Opinión.
Augusto Guevara Anzola. Caracas.
Por allá, en los primeros años de la
década del 60 del siglo pasado, fui llamado a su oficina por el presidente de
la Cámara de Comercio de Apure el honorable Don Félix María Rodríguez. Me dijo
que, en el momento en que hablábamos, se estaba formando en la sede de la
Asociación de Ganaderos una Junta Promotora del matadero industrial de Achaguas
y me preguntó si yo quería formar parte de ella como representante de la
Cámara, inmediatamente acepté y me incorporé a la Junta.
No había cumplido yo los 25 años de edad
y por ello me sentí abrumado al formar parte de un cuerpo en el cual habían
señores como Don Teodoro Sánchez Olivo, Don José Luis Sánchez Palacios (abuelo
de mis sobrinos Sánchez Guevara), Don Octavio Aguilera, Don Abraham Bezara (tío
abuelo de mis sobrinos Guevara Bezara), y otros que ahora se me escapan. Al
declararse instalada la Junta, pasamos a discutir el único punto del orden del
día: la designación del asesor. Sin discusión y por unanimidad aprobamos la
propuesta de Sánchez Olivo: el Doctor Saverio Barbarito, ese Alberto Adriani
apureño.
Sin enfrentar al capitalismo
Aprovechando la llamada de
participación, el asesor nos convocó a Caracas. Atendiendo esa convocatoria, al
siguiente día la Junta se presentó a la dirección indicada por Saverio. Ya
reunidos con él, el asesor nos hizo sus primeras recomendaciones, a saber: a)
no resistirnos a la posibilidad de que el gobierno (el de Rómulo Betancourt)
nos propusiera una Empresa del Estado;
b) evitar un enfrentamiento con los poderosos capitalistas que manejaban
el jugoso negocio de la carne en nuestro país. Aceptamos sin chistar. Entonces
nos dijo: mañana a las 9 am nos recibirá el Presidente de la Corporación
Venezolana de Fomento (CVF), Doctor Bonifacio Velázquez y las 2 pm lo hará el
ministro de Agricultura y Cría, Doctor Juan José Palacios. A partir de allí,
todo fue “coser y cantar”.
A los pocos días las altas autoridades
nos informaron que el matadero era “un
hecho”, y que se estaba constituyendo una empresa del Estado con ese fin
que funcionaría bajo la autoridad de la CVF: aceptado. Ya la Junta había
aprobado no enfrentar a la “rosca de la carne” esos animales cuya carne surte a
los frigoríficos y a las carnicerías. Sí lo haríamos con las 100.000 vacas
famélicas que todos los años se les mueren a los ganaderos porque su extrema
debilidad no les permite llegar vivas a esos mataderos y porque además su carne
sólo sirve para la industria. Así se lo informamos a las Autoridades y nuestro
Matadero comenzó a construirse. La Junta Promotora ya había cumplido y, careciendo de “objeto”, acordó disolverse.
Nada tuvimos que ver con la contratación y ejecución de las obras civiles.
Tampoco con la importación de la maquinaria industrial para el matadero. Mucho
menos, tuvimos que ver con su operación y administración.
Hay que reabrir el Matadero de Achaguas
Funcionó varios años, durante los
cuales, la economía apureña no perdió el valor de esas vacas famélicas. De
repente, un buen día, cerró el matadero. ¿Por qué? Lo ignoro. Lo que sí sé es
que en Apure siguen muriendo 100.000 vacas famélicas al año. Lo que también sé,
es que esa carne, convertida en embutidos, en algo paliaría la hambruna
chavista que mata a mis venezolanos. No me pregunten cómo, pero es necesario
reabrirlo. ¿Lo hará el Doctor Montilla
cuando sea Gobernador? Ojalá así sea.
Valga decir que ni los miembros de la
Junta ni el Asesor cobramos nunca nada por concepto alguno. Ni siquiera los
gastos de viaje a Caracas, que fueron muchos.
augustoguevaraa@gmail.com
twitter: @aguevaraanzola