Columna. Por
Augusto Guevara Anzola.
Al
advenimiento de la democracia venezolana en 1958 mi padre decidió trasladar la
familia desde nuestro campo hasta San Fernando, para que sus hijos menores
cursaran la educación secundaria, y así se hizo. Venia él con cierta frecuencia
“a darles una vueltica”, cuando tal ocurría yo le visitaba todas las noches.
“¿Qué lees?“ me preguntó una de esas noches. La conocida novela de León
Tolstoy, “La Guerra y la Paz”, le contesté. “Muy buen libro”, me ripostó,
“aunque no es el mejor de Tolstoy”. De este tenor eran, más o menos, las
tertulias con sus hijos mayores. Esa misma noche cuando me disponía a marcharme
me tomó por un brazo y me obsequió un hermoso ejemplar de “Ana Karenina”. “Éste”, me dijo, “es el mejor libro de
Tolstoy”. Creo que tenía razón, sobre todo por el planteamiento social y la
descripción de la decadencia de los Romanov y de toda la nobleza rusa del
momento.
Era
caso excepcional aquel circulo formado por mi padre y sus hijos mayores? Claro
que no. Recuerdo a muchas familias de nivel similar en San Fernando: La familia Montilla, la
guariqueña encabezada por Don Ricardo y Doña Gozbinda, y la apureña formada por
Doña Lucia y sus hijos José Gregorio y Josefina; las diversas familias Salas;
la Sánchez Olivo; Las Urbano, y tantas otras cuyas tertulias eran elevadas y
exquisitas.
1 de septiembre,
vamos todos a avanzar sobre Caracas
¿Qué
ocurre ahora? Se han descerebrado nuestras familias? Por supuesto que no.
Nuestras familias se mantienen incólumes, lo que se ha degradado es la
conversación. ¿Algún culpable? Sí, hay un único culpable: el gobierno. Es este
gobierno el que ha causado la crisis de desabasto de alimentos y medicinas, así
como su escandaloso encarecimiento. Es este gobierno el que ha propiciado el
auge de la delincuencia. Es este gobierno el que ha propiciado el auge de la
corrupción más grande que recuerde nuestro país. Es este gobierno el
responsable del desastre carcelario. Y es este gobierno, en consecuencia, el
responsable de que la tertulia de la familia venezolana, tan elevada hasta hace
pocos años, haya devenido a lo pedestre: no se consigue arroz, no hay atamel ni
penicilina, y cuando se consiguen son carísimos.
Corruptos
solazándose en su riqueza
Están
matando a inocentes en las colas para robarlos. Se fugan los pranes de las
cárceles y forman bandas de forajidos que cuentan con la mirada indiferente o
cómplice de las autoridades. Los corruptos deambulan por doquier, solazándose
en su riqueza mal habida. Esos son los temas. Por lo tanto, esto hay que
detenerlo ya. Lo que oyen nuestros niños en sus casas no presagia nada bueno
para los jóvenes y adultos del futuro inmediato. Mucho me temo que si no
cambiamos rápido a este gobierno, a ellos les tocará navegar la vida sin GPS. Eso
no puede ser!
La
tarea inmediata de indispensable cumplimiento es la de avanzar sobre Caracas el
próximo 1 de septiembre. Vamos todos!
@aguevaraanzola