Prensa. Armando
Investiga. Fabiola Zerpa.
El
manejo de la crisis eléctrica que atraviesa el país sudamericano tiene dos
precedentes: 2003 y 2010. Entonces el gobierno del presidente Hugo Chávez se
resistió a racionar a gran escala hasta último minuto, agotando las reservas de
agua del embalse de Guri, en el suroriente del país. En 2016 la historia se
repite, pero con mayor intensidad: la cota de la represa es la más baja de los
últimos 20 años y se encuentra en niveles de emergencia. El ministro de Energía
Eléctrica, Luis Motta Domínguez, intenta maniobrar hasta que lleguen las
lluvias, mientras queda en evidencia el vacío técnico que dejó la eliminación
de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados.
Fue
una reunión inusual. Un ingeniero jubilado de la industria eléctrica venezolana
fue invitado a brindar sus conocimientos operativos al denominado Estado Mayor
Eléctrico, un conjunto de militares, ministros y funcionarios que maneja el
sistema interconectado nacional. Ocurrió el lunes 29 de febrero de 2016, en la
sede del Ministerio de Energía Eléctrica, la antigua sede de la Electricidad de
Caracas.
A
la cabeza de la cita estaba el mayor general de la Guardia Nacional y actual
ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez. Hubo varias presentaciones
sobre la situación de emergencia eléctrica del país. Muchos datos técnicos
fueron expuestos, entre ellos la demanda y oferta de energía del país, la
generación hidráulica y térmica, el caudal de Guri que se turbina, la
producción eléctrica de Guayana y del suroccidente de Venezuela. Pero una
preocupación sobresalió: la cota o nivel del embalse de la Central
Hidroeléctrica Guri, que ha venido descendiendo drásticamente en los últimos
meses debido a la dura sequía, poniendo en riesgo el suministro eléctrico del
país, ya que al menos la mitad del consumo es generado por la presa del estado
Bolívar.
César
Cardozo, el ingeniero convocado a la reunión, conoce esa variable muy bien. Fue
gerente de electromecánica de la central de Guri en la década de los años 80.
Entonces fue el encargado de “estrenar” varias de las turbinas cuyos
rendimientos podrían verse afectados en las próximas semanas, en caso de que
las lluvias no inicien pronto.
Ese
“estreno” ocurrió en 1984, cuando una de las últimas turbinas de Guri en ser
instalada (de las 10 de Casa de Máquinas 1, ver infografía), la número 11, fue
entregada por el fabricante a Edelca, la operadora de la represa. Las pruebas
de funcionamiento fue un proceso complejo. El fabricante recomendó que la
turbina tuviera al menos 10 metros de sumergencia (agua por encima). Luego de
varias negociaciones, y a riesgo propio tomado por Edelca, las pruebas se
hicieron por debajo de lo indicado, con vigilancia estricta y sólo por un
periodo determinado. Entonces el embalse tenía un nivel de 240 metros sobre el
nivel del mar (msnm).
El
ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez habló hace un mes de la
posibilidad de un "colapso eléctrico". Video: Youtube/El Momento
Venezuela. El dato es relevante, por cuanto desde 2002 Edelca (ahora Corpoelec)
manejó la cota de 245 msnm como la de “emergencia” para el embalse, y la de 240
msnm como la de “emergencia extrema”. Ambas cotas implican racionamientos
fuertes en el país, más aún del que se aplica desde hace varios años,
especialmente en la provincia. El mismo Motta Domínguez asomó la escala de lo
que sucedería de llegarse a esos niveles. “Si no se toman las acciones, las
primeras semanas o a mediados de abril podríamos tener un colapso eléctrico”,
dijo el 19 de febrero. Un mes después de la declaración, Motta Domínguez
intentó recoger sus palabras. “Han tratado de manipular la información tratando
de provocar un caos: que viene un mega apagón”.
Esta
semana el nivel llegó a 246 msnm y resta un mes de sequía según los pronósticos
de los hidrometereólogos. Por eso en la reunión que dirigió Motta Domínguez,
reseñada por el departamento de prensa de Corpoelec, salió a relucir el tema de
la autorización de la extinta Edelca para operar a esa cota o nivel del embalse
(240 msnm) y de la posibilidad de hacerlo hoy en día. ¿Sería posible?, fue la
consulta oficial.
Cardozo
indicó que ese escenario no era recomendable. Las circunstancias actuales (de
demanda energética, de condiciones de las turbinas, de caudal, de operatividad
del sistema, incluso de fuga de talento) son muy distintas a las de los años
ochenta. En rigor, aquella operación de 1984 había sido autorizada
excepcionalmente, por un período de prueba y el responsable ya falleció.
