Sólo les queda a
los venezolanos arremangarse y pelear en mercados y farmacias para comprar
pañales desechables a precios regulados. Las empresas que los producían
adolecen de materia prima, y la mayoría, tiene las máquinas apagadas. Mientras,
surgen opciones como los “pañales ecológicos” y ponerle al bebé una toalla post
parto con ligas o cinturones.
Prensa.
Estimulo.com.
Son
las cinco y media de la mañana. Caminar a esa hora por la avenida San Martín de
Caracas (oeste de la ciudad) parece una aventura. Para Mariana Pabón no lo es.
Representa la oportunidad de comprar dos paquetes de pañales a precio regulado
en el Farmatodo que está frente a la estación de Metro Artigas. No es la única
con este objetivo. Frente al local hay al menos cincuenta personas. Todas con
algo en común: son mujeres.
No
importa que tengas ocho meses de embarazo y el ombligo brotado por la gran
panza. O que tu hijo tenga seis meses y no reconozca el término: “levantarse
temprano”. Todas están ahí por la oportunidad, por la lucha, por la esperanza
de que sus hijos no tengan que defecar sobre pañales de tela, protectores
infantiles o tollas sanitarias post parto. Una a una se alinean sobre una
condición tácita: nadie se colea –o al menos lo intentan-, mientras la Policía
Nacional Bolivariana (PNB) trata de mantener el orden. Cuatro funcionarios que
piden cédulas de identidad, ecosonogramas con al menos un mes de vigencia, y
para quienes no lo necesitan, la partida de nacimiento del niño o la niña que
compruebe que es de usted. Que usted no le está comprando pañales a otro
trasero que no sea el de su prole.
Farmatodo
abre a las ocho de la mañana. Pero se empieza atender a las diez. Los cuatro
empleados, más el gerente de la tienda, primero tienen que destapar los enormes
bultos donde vienen los pañales. Luego, se distribuyen en pequeñas cestas. En
cada una hay dos paquetes de veinte pañales cada uno. Hoy se venderá talla
grande a 442 bolívares. Precio regulado establecido por la Superintendencia para
la Defensa de los Precios Socioeconómicos (Sundde) en junio. Medida que buscaba
contrarrestar los precios en el mercado negro de este producto que asciende a
los doce mil bolívares.
No
lo hizo.
No
funcionó debido a que las productoras de pañales en Venezuela no cuentan con la
materia prima para cumplir con la demanda del país. Para todos los que han
tenido hijos, y los que están a punto de hacerlo, saben que un bebé puede
consumir hasta cinco paquetes de pañales en menos de quince días –y eso para ser
conservadores-. Un ejemplo de esas productoras es Kimberly Clark (fabricante de
los Huggies) y líder en el mercado local en la distribución de pañales
desechables. A mediados de junio fue expropiada por el Estado a razón de unas
denuncias introducidas por sus trabajadores donde supuestamente la empresa
“colaboraba con la guerra económica” al no producir las cantidades debidas de
productos para la higiene personal. El control de las instalaciones pasó a
manos de los trabajadores.
Y
ahora, en Kimberly Clark, todas las unidades de producción de pañales están
paralizadas.
Volviendo
a Mariana, ella no carga a su hijo en brazos. Lo tiene en sus entrañas con
cinco meses de embarazo. Es un varón, y en esta mañana se encuentra
particularmente inquieto. Patea, se mueve y busca encajarse en el costado
izquierdo de su mamá. Ella recibe un número garabateado en un pedazo de cartón
desgastado por el sudor. Ha sido usado muchas veces. Es el 54. Cifra que se
traduce al 154 a las nueve de la mañana cuando llega un grupo de vendedores
informales –conocidos como “bachaqueros”- que se adueñan de los primeros cien
lugares de la cola a punta de amenazas y actitud desafiante. Ante la mirada
complaciente de los policías.
“No
podemos hacer nada. La última vez uno de ellos apuñaló a una joven. Lo mejor es
quedarse quietos y rogar que los pañales alcancen para todos”, comenta Irina
Pantoja. Otra de las que buscan beneficiarse con los dos paqueticos que se
ofertan hoy. Mariana aguanta paciente, y consigue gracias a la generosidad de uno
de los empleados de Farmatodo, un banquito para sentarse mientras espera.
Comprar
consta de dos pasos. Primero, hacer la cola para entrar al local y agarrar tu
cesta. La coges como si fuera un kilo de oro. Segundo, hacer la otra cola para
pagar. Si tienes efectivo sales en menos media hora, si vas a pagar con tarjeta
de débito o tickets de alimentación, puedes durar entre dos y tres horas. Al
final, para poder ponerle los pañales a tu hijo, debe perder un medio día
completo. Mariana lo aguanta con resistencia budista. Lo hace todos los días
que le toca comprar por su terminal de cédula.
