Siguiendo
el bizarro guión diseñado por el Ministro de la Presidencia, parte importante
del Gabinete en el Poder Ejecutivo boliviano bajo su control ha cerrado filas
para encubrir a los verdaderos responsables y causantes de la catástrofe aérea
ocurrida el pasado 28 de noviembre. Juan Ramón Quintana está protegiendo al
estafador venezolano Ricardo Albacete y a su hija Tizania Albacete, al narcotraficante colombiano Andrés Lafaurie
y a Sam Pa, el mafioso chino que financiaba a Lamia antes de la tragedia…
Prensa.
Wilson García Mérida | Redacción Sol de
Pando en Brasilia
Definitivamente, siguiendo el bizarro
guión diseñado por el Ministro de la Presidencia, algunos miembros decisivos en
el Gabinete del presidente Evo Morales han cerrado filas para encubrir a los
verdaderos responsables y causantes de la tragedia ocurrida el pasado 28 de
noviembre, cuando un avión de la desconocida empresa venezolana Lamia cayó sin
combustible, pocos minutos antes de aterrizar, matando a los futbolistas del
histórico finalista brasileño de la Copa Sudamericana, el Atlético Chapecoense,
baluarte del Estado de Santa Catarina.
Ciertos ministros de Evo Morales (no
todos) confabulan al mando de Juan Ramón Quintana para evitar el
desenmascaramiento y procesamiento correspondiente del empresario venezolano
Ricardo Albacete Vidal, dueño real tanto de la deficitaria compañía aérea como
del avión siniestrado. Su hija y socia Tizania Albacete, junto al colombiano Andrés
Lafaurie Restrepo, narcotraficante convicto, eran los encargados de controlar
al grupo de los pilotos bolivianos y administrar los ingresos generados por los
contratos de transporte aéreo para la Copa Sudamericana de Fútbol. El Ministro
de la Presidencia de Bolivia está protegiendo a Ricardo Albacete, a Tizania
Albacete, a Andrés Lafaurie y a Sam Pa (Xu Jinghua), el narcotraficante chino
que financiaba a Lamia antes del desastre aéreo (Sam Pa se halla actualmente
preso en su país).
La confabulación gubernamental boliviana
apunta a enterrar este caso junto al ataúd de Miguel Quiroga mediante una
sañuda estrategia de desinformación —una Operación Sicológica (Opsic) a escala
masiva sin precedentes en Latinoamérica— que pasa por matar civilmente al piloto
acreano (nació en el departamento boliviano de Pando, a orillas del rio Acre),
después de su infausta muerte física.
“A todos los que mueren les echan
flores, mi marido no tuvo esa suerte”, clamó sollozando Daniela Pinto, la joven
viuda, ante un canal de televisión en Santa Cruz.
El Gobierno de Bolivia, sometido a los
dictámenes de Quintana, ha decidido cerrar el caso descargando toda la
responsabilidad de la tragedia del Chapecoense en las hombros del desafortunado
piloto compatriota, quien, para su mala suerte, no pudo aterrizar en el tiempo
previsto esa noche del 28 de noviembre porque un avión colombiano pidió
privilegio para aterrizar antes que él, debido a supuestas causas de fuerza
mayor, obligándole a Quiroga hacer una espera mortal en el aire mientras el
combustible, calculado sin ese imprevisto, se le agotaba pocos minutos antes de
llegar a su destino.
Pero no fue la primera ni la única vez
que ese avión de Lamia volaba al limite extremo de capacidad en su tanque y de
su autonomía de vuelo. Lo hizo desde que comenzó a operar oficialmente en
Bolivia y el dueño de aquella nave, Ricardo Albacete Vidal, así lo impuso
gracias a sus oscuros tratos personales con el Ministro de la Presidencia,
quien, en julio del 2015, ejerció todas sus influencias para forzar una
licencia de vuelos internacionales en favor de esta aerolínea que ya había
fracasado en Venezuela (por deficiencia en sus naves y su mediocre flota aérea
precisamente), no obstante que el entonces
director de la DGAC (Dirección General de Aeronáutica Civil), Luis
Coimbra, había anunciado que Lamia, igual que Ecojet, sólo podría realizar
vuelos internos sin salir del territorio nacional, dentro la categoría de Taxi
Aéreo, debido a lo cual Coimbra fue destituido.