El
experto ingeniero no fue el único que manifestó su desacuerdo. Antonio Nakoul,
vicepresidente de Corpoelec, se sumó, y agregó que pondría su cargo a la orden
si tal decisión fuese tomada. Nadie lo secundó.
Angustiosa
cuenta regresiva
La
cota del embalse de Guri se ha convertido en uno de los indicadores más monitoreados,
a la par del valor del dólar en el mercado negro, desde inicios de este año.
Especialistas y población en general manifiestan estar reviviendo la crisis
eléctrica más cercana, la de 2010, e incluso otra, la de 2003, que se vio
encubierta por el paro petrolero y los efectos del golpe de Estado del 11 de
abril de 2002.
Sin
embargo, la situación hoy en día es más grave que entonces: en 2016 el embalse
se ha vaciado a una mayor velocidad y, en contraste con ambos años, no se han
anunciado públicamente planes de racionamiento eléctrico nacional o
contingencias para la ciudadanía, más allá de los exhortos a ahorrar energía,
el recorte de horario para los funcionarios y centros comerciales. Parte de la
inacción quizás provenga de la parálisis que encierra el estado de ánimo de la
Presidencia de la República. Pero también se debe a la politización y
desprofesionalización del sistema eléctrico que se inició en 2001 con el
desmantelamiento de la Oficina de Operación del Sistema Interconectado (Opsis),
un centro de operaciones creado en 1968, responsable de planificar y manejar el
sistema eléctrico.
Esta
semana el nivel del Guri llegó a 246 metros sobre el nivel del mar y resta un
mes de sequía. Por más de tres décadas
Opsis se encargó de dirigir el flujo de la electricidad a las regiones según la
producción de las empresas, supervisar su producción y garantizar la seguridad
del servicio. Estaba dotado de una plataforma tecnológica que procesaba cada
dos segundos la información de las distintas compañías eléctricas (Enelven,
Edelca, Cadafe y la Electricidad de Caracas) para tomar decisiones rápidas y
precisas.
Con
la data entregada por la red de monitoreo ambiental de Edelca, la Opsis podía
proyectar qué años habría sequía y cuánto racionar. Con esa información, la
oficina podía planificar el crecimiento de la demanda y la necesidad de
construir nuevas centrales hidroeléctricas para complementar la generación de
Guri y no depender tanto de ella.
Su
naturaleza colegiada y desvinculada de nexo directo con el Ejecutivo le otorgó
libertad de acción para decidir racionamientos. “Siempre prevaleció lo técnico
sobre lo político”, relató Gilberto Flores, quien además de haber sido gerente
general de Opsis, trabajó en las direcciones de mantenimiento, despacho de carga
y planificación de Edelca. “Nunca antes de 1999 algún Presidente o ministro se
inmiscuyó en nuestras decisiones”, agregó.
La
visión centralizada del gobierno del presidente Hugo Chávez (1999-2013) terminó
con esa prerrogativa. El primer capítulo del choque de trenes que desnaturalizó
su misión ocurrió a finales de 2001. 15 años después –aún con miles de millones
de dólares invertidos en plantas eléctricas y centrales hidroeléctricas que no
arrancan (como Tocoma) – el país se enfrenta al vacío que dejó.
Una
carta detona la crisis
El
11 de septiembre de 2001, el mismo día del atentado de Al Qaida a las torres
del World Trade Center de Nueva York, ocurrió un altercado en el Ministerio de
Energía y Minas, que marcó lo que vendría después. Luego de varios meses de
trabajo, la gerencia de Opsis presentó al ministro de entonces, Álvaro Silva
Calderón, y al viceministro de energía, José Luis Pacheco, un documento
–encargado por el Ejecutivo– sobre la situación eléctrica y recomendaciones
para mejorar el sistema, incluyendo las bases de una nueva ley para el área,
proyectos necesarios a futuro (como Tocoma) y hasta la propuesta de una Opsis
modernizada, incluyendo tabulaciones salariales.
Tras
una discusión sobre esos salarios, el viceministro Pacheco desechó el documento
en una papelera, aduciendo que eran muy altos. “Ustedes deben pagar mejores
sueldos para mantener un personal de primera calidad que garantice la seguridad
del sistema eléctrico”, le contestó Flores al viceministro Pacheco. “Si no, y
por otras cosas también, van a acabar con el sistema eléctrico”, recuerda que
le advirtió.
