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Monseñor Baltazar Enrique Cardenal
Porras Cardozo, arzobispo de Mérida, recientemente designado por el papa
Francisco en el cargo más alto de la Iglesia Católica, para convertirse en el
sexto cardenal que ha tenido Venezuela, no cree que en el país haya una
división, porque “lo que hay dividido es una dirigencia que está de espaldas a
lo que el país está esperando y deseando, sobre todo, que esa lucha se está
realizando en paz, y es significativo porque no es la violencia, la muerte, la
exclusión, el odio, lo que está anidando en el corazón de los venezolanos, lo
que hay es un ansia de que se puedan superar los problemas que hay”.
El más alto prelado de la jerarquía
católica venezolana, quien a finales de los 90 fue durante unos meses el
administrador apostólico de la diócesis de San Cristóbal, respondió algunas
inquietudes a pesar del corto tiempo que tenía, pues le esperaban sendos
homenajes en la Catedral y la Basílica Santuario, de familiares, amigos y
quienes lo admiran por sus posiciones sobre la política nacional y las críticas
al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, y el momento apremiaba.
El diputado Henry Ramos Allup dijo que
el diálogo murió, ¿usted qué cree?
Es que la opción que hay no es solo la
mesa de diálogo, hay otras, esta no es la única instancia que existe;
lógicamente, como el Papa Francisco lo ha dicho, la única forma de ponerse de
acuerdo es sentándose, que se señale que haya muerto, lo que quiere decir es
que no hay resultados, que es la exigencia que el Cardenal Parolín ha hecho,
porque fue en lo que se quedó desde el inicio, en octubre.
¿Es decir, que en la mesa de diálogo no
ha habido resultados?
Los resultados positivos no los ha
habido hasta el momento.
¿Qué le ha faltado entonces en la mesa
de diálogo?
Dar respuesta a los problemas que acosan
a la gente, que es el hambre, la falta de medicamentos, la inseguridad, la
violencia existente, el irrespeto que hay a las instituciones.
Algunos dicen que Venezuela necesita
ayuda humanitaria, ¿usted qué piensa?
Yo soy presidente del departamento de
Pastoral Social Cáritas, y nosotros desde hace mucho tiempo hemos estado
solicitando que se permitan las muchas donaciones que tenemos ofrecidas, tanto
de América Latina como de Norteamérica y Europa, y hasta el momento lo que nos hemos
encontrado es con la respuesta que vimos con los contenedores que venían de
Chile
¿Cuál cree usted, es la solución a los
problemas del país?
La solución es darle respuesta a los
problemas existentes, que son los problemas de la gente.
Muchos piensan que la inflación está
acabando con el país, por el alto costo de la vida…
No, no solo es la inflación, lo que
estamos es inflados de falta de concordia, falta de fraternidad y falta de
búsqueda de pensar en las necesidades de la gente.
¿Usted cree que hay mucha pobreza en el
país, que el pueblo está pasando hambre?
Claro, hay que contactarlo, hay que
patear, tener una oreja y estar en medio de las comunidades para ver lo que son
sus necesidades, y a esas necesidades es a las que hay que darles respuesta.
¿Qué situaciones ha percibido en la
visita a esas comunidades?
Lo que todo el pueblo venezolano está
deseando, poder tener empleo, no tener que hacer colas para conseguir lo más
elemental, que se puedan obtener los medicamentos para las enfermedades y para las
ocasiones que se puedan presentar, sin que haya una violencia.
La frontera es un tema de interés para
los tachirenses, ¿usted cree que se debe abrir totalmente?
Venezuela y Colombia somos dos países
que siempre hemos tenido una relación muy viva, muy fraterna, indudablemente
hace falta encontrar los caminos para que como antes, pudiera uno ir de aquí
para allá y de allá para acá, porque no solamente es cuestión económica sino
que hay muchos lazos afectivos entre ambos países, entre ambas comunidades, y
yo creo que no hay nadie que tenga familia, yo tengo familia tachirense, que no
tenga algún compadre o a algún amigo del otro lado, y al revés, y que uno vaya
a las ferias de allá y vengan a las ferias de San Cristóbal y de Táriba.
¿Qué piensa de la emisión de billetes de
alta denominación?
Eso es un problema técnico, que
lógicamente no puede andar uno con un maletín para comprar empanadas, tiene que
haber una relación entre una cosa y otra, pero eso es un problema técnico en el
cual no tengo yo conocimiento.
Monseñor, usted vino al Táchira a
recibir reconocimientos por haber sido designado Cardenal por el papa
Francisco, ¿qué siente del recibimiento que le dieron?
Siento una inmensa alegría de poder
estar aquí para darle gracias a Dios por este regalo que el papa le ha dado a
Venezuela, en el nombramiento de mi persona como cardenal, que no es un honor,
un mérito personal, sino que tiene detrás a una Iglesia venezolana y el laicado
que lucha por la libertad, el bien, la verdad y el clima de concordia que tanto
necesita el país para echar adelante. La expresión de cariño tan cordial que he
recibido, se convierte en un compromiso mayor de seguir tratando y luchando por
el bien de los más pobres y necesitados.
¿Qué significa ese nombramiento?
Creo que el papa Francisco lo que nos ha
dado es para la Iglesia venezolana y un reconocimiento a lo que la Iglesia,
desde la jerarquía, la Conferencia Episcopal y otras instancias, quiere seguir
haciendo por la convivencia, el encuentro, la búsqueda pacífica a la solución
de los problemas que tiene el país.
¿Qué mensaje quiere enviarle a la
feligresía tachirense?
Estamos en tiempo de adviento, y el
tiempo de adviento es tiempo de esperanza, y la esperanza se construye en medio
de las dificultades y creo que son días en los que tenemos que leer y meditar
los textos de Isaías, cómo convertir las lanzas en podaderas, solo lo que se
hace con fraternidad y con amor, es lo que nos conduce a la paz y la
fraternidad de todos.
Finalmente, monseñor Porras envió “un
saludo para el pueblo tachirense, estoy aquí con alegría de poder estar en la
tierra de mi padre, donde yo guardo tantos recuerdos felices de mi infancia y
mi adolescencia, y después a lo largo de mi vida sacerdotal, con familiares y
amistades que aquí hemos cosechado a lo largo de los años”.
Por Marina Sandoval Villamizar