Crónica. ALJER Propáez Ong
El
único deber que tenemos con la historia es rescribirla. Oscar Wilde (escritor,
poeta y dramaturgo irlandés).
El
presente y futuro de nuestro pueblo (Guasdualito), se nutre de su pasado
distante, reciente e inmediato; estructurado en hechos que representan la
gráfica lineal que nos representa como colectivo pensante. Por ello, la
importancia de que nuestra historia se continúe reescribiendo, y así aportar al
entendimiento de los momentos históricos que identifican nuestra significación
social (identidad) e indisiocracia, permitiendo a las actuales y venideras
generaciones de guasdualitenses, contar de primera mano con una referencia
histórica local que refleje los hechos, procesos y acciones transcendentales,
escritos y contados los mismos, con objetividad coherente y diáfana, cuyo
resultado u objetivo ulterior deseado es la conservación cultural y memoria
histórica, ante la transculturización parasitaria que nos invade desde todos
los puntos y dimensiones. Ojala pueda lograrse.
UN
PAVOROSO INCENDIO ORIGINADO POR CAUSAS DESCONOCIDAS EN LAS RIBERAS DEL RIO
APURE, CAUSO CUANTIOSOS DAÑOS… (Sic). Este era uno de los principales titulares
del prestigioso diario El Nacional, para el día 16 de febrero de 1948. Dicho
encabezado periodístico saldría tres (03) fechas después de acaecida la
desdicha, que asoló al pequeño poblado ubicado no en las riberas del Apure,
sino a orillas del río Sarare, apesadumbrando a un gran número de familias que
observaron impotentes la perdida de sus viviendas y enseres. De este lamentable
suceso han ocurrido exactamente 68 años, y aun es recordado por algunos
sobrevivientes generacionales quienes fueron testigos presenciales de lo
ocurrido la noche del 13 de febrero del año antes mencionado.
Sobre
las causas de la infausta ignición las versiones folklóricas e históricas
coinciden en señalar que, el punto de combustión tuvo lugar en la casa y
pensión de doña Rosa Elisa Panza, de la segunda generación familiar, venida de
Italia en 1910, cuyo emprendimiento la llevo adecuar su sitio de habitación en
un estadero temporal para viajeros, compradores de ganado y arreadores de hatos
vecinos. Para la época, el Guasdualito apacible mostraba un aspecto totalmente
agreste y silvestre, en donde cuatro (04) calles de tierra, aproximadamente cien
casas (la mayoría de bahareque y techo de palma real) caminos de recuas, como
medios de transporte el caballo y la carreta (salvo algunos Jeep Willis
pertenecientes a los ganaderos más pudientes) y el recalar de los steams boats
o barcos de vapor configuraban la cotidianidad sosegada del pueblito ribereño.
Lo
ocurrido el 16 de febrero de 1948, fue vivido y observado muy de cerca por el
historiador y cronista apureño Luis Felipe Martínez Veloz (+), quien en su
publicación “Guasdualito en la historia” textualizaría el suceso de la
siguiente forma: “cabe hacer mención al voraz incendio el cual destruyo 47
casas en el centro del poblado. Este incendio se originó en la pensión de la
señora Rosa Panza, quien al ir a equipar la nevera de kerosene se confundió con
otra lata, donde echaban gasolina, incendiándose la nevera, el fuego envolvió a
la señora, de forma tal, que por las graves quemaduras perdió la vida. Dos días
después la martirizada población recibió la visita del presidente Rómulo
Gallegos, con el fin de percatarse de los gravísimos daños, y tratar de
repararlos a corto y largo plazo, de allí nació el proyecto de reubicar la
ciudad, para el antiguo sitio de Pueblo Viejo, pero la mayoría se pronunció por
quedarse en el mismo sitio a orillas del río Sarare y el Caño Periquera”.
(2010:23).
Otras
fuentes populares disienten con la versión antes referida, en señalar que no
sería la señora Panza la causante directa de la tragedia, sino un zagaletón
corpulento de nombre Joseote (su ayudante), quien era verdaderamente el
encargado de surtir de kerosen al tanque de la nevera, y que en esa fatídica
noche, tal vez bajo los efectos etílicos, luego de una parranda en el
establecimiento de Magdalena Lara, confundiría los combustibles, yéndose, luego
de su cometido a recostarse en el remiendo de hamaca sin imaginar lo que
vendría. Doña Rosa inocente de todo, tenía como costumbre encender su nevera en
un específico horario nocturno. Esa noche como en otras procedió a prender la
mecha del artefacto; lo que vino fue una gran explosión, agravada por el
almacenamiento de combustible ubicado en el interior de la casa. Las dudas aún
persisten. Lo cierto fue que, ardieron las llamas, alimentadas aún más por la
cubierta rustica y seca de la residencia, originándose en cuestión de minutos
una cadena de fuego vandálico sobre las casas vecinas. El infernal y devastador
incendio arrasaría con más de 47 casas. Sin duda alguna, fue una noche
tenebrosa para nuestros ancestros.
El
informe oficial arrojaría el siguiente saldo: Se sabe de un (01) muerto, tres
(03) heridos y varios damnificados, estos últimos debido a las cuarenta y cinco
(45) viviendas que fueron destruidas por el incendio. El valor de las pérdidas
se estima en Bs. 500.000. El suceso motivaría a algunos a emigrar del pueblo,
afectado años atrás por una crecida vertiginosa del río Sarare, el panorama
desalentador no daba para mucho, ni para poco. Con los años resurgiría
Guasdualito como el ave fénix. Aún continúa su resurgir.
En
cuanto al zagaleton Joseote, supuestamente se marchó del poblado con la
vergüenza a las espaldas, lamentando ser el causante de la muerte de doña Rosa
Elisa Panza, y de la infame tragedia. Con el tiempo llegarían a oírse rimas
recordando el suceso:
¿Qué
le paso a Joseote
que
confundió el kerosen,
tan
grande y sendos ojotes
pareciera
que no ven?
ALJER