Un
mes después, el 12 de noviembre, ocurrió otra desavenencia. El año 2001 había
sido muy seco, y el personal de Opsis preparó análisis y proyecciones para
prever planes de racionamiento para 2002 y 2003 para cuidar el embalse de Guri
y no agotarlo para los años siguientes. De su manejo apropiado en período de
sequía y su recuperación anual en periodo de lluvias depende la calidad del
servicio eléctrico. Ese día el gerente tomó la decisión de racionar 200
megawatios en todo el país debido a que la central termoeléctrica de Planta
Centro (Puerto Cabello, con una capacidad instalada de 2.000 megawatios), no
estaba operativa.
A
Caracas intentarán protegerla, indican los expertos, para que no se repitan los
apagones que han ocurrido en los últimos años. Foto: Flickr/Julio César Mesa. “Eso
causó una gran molestia en el gobierno, que a toda costa no quería racionar,
debido al costo político que eso generaba. Y el 15 de noviembre nos llegó una
carta a Opsis donde nos revocaba la potestad de ordenar racionamientos firmada
por el ministro Silva Calderón”, recuerda Miguel Lara, ex gerente de
operaciones de la oficina para entonces. Su jefe, Flores, no se quedó de brazos
cruzados. “Fui a hablar con Alí Rodríguez, entonces secretario general de la
OPEP y a quien conocía desde sus tiempos de diputado de la Causa R. Le hice ver
el error que estaban cometiendo. Pero fue inútil. No revirtieron la decisión. Y
eso que él había comprendido muy bien el rol de Opsis”, relata Flores con
decepción.
Después
de 33 años, la decisión de los racionamientos pasó a manos del Ministerio de
Energía y Minas, que no tenía departamento especializado en electricidad, sino
una oficina menor. “Hubo que aceptar la medida. A partir de allí no se racionó
más con criterio de ahorro para el embalse. Se acabó la operación técnica y
empezó un proceso de centralización a través del cual el gobierno abusó y
continúa abusando del sistema eléctrico y vaciando el embalse de Guri cada vez
más”, recuerda Lara. El historial de asesoría de Opsis a los sistemas
eléctricos de España, Ecuador, Colombia y Cuba también quedó cerrado.
La
segunda crisis
Para
inicios de 2002 los programas de simulación instalados en el sistema de Opsis
arrojaban un año seco. Además, el sistema de monitoreo de la cuenca del Caroní,
que tenía más de 100 estaciones y era sobrevolada por helicópteros con
regularidad, registraba que los caudales del río no serían favorables. Así, las
cosas, habría un embalse menos lleno para 2003.
Atada
de manos para racionar, la gerencia de Opsis envió comunicaciones al alto
gobierno, alertándoles de la necesidad de no explotar el Guri en demasía,
incorporar desarrollos térmicos y acelerar proyectos nuevos. El 18 de mayo de
2002, la cota del embalse llegó al nivel más bajo de su historia: 249 msnm.
Previendo
el futuro, en julio de 2002 Opsis advirtió al Ejecutivo de lo peor: que el
embalse llegaría a la cota crítica de 245 msnm en 2003. “Les explicamos que eso
significaba tener que apagar 8 turbinas de Casa de Máquinas II, para evitarles
daños. En total, unos 4 mil megawatios menos de electricidad para el país, la
mitad de lo que produce Guri. Era algo duro, pero necesario”, recuerda Lara. Y
para la población, eso se traducía en la necesidad de aplicar niveles de
racionamiento en todo el país entre el 10% y el 40%. (ver infografía). Aun así,
la política de no racionar se mantuvo en pie.
Llegó
el 2003
El
10 de mayo de 2003, el equipo de Opsis y los trabajadores de Guri vieron cómo la
cota del embalse descendió a un nivel muchísimo más bajo que 2002: 244,55 msnm.
Unos centímetros menos que la cota de emergencia que Edelca había visualizado
como crítica en 1984. El embalse se había vaciado por un uso excesivo.
La
línea marrón advierte que si la sequía continúa, 2016 será recordado como el
año de la sequía y los cortes eléctricos. Pero ese día no fue el más tenso para
operadores e ingenieros de Guri. Una semana antes de ese 10 de mayo las lluvias
habían comenzado en las cabeceras del Caroní y se sabía que el embalse no
bajaría más. Más bien fueron las semanas previas de abril las más angustiosas,
cuando los programas de simulación arrojaron la posibilidad de que el embalse
llegara a 237 msnm, que es el nivel de las tomas de los ductos hacia las
turbinas, una altura a la cual puede entrarles aire y generar daño. “La orden
del Ejecutivo se mantenía en no parar las máquinas para no racionar”, rememoró
Lara.