Porque
esa es la guinda del pastel para los que no saben. Para los que no viven en
esta economía distópica que envuelve a Venezuela: todos los productos con
precios regulados se compran de acuerdo al número con el que termina tu cédula
de identidad. Sea lunes, martes o miércoles; hay que agendar ese día como:
“para comprar lo que se consiga”.
Periódico
de ayer
Hablar
sobre escasez en Venezuela es redundar. Aunque, eso no significa, olvidar.
Desde la disminución de operaciones de Kimberly Clark, la distribución de
pañales desechables ha caído en al menos un 65% -según Fedecámaras-. Lo que se
une a la crisis para la adquisición de este producto que se presenta desde el año
2012, cuando empresas como Procter and Gamble comenzaron a advertir una baja en
la materia prima para la elaboración de artículos de higiene personal.
Una
advertencia que se transformó en realidad, y luego, en necesidad.
Y
ante la necesidad, el ser humano se convierte en sobreviviente. Aplicando
medidas que van desde comprar en el mercado negro hasta pelear –literalmente-
por un producto regulado. Pasando por pagar viajes o “tours” de hacer mercado
hasta Cúcuta (ciudad colombiana fronteriza con Venezuela) y atiborrarse de
pañales. Con el riesgo de que la Guardia Nacional venezolana los decomise de
regreso.
Comencemos
por el mercado negro, donde un bulto de pañales, sean de la talla que sean,
puede costar entre treinta y cinco mil y cincuenta mil bolívares. Cada bulto
trae una docena de paquetes. Por otro lado, los vendedores informales de los
mercados de Quinta Crespo, Coche y Guaicaipuro ofertan cada paquete entre doce
mil y quince mil bolívares. Mientras que un solo pañal, vendido como si fuera
una pieza de pan dentro de una bolsa de papel, puede costar quinientos
bolívares.
Si
sacamos cuentas, el salario mínimo mensual de Venezuela está en 22.756
bolívares –establecido por el Ejecutivo el primero de septiembre-, y si lo
cambiamos a dólares con la tasa oficial del Sistema Marginal de Divisas
(Simadi) de 647 bolívares cada dólar –monto al cierre del martes seis de
septiembre- el salario se traduce en treinta y cinco dólares.
Treinta
y cinco dólares que en teoría deberían comprar, al menos, cuarenta paquetes de
pañales regulados. Pero, como los precios regulados en Venezuela son tan raros
como ver a un objeto volador no identificado, todo se reduce a los precios del
mercado negro. Donde el salario mínimo no te compra ni un paquete.
También
están las opciones. Van de toallas sanitarias post parto que se ajustan a los
bebés con ligas o cinturones, y los pañales ecológicos.
Puede
que “pañal” y “ecológico” no vayan de la mano. Pero existen. Los encontramos
por Internet donde diversos vendedores los ofertan entre dos mil quinientos y
cuatro mil bolívares cada uno. La idea se concibe con una especia de
pantaloncillo de diferentes tallas que está fabricado en plástico con un
trasfondo en el área de la ingle para introducir almohadillas absorbentes. La
dinámica va que el bebé lanza sus disposiciones en una toalla absorbente que se
puede lavar para rehusarse.
Un
paquete de doce unidades de esas toallas ronda los diez mil bolívares.
¿Y
la producción qué?
A
principios de agosto el vicepresidente de Venezuela, Aristóbulo Istúriz, se
reunió con representantes de la industria de artículos de higiene personal. De
ahí salió la iniciativa para que ocho empresas se unieran y aumentarán la
producción de toallas y pañales. Istúriz aseguro que nuestro país tiene “un
fuerte consumo de pañales y tenemos la capacidad de producir para cubrir la
demanda”.
Lo
que recuerda que el ex presidente Hugo Chávez anunció en 2009 la creación de
una marca nacional de pañales: los guayucos. Con aquel nombre autóctono, no
había posibilidad de derrota. Sin embargo, siete años después, la fabricación
de estos productos dista mucho de ser efectiva. Sólo tuvieron una producción de
30 millones de pañales y hasta ahí llegó la iniciativa.
Actualmente
la fábrica de “guayucos”, ubicada en el municipio Miranda del estado Zulia,
está cerrada. Las instalaciones que prometían sacar 144 millones de pañales al
año, quedó para el recuerdo. Mientras Mariana debe seguir cazando numeritos
para comprar los regulados.