Prensa.
lanacionweb.com.
Monseñor Mario del Valle Moronta, obispo
del Táchira, envió el segundo mensaje de Adviento y llamó a los fieles
católicos a prepararse para recibir al Niño Dios en esta Navidad, “con la
fuerza del Señor”, lo cual implica “fortalecer la esperanza”.
Advirtió que “la preparación no es
solamente algo espiritual, sino que tiene que apuntar a ser más solidarios con
quien más lo necesite, a acercarnos como personas a los que más sufren, a los
que están a nuestro alrededor, al que está enfermo, al que no tiene recursos y
sobre todo en este tipo de crisis”.
Monseñor manifestó que la vida cristiana
se entiende como un camino hacia el encuentro definitivo con Dios en la
plenitud eterna. Sin embargo, se requiere de tener la actitud del peregrino que
va hacia ese encuentro, viviéndolo también en la práctica de la comunión con
Cristo y con los hermanos. El salmista nos sugiere de manera clara hacer ese
camino con alegría: “qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”
–dijo-.
Señaló que “todos estamos invitados a
alcanzar la plenitud. Incluso los paganos a quienes Dios mismo los atrae con la
luz de su sabiduría. En ese caminar, entre otras cosas, se nos invita a estar
preparados. Jesús también viene a nuestro encuentro. Él es el alfa y la omega.
El alfa o principio que con su acción pascual nos introdujo en ese camino hacia
la salvación. La omega que desde la eternidad de su trono nos atrae como un
imán hacia el encuentro definitivo con Dios uno y trino.
—Por eso se requiere estar preparados,
dejando a un lado lo que nos estorba: la oscuridad del pecado, la división y la
guerra, el estar dormidos y despreocupados. San Pablo nos lo advierte de manera
precisa: “daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del
sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las
tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”.
De allí que insistió: “Hay que dejar
todo lo que nos impida llegar a la meta y transitar adecuadamente por el camino
de la novedad de vida. Esto conlleva cambiar las espadas en arados y decidirnos
a una vida correcta que renuncie a lo que nos impide crecer como nos lo enseña
el apóstol: “Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas
ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias.
Vestíos del Señor Jesucristo”.
(MSV)