A
partir de ese día el entonces presidente de Edelca, Oswaldo Artiles, ordenó
vigilar el embalse las 24 horas con largavistas para medir los remolinos o
vórtices que se empezaban a formar en la superficie del embalse. Ambos son la
manifestación de un fenómeno al que todo profesional ligado a una represa
hidroeléctrica teme: la cavitación. Los remolinos pueden generar burbujas que,
al descender hasta la turbina, dañan sus elementos. En el mejor de los casos,
las burbujas horadan la superficie metálica de los componentes, tras lo cual la
turbina debe ser detenida y reparada. En el peor de los casos, se genera una
bolsa de aire que puede implosionar, dañar permanentemente la turbina y hasta
generar un accidente. En las dos situaciones, la turbina vibra y emite un ruido
inusual.
“Acordamos
que nos avisaran cuando los vórtices estuvieran muy grandes”, recuerda Lara. Si
los ruidos y la cavitación comenzaban, el procedimiento era cerrar gobernadores
(un componente) y bajar las compuertas para turbinar menos agua. El efecto es
que el sistema genera menos potencia y, por ende, menos electricidad. De
inmediato los gerentes del despacho de Guri debían decidir cuántas turbinas
apagar. Ese año de 2003 Edelca manejó la posibilidad de parar una unidad por
una semana e iniciar racionamientos, aun contraviniendo la orden del Ejecutivo.
Ingenieros
consultados traen a colación varios accidentes ocurridos por vibraciones en las
turbinas. Uno de los más graves ocurrió en Rusia en 2009, en la central
hidroeléctrica Sayano-Sushenskaya, con el mismo tipo de turbinas de Guri. La
investigación del accidente indicó que una de ellas, que venía presentando
fallas reiteradas durante varios años, vibró hasta desprenderse, ocasionando la
inundación de la casa de máquinas, la muerte de 12 personas y la desaparición
de otras 50.
La
regla operativa
La
extrema situación de tres años secos seguidos -2001, 2002 y 2003- motivó al
equipo de Opsis a diseñar una regla de operación para el embalse, según las
cotas. Se construyó un modelo a escala de una turbina para estudiar el efecto
de los vórtices y las burbujas de aire. El estudio arrojó un rango de operación
según las cotas y el caudal turbinado. “De este análisis surgió la regla de no
operar por debajo de 240 msnm”, indicó Lara.
En
Rusia ya hubo un accidente por operar una represa como El Guri en niveles
críticos. En la gráfica se ve al mandatario Vladimir Putin pasando revista
después de la cavitación de la planta. Foto: Gobierno de la Federación Rusa. “Por
sus declaraciones, deduzco que Motta Domínguez tiene la intención de operar a
esa cota”, afirma Lara. La maniobra es peligrosa porque está a escasos 4 metros
de las bocas de tomas de los ductos que conducen a las turbinas, con lo cual,
dependiendo de la velocidad del cauce, la entrada de aire es más probable. “Yo
le hago un ruego cargado de angustia para que no lo haga. Es una ingeniería muy
fina la que se necesita para hacerlo, extremadamente delicada y que necesita
mucha experticia. Confío en que los ingenieros se nieguen a operar a esos
niveles y alerten cuando escuchen un ruido. Son sus vidas las que pueden estar
en riesgo. Pero noto que hay mucha sumisión”.
Por
debajo de esa cota, el país queda a media luz, dice Alberto De Lima, ex jefe de
Opsis y experto en el área. “Hay que apagar 8 turbinas de Guri, que equivalen a
5.000 megawatios de electricidad, lo que significa más de la mitad de lo que
produce Guri. Eso es una tragedia. Adicionalmente habría que parar parte de las
turbinas de las represas que están aguas abajo, Macagua y Caruachi. Corpoelec
debió preservar el embalse en agosto del año pasado y racionar desde entonces”,
dijo.
¿Qué
implica eso para los ciudadanos? “No habrá un apagón”, indica Flores. “Será
algo más desordenado y extendido que los racionamientos que ya empezamos a
vivir”, agrega. Un apagón se genera tras una falla puntual, explica, como las
ocurridas a finales de 2013, que afectaron a más de 18 estados durante varias
horas de un día. Más bien vendrían racionamientos rotativos en todo el país,
por periodos de 2 a 6 horas, dependiendo de la intensidad de las lluvias que
vengan. Los cortes serán más prolongados en la provincia. Y pareciera que ya
empezaron, hace una semana, por la proximidad de llegar la semana que viene a
la cota 245 msnm.