Una ruleta rusa voladora
Juan Ramón Quintana, Ministro de la
Presidencia de Bolivia, puso en los cielos del mundo una ruleta rusa voladora
al forzar una autorización oficial para que Lamia pueda realizar vuelos
internacionales sin cumplir los requisitos técnicos y legales para ello.
Si el Ministro de la Presidencia no
hubiese interferido en la correcta posición del general Luis Coimbra
sobreponiéndose a la autoridad competente del Ministerio de Obras Públicas para
forzar que la DGAC —con un nuevo Director vinculado al entorno íntimo de
Quintana— emita una licencia ilegal de vuelos internacionales, la tragedia del
Chapecoense nunca hubiera sucedido. Esa tragedia nunca debió suceder.
Forzando ilegalmente una licencia para
vuelos internacionales, Quintana puso en los cielos del mundo una ruleta rusa
voladora. Los tres únicos aviones de
Lamia (de los cuales sólo uno podia volar más o menos) estaban desde aquel
momento condenados a sobrecargar sus tanques de combustible con el riesgo
latente de explotar en el aire o caerse por un vaciamiento en caso de una
imprevista prolongación del tiempo de vuelo, que es lo que finalmente sucedió
el 28 de noviembre, para desgracia del capitán Miguel Quiroga Murakami y sus
pasajeros del Chapecoense.
Era cuestión de azar y de tiempo. Si no era
el Chapecoense, podía ser Messi con la Selección argentina, podia ser nuestra
Seleción boliviana o el Wilstermann, podía ser yo, tú, él; la tragedia podía
ocurrir en cualquier momento y lugar, dependiendo de volátiles factores
imprevistos. Lamia se afincó en Bolivia para tomar el cielo por asalto cargando
un pesado lastre de desgracia y corrupción.
Esta es la verdad que el Ministro de la
Presidencia de Bolivia quiere ocultar a toda costa, burlándose del mundo y
utilizando una vez más al gabinete de Evo Morales en los malévolos fines de un
hombre que ha enloquecido por su adicción al poder, a extremos patológicos
altamente criminales.
Quintana es el principal causante y
culpable boliviano de la tragedia del Chapecoense, y junto a él Ricardo
Albacete, el estafador venezolano, testaferro del narcotraficante chino Sam Pa
y dueño legítimo del siniestro avión de Lamia, su empresa en quiebra latente,
endeuda hasta el cuello.
Reymi Ferreira, Ministro de Defensa, es
el encomendado por Quintana para descargar toda la culpa de la tragedia en el
piloto Miguel Quiroga Murakami. Con frialdad de un matón a sueldo, se encarga
de rematar con una muerte civil al desafortunado aviador pandino.
“El asesino ya está muerto”, declaró con
sangre fria Reymi Ferreira, el Ministro de Defensa, indigno colaborador de Evo
Morales y cómplice principal de Quintana (a quien le debe el cargo) dentro el
Gabinete. Obrando como un oficioso sicario mediático igual que en el caso
Zapata, Ferreira desató una ola de desprestigio contra el piloto fallecido
acusándolo incluso de arrastrar un proceso disciplinario en la Fuerza Aérea de
Bolivia (FAB), por algo parecido a deserción. “Tenía un juicio con la FAB e
incluso contaba con un mandamiento de apremio“, mintió Ferreira sin temor a
Dios, en una conferencia de prensa que tuvo repercusión mundial el pasado 6 de
diciembre (la corresponsal de CNN en La Paz, Gloria Carrasco, es la principal
difusora internacional de los argumentos unilaterales del Gobierno boliviano).
