para ir a Margarita, Los Roques y la Gran Sabana. El
turista que menos dinero tenía, disponía de unos 2 millones de pesos.
El gobernador Edgar Díaz dijo que el
cierre de la frontera afecta diariamente a unas 100.000 personas solamente del
lado colombiano. Las autoridades indicaron que el cierre impacta a unas 7.000
familias que viven de la producción de carbón. Las pérdidas, sólo en transporte
y envío de carbón superan los US$300.000 diarios. Según informó el gobierno
colombiano, cada día que pasa con los puentes cerrados, se dejan de mover 6.000
toneladas de carbón colombiano hacia Venezuela, que es una de las vías de
exportación de este mineral.
La Cámara Colombo Venezolana de
Comercio, Cavecol, informó que el comercio binacional entre ambas naciones
representó años atrás 7 millardos de dólares, pero en 2014 decreció a 2 millardos
de dólares y hasta julio 2015 descendió
40%, es decir, que a duras penas alcanzó poco más de un millardo de dólares.
Según Cavecol, la medida de cierre ocasionó una afectación mayor. Es posible
que en 2016 ni siquiera se llegue a un millardo.
Al observar las cifras y las
estadísticas, necesariamente hay que concluir que el cierre de los puentes
fronterizos entre Colombia y Venezuela, fue un gran fracaso. Nicolás Maduro y
José Gregorio Vielma Mora, artífices del cierre, deben admitir ante el país, 6
meses después, que botaron la bola, pusieron la torta y que lo único que
consiguieron fue dejar en la pelazón y en la indigencia a centenares de miles
de personas que tenían sus negocios y sus comercios lícitamente registrados y
operativos en la frontera.
Los hechos demuestran que las mafias
delictivas y militares, que supuestamente iban a ser erradicadas con el cierre
de los puentes fronterizos, están hoy día más vivas que nunca, disfrutando el
hecho de que ahora pueden dedicarse ellas solas al negocio. El contrabando de
gasolina no se ha detenido (ni se va a detener) y el paso de productos de
primera necesidad sigue viento en popa, ahora en camiones de Mercal y Pdval
según ha quedado evidenciado en decenas de videos colgados en Facebook y en You
Tube.
Sólo hay un camino: hay que abrir la
frontera. Y hay que hacerlo ya. La apertura de la frontera debe ser acompañada
con una medida que reactivará la economía fronteriza y que le permitirá al país
el ingreso de divisas tan necesarias en estos tiempos de crisis: propongo que
se permita a todos los comercios, negocios, empresas y establecimientos
comerciales legalmente registrados ante las instancias competentes, que puedan
recibir pesos colombianos. En Cúcuta, Pamplona y Bucaramanga, los comerciantes
colombianos siempre han recibido bolívares. Las leyes colombianas lo permiten.
Lo mismo debe ocurrir del lado
venezolano: todo comerciante legalmente establecido debe ser autorizado a
recibir pesos colombianos. Los bancos deben ser autorizados para abrir cuentas
en pesos colombianos. ¿Cómo es que podemos abrir cuentas en dólares y no
podemos abrir cuentas en pesos colombianos? El país necesita divisas, y nos
guste o no, el peso colombiano es hoy por hoy una moneda fuerte que muchos
venezolanos también desean. Señores Nicolás Maduro y José Vielma Mora: abran la
frontera. Permitan que los comerciantes puedan vender y recibir pesos. Una
medida como esa si sería verdaderamente revolucionaria.