Fuentes
indican que el Ejecutivo ordenó un racionamiento de 700 megawatios en todo el
país, aprovechando el asueto de Semana Santa. En Guayana esto se ha traducido
en cortes de electricidad a la población entre 5:00 y 7:00 pm y 3:00 a 5 am. Lo
mismo indican reportes de usuarios en Zulia esta semana. Esto se complementó el
18 de marzo con el apagado de cuatro turbinas de Guri, las más viejas y de
menos poder, instaladas en la Casa de Máquinas I, que fue uno de los escenarios
evaluados por Motta Dominguez en la reunión del 29 de febrero. El mismo
ministro lo anunció por Twitter, alegando que es un “mantenimiento programado”.
A
Caracas intentarán protegerla, indican los expertos, como ha ocurrido durante
décadas. Fuentes relacionadas a Corpoelec indican que hay un plan para reforzar
a la ciudad con un suministro eléctrico directo adicional de la planta
termoeléctrica de Tacoa (estado Vargas). El miedo al caos de una Caracas a
oscuras espanta al gobierno. “En 2001 tenían miedo de que el racionamiento
eventualmente tumbara al gobierno”, recuerda Flores.
Crónica
anunciada
La
crisis está centralizada en manos de Motta Domínguez. El pasado 13 de marzo
publicó en sus redes s ociales una foto en la que él mismo buceaba el Guri,
para medir el nivel del embalse. “Esta crisis fue anunciada. Desde los años 80
comenzamos a visualizar que las fallas serían mayores. Se lo dijimos al gobierno
de Rafael Caldera, a finales de los años 90. Nos reunimos con la academia, las
universidades, los políticos, y luego con todas las autoridades del gobierno de
Hugo Chávez”, recuerda Flores. Tocoma, la central hidroeléctrica que debió
entrar en operación en 2007 no está culminada, a pesar de haberse invertido
7.000 millones de dólares allí. Y más de 40 mil millones de dólares pagados en
plantas termoeléctricas en todo el país no han servido para compensar la labor
de la central de Guri.
Y
hay un contexto poco resaltado que agrava el tema. La página de Opsis, que
mostraba la producción de electricidad de Guri, el consumo del país, así como
informes y otras variables, fue clausurada en 2011. Además, existe un clima de
terror entre los trabajadores de Guri y, en general, de Corpoelec. Muy pocos se
atreven a intercambiar comunicación con periodistas, teniendo el artículo 108
de la Ley del Servicio Eléctrico como contexto: “Cualquiera que indebidamente y
con perjuicio para la Repu?blica, haya revelado secretos concernientes a la
seguridad del Sistema Ele?ctrico Nacional, bien sea comunicando o publicando
los documentos, u otras informaciones concernientes al sistema, será castigado
con prisión de ocho a dieciséis años”.
Luego
de los apagones de 2013, varios trabajadores fueron imputados como responsables
de las fallas. Lara, junto a los ingenieros Víctor Poleo y José Manuel Aller,
fueron citados al Servicio Bolivariano de Inteligencia y se les advirtió de no
seguir dando declaraciones al respecto. Aún así, los consultados concluyen que
los efectos del colapso del sistema eléctrico comenzaron a asomarse hace unos
años ya con los cortes anunciados y sin anunciar en la provincia; las bajadas
de tensión que se observan a diario en el suministro; la explosión de transformadores
en las subestaciones; la falta de vigilancia del tendido eléctrico; y el
deterioro del sistema de distribución, que genera cortes forzados del servicio
como los que ha vivido Caracas en los últimos meses (El Rosal, Chacao, 23 de
Enero y Catia).
José
Pedroza, del departamento de proyectos de Edelca-Corpoelec en Puerto Ordaz,
refrenda las opiniones técnicas de Lara, Flores y De Lima, y confirma que la
crisis está centralizada en manos de Motta Domínguez. “Hay preocupación. Por
debajo de la cota 245 msnm puede haber vibraciones en la turbina. De llegar el
caso, la decisión de parar las máquinas es del ministro. Él está haciendo lo
que procede, que es generar electricidad con las máquinas más eficientes. No
hay nada más que hacer frente a una situación climática como ésta”, dice.
Alexander
Arcia, presidente del Sindicato de Edelca en Puerto Ordaz, asegura que los
trabajadores serán los primeros en denunciar acciones que comprometan la
operatividad de las turbinas. Aunque afirma que Motta Domínguez es “radical y
no escucha a nadie”, agrega: “No creo que haya gerencia tan irresponsable que
ponga a las turbinas a operar a la cota 240 msnm”.