Ferreira, el ministro quintanista, acusó
post mortem a Miguel Quiroga de haber provocado un daño al Estado por recibir
formación en el Colegio Militar de Aviación y luego aplicar ese aprendizaje,
como piloto civil, en el sector privado. “Ellos recibieron una formación
profesional, en la que el Estado invierte, y de pronto a media carrera en lugar
de cumplir con el acuerdo y volcar esos conocimientos y destrezas a favor de la
FAB y el Estado, prefieren renunciar“, dijo Reymi Ferreira ocultado
premeditadamente, y con descarada mala fe, las causas reales por las que Miguel
Quiroga —considerado por todos sus ex camaradas y colegas como el mejor piloto
de su generación—, se vio obligado a abandonar su brillante carrera castrense
en la FAB. Sol de Pando le recuerda al ministro Ferreira que su mentor, ahora
Ministro de la Presidencia, abandonó el Ejército para habilitarse como Asesor
de Seguridad e Inteligencia en el Gobierno de ADN presidido por el general Hugo
Banzer Suárez, percibiendo, a partir del año 2001, un sueldo cuatro veces mayor
a su salario como militar. Nunca se emitió mandamento de apremio alguno por esa
causa contra el señor Quintana. Por otra parte debería explicar Ferreira cómo
es que Miguel Quiroga, teniendo ese antecedente de “militar desertor” y siendo
yerno del senador opositor Roger Pinto, fue paradógicamente invitado por el
grupo de aviadores militares vinculados a Quintana para ser el piloto líder e
incluso socio de la aerolínea venezolana Lamia, apadrinada en Bolivia por el
mismo Ministro de la Presidencia.
Los hechos que salen a luz vienen
demostrando que la incorporación de Miguel Quiroga en Lamia fue un castigo
impuesto por Quintana desde que el Ministro de la Presidencia desató una sañuda
persecusión contra el yerno del senador Roger Pinto, exiliado en territorio del
Brasil a partir del 2013.
Ese mismo año, 2013, el capitán Miguel
Quiroga se vio forzado a abandonar la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), donde se
destacaba como gallardo y excelente oficial aviador, ante una escalada de
represalias que lanzó en su contra el ministro Quintana acusándolo de haber
colaborado con la fuga de su suegro. El Senador opositor, Pinto, estuvo asilado
durante más de un año en la Embajada brasileña de La Paz por la negativa del
Gobierno quintanista a otogarle salvoconducto, y tuvo que salir del país
clandestinamente en una operación ejecutada por personal de la misma Embajada.
Cuando Pinto abandonó Bolivia, su yerno, el capitán Quiroga Murakami, que
residía con su tierna familia en Cobija, se trasladó al municipio vecino de
Epitaciolandia, en la orilla brasileña del rio Acre, para estar cerca a su
suegro exiliado. Los organismos militares de Inteligencia al servicio de
Quintana reportaron ese hecho como un acto de “complicidad con el enemigo” y
las represalias dentro la FAB no se dejaron esperar.
“Quiero aclarar que mi marido no tenía
ninguna orden de aprehensión, él decidió renunciar a la Fuerza Aérea por la
presión de una Ministra, ella sabe de quién hablo, no lo dejaba en paz por ser
yerno de Roger Pinto“, dijo Daniela Pinto el pasado 6 de diciembre ante la
prensa cruceña. La desgarrada vuida, llena de miedo, se niega rotundamente a
pronunciar el nombre de aquella Ministra. Sin embargo, sondeando en fuentes de
la misma FAB allegadas al capitán Miguel Quiroga, Sol de Pando ha logrado
establecer que se trataba de la entonces Ministra de Transparencia, Nardy Suxo
Iturri.
“Micky nos contó con esa templaza que
siempre tuvo para ocultar sus angustias, que Nardy Suxo le presionaba
permanentemente, exigiéndole información sobre la forma en que Roger Pinto, su
suegro, había logrado salir de Bolivia para exiliarse en el Brasil” —asegura un
oficial de la FAB que fue camarada y compañero de curso de Quiroga en el
Colegio Militar de Aviación, de donde egresaron el año 2002—. “Como Micky se
negaba a actuar en contra de su suegro, la ministra Nardy Suxo y el que fue
nuestro comandante de la FAB, general Tito Gandarillas, cumpliendo órdenes
expresas del ministro Juan Ramón Quintana, impidieron el ascenso que le
correspondía a Micky para el año 2014, e incluso le rebajaron el sueldo.
También nos dijo que la banda de extorsionadores del Ministerio de Gobierno
encabezada por los abogados Fernado Rivera y Denis Rodas, que trabajaban con la
misma Nardy Suxo, se acercaron a Micky exigiéndole una exhorbitante suma de
dinero a cambio de permitirle seguir en la carrera militar”.
Esa fue la causa por la que Miguel
Quiroga se vió forzado a abandonar su carrera castrense como oficial de la FAB,
buscando una alternativa de vida en la aviación comercial civil. Sin embargo la
pesadilla no acabó ahí. Quintana seguía pisándole los talones…
Sabotaje a EcoJet para privilegiar a
Lamia
El capitán Miguel Quiroga Murakami, hijo
de un piloto cochabambino y una descendiente de japoneses en Cobija, usaba como
código de identificación militar la clave “Arcángel”, en alusión a su nombre.
Sus ex camaradas lo consideran el mejor piloto de su generación.|
El año 2014, el capitán Quiroga, ya en
la vida civil, participó en la creación de la aerolínea boliviana EcoJet,
constituyéndose en socio accionista con una inversión realizada en base a sus
ahorros personales y la indeminización que recibió tras su salida de la FAB. El
Gobierno, es decir el Ministro de la Presidencia, atacó de nuevo a Quiroga
obstaculizando los trámites de EcoJet ante la DGAC.
El destino hizo que los trámites de
EcoJet coincidieran con los de la aerolínea venezolana Lamia, propiedad de la
familia Albacete, tal como se desprende de las declaraciones efectuadas a la
agencia ABI, el 14 de noviembre de ese año, por el entonces Director General de
Aeronáutica Civil, Luis Coimbra Busch, quien, recordemos, había anunciado
oficialmente que “si se aprueban los trámites, las dos nuevas aerolíneas sólo
operarán como taxis aéreos a pequeña escala y no en el transporte comercial
masivo de pasajeros”.
Y entonces apareció otra vez el largo brazo de Quintana, como
reportamos en nuestro informe publicado el pasado 7 de diciembre:
“Albacete le reclamó a Quintana por esa
restricción que anunció Luis Coimbra y el Ministro de la Presidencia presionó a
plan de telefonazos (es su estilo) logrando la renuncia del honesto servidor
público, a quien el Ministro le exigia además acelerar la aprobación para la
venezolana Lamia y postergar indefinidamente la solicitud de la boliviana
EcoJet, la cual según Quintana era una empresa ‘formada por derechistas y
pro-imperialistas’ (en ese momento uno de los principales accionistas de EcoJet
era el capitán Miguel Quiroga Murakami, yerno del senador Roger Pinto, exilado
en el Brasil desde el 2013)”.
De ese modo, Quintana le obligó a
Quiroga abandonar su proyecto en EcoJet, forzándole al yerno de su encarnizado
enemigo, Roger Pinto, trabajar para él como piloto líder de la venezolana
Lamia, una vez que la compañía de Albacete había obtenido en nuestro país
licencia para realizar vuelos internacionales, gracias a las presiones de
Quintana sobre la DGAC. Quien convenció a Quiroga Muracami sumarse a Lamia, al
fracasar su inversión en Ecojet, fue su amigo coronel Marco Antonio Rocha
Venegas, el segundo “socio” boliviano de Lamia, también ex piloto militar de la
FAB y muy vinculado a Quintana junto al general Gustavo Vargas Gamboa, familiar
de Rocha y gerente de la contraparte boliviana en Lamia. La trampa estaba
tendida. Metido a la fuerza en Lamia, Miguel Quiroga estaba condenado a
subvencionar con su trabajo de piloto líder y con su sacrificio económico, la
estrategia diseñada por el Ministro de la Presidencia de Bolivia para salvarle
de la quiebra al venezolano Ricardo Albacete, estafador y testaferro de un
narcotraficante chino encarcelado.
Es así cómo se puso marcha el consabido
método extorsivo de Quintana, que podría resumirse de este modo: “Si te sumas a
mí y haces lo que te ordeno, te harás rico y tendrás muchos privilegios,
tendrás buen vivir; pero si te opones y te me desmarcas, perecerás y tu família
sufrirá; haré caer sobre tí todo mi escarnio”. Cada vez que sus enemigos
políticos se doblegan y terminan trabajando para él, Quintana —patético y
patológico— se cree un Mariscal.
Pero Miguel Quiroga no se dejaría poner
sumisamente los dogales de la exacción, resistió hasta el final, hasta que le robaron
minutos preciosos en su último vuelo llevando al Chapecoense, causando su
muerte y la de 7o inocentes deportistas brasileños. Quintana y su pandilla
siguen matándolo, ahora civilmente, difamando y calumniando cobardemente al
santo difunto.
La ruptura en curso con Ricardo Albacete
Dos meses antes de la tragedia, el 20 de
septiembre, el piloto y socio forzado de la compañía venezolana Lamia, Miguel
Quiroga Murakami, estaba en vísperas de romper relaciones empresariales con el
dueño del siniestro avión, Ricardo Albacete Vidal, lo cual habría terminado por
llevar al venezolano a la bancarrota definitiva.
El 20 de septiembre el capitán Miguel
Quiroga se comunicó con otro piloto y empresario en Montevideo, buscando formar
una nueva sociedad ya que el socio principal de Lamia, Ricardo Albacete, venía
extorsionando al grupo boliviano de su compañía incumpliendo compromisos
económicos acordados, y obligando a intensificar vuelos al margen de las normas
para incrementar sus ganancias como dueño de la nave después siniestrada.
Según un audio que Quiroga dirigió
conversando por WhatsApp con su futuro nuevo socio, dueño de una reconocida
aerolínea uruguaya, el piloto boliviano intenta acelerar la conformación de la
nueva sociedad (posiblemente con otra razón social, ya que el nombre Lamia es
propiedad intelectual de Albacete) y revela que en ese momento, 20 de
septiembre, prácticamente ya había roto todo trato con el mafioso venezolano, a
quien le llama con todo su desprecio “el viejo”.
La transcripción de ese audio que dura
un minuto con 55 segundos es la siguiente:
“Perfecto mi hermano, a ver, de una vez
hay que hacer eso porque… ¡pjuta! hay que trabajar; mirá nosotros estamos a
punto de romper con el viejo ya. O sea eso quiere decir que necesitamos
aviones. Ya hemos entrado en una discusión jodida y, bueno, la opción ahorita
es… pues ustedes, ¿no?, porque cualquier rato nosotros le mandamos a la mierda
con sus aviones más; pero ya hemos roto relaciones casi…”.
El audio fue entregado a Sol de Pando en
Brasilia por un familiar muy cercano, un joven profesional, revelando que Micky
“ya estaba cansado de las presiones que Albacete estaba ejerciendo sobre el
grupo boliviano para incrementar al máximo los ingresos de la compañía, que
seguía bajo control directo de ese venezolano, además que él se quedaba com un
alto porcentaje de las ganancias atenido a que era el dueño del avión”.
Con su nuevo socio, gracias a los
contactos del uruguayo quien pondría aviones más grandes y modernos que de los
de Albacete, Miguel Quiroga planeaba a mediano plazo contraer un Leassing
Financiero para agregar, a la nueva flota inicial, modernos jets que había
cotizado en los Emiratos Árabes.
Entretanto veia la manera de librarse de
Albacete, quien se quedaba con el 92 por ciento de la torta. Para colmo, los
pilotos bolivianos dependían del venezolano en el pago de importantes gastos
operativos como la compra de combustible para el reabastecimento, además del
mantenimiento de la nave.
Albacete estafó a la FAB obligándola a
cuidar sus aviones
Los tres defectuosos aviones AVRO de
Lamia, propiedad de Ricardo Albacete, son resguardados, reparados y mantenidos
en la Base Aérea Militar de Cochabamba; uno solo de ellos pudo volar forzando
su capacidad de combustible hasta caer el 28 de noviembre. |
Dos de los tres aviones se hallan
abandonados en la Base Aérea Militar de Cochabamba, a medio reparar, porque
Albacete no cumplió los pagos comprometidos a la Fuerza Aérea de Bolivia (FAB)
bajo la garantía personal del Ministro de la Presidencia que ejerció su
influencia para que la fuerza aeronáutica militar del país se haga cargo de
mantener, reparar y custodiar los tres aviones del empresario venezolano,
habilitando hangares de la FAB sin costo alguno. El único avión AVRO 146 RJ 85
de Lamia que pudo volar demandó trabajos de mantenimiento que no han sido
pagados desde el pasado año 2015, según denunció formalmente ante autoridades
judiciales el comandante de la FAB, general de División Aérea Celier Aparicio
Arispe.
Según nuestra fuente en Brasilia, no es
verdad que Albacete alquilaba los aviones a “Lamia-Bolivia”. Es la versión que
habría propalado el propio estafador venezolano para deslindar su
responsabilidad en la tragedia. El trato real consistía en una distribución
equitativa de los ingresos por cada vuelo realizado, y en ese marco Albacete se
había comprometido a incrementar la flota de aviones y mejorar el servicio a
bordo.
“Acordaron un 50-50 entre él y los
socios bolivianos, pero jamás cumplió. Albacete se quedaba con el 92 por ciento
de las ganancias y sólo el ocho por ciento se quedaba en Bolivia. Además de
cobrarles por el uso de los aviones, también les cargaba el costo de uso de los
hangares en distintos aeropuertos que están a cargo de un socio colombiano de
Albacete. Por otra parte Micky le exigia a Albacete mejorar por lo menos la
calidad del servicio a bordo con la instalación de un sistema de
entretenimiento audiovisual en los asientos, pero el venezolano se negaba
rotundamente porque arguía que instalar ese servicio le resultaba demasiado
caro. Por eso Micky y Marco Rocha estaban buscando un nuevo socio que tenga más
y mejores naves. El plan con el nuevo socio era contraer un Leassing Financiero
para incorporar jets de última generación disponibles en los Emiratos Árabes, a
parte de los aviones que pondría inicialmente el nuevo socio, compartiendo las ganancias al 50% sobre las rutas dentro y
fuera de Bolivia que Micky y Rocha habían logrado abrir con tanto sacrificio”,
afirma nuestra fuente.
Entretanto, el capitán Miguel Quiroga
buscaba la manera de librarse de Albacete, quien se quedaba con el 92 por
ciento de la torta por cada vuelo comercial que realizaba “Lamia-Bolivia” y,
para colmo, dependia del venezolano el pago de importantes gastos operativos
como la compra de combustible para el reabastecimento, además del mantenimiento
de la nave en la Base Aérea Militar de Cochabamba.
Albacete en Bolivia: manejando Lamia con
miserable insolvencia
Segunda foto donde se observa al
venezolano Ricardo Albacete en viaje de Medellín a Asunción, con escalas en
Cobija y Santa Cruz, acompañando al Atlético Nacional que contrató el avión de
su propiedad. Albacete es el real dueño de Lamia y del avión de la tragedia.
Según ha logrado establecer Sol de Pando
en fuentes internas de la misma Lamia, fue Ricardo Albacete quien presionaba
permanentemente a los pilotos bolivianos para volar con el tanque a límite de
su capacidad y sin posibilidades de reabastecimiento de combustible, ya que el
venezolano, como único dueño oficial del avión, era el responsable de cubrir
ese costo y se negaba a pagarlo.
Por ejemplo, en el vuelo de retorno
Santa Cruz – Medellín, después de que el Club Atlético Nacional de Medellín
disputara un partido empatando con Cerro Porteño en el estadio Defensores del
Chaco de Asunción, el avión de Lamia conducido por Miguel Quiroga como piloto y
Marco Antonio Rocha como copiloto, hizo escala en Cobija para “tanquear”; pero
el dueño del avión, Ricardo Albacete, ¡que viajaba en ese mismo vuelo!, “se negó
a hacer el depósito para pagar esa compra de combustible, por lo cual los
mismos jugadores del equipo colombiano a bordo efectuaron una colecta para
recaudar los 3.000 dólares que era el precio de ese combustible adicional”,
reveló una fuente estrechamente vinculada a la tripulación boliviana de Lamia y
que estuvo presente en ese viaje viendo personalmente a Albacete dirigir la
operación aérea como dueño de la nave.
Su insolvencia y mezquindad eran
inocultables y causaban vergüenza ajena. Incluso, el testigo narró a Sol de
Pando que Albacete no quiso pagar la tasa aeroportuaria que paga todo el mundo
que viaja en avión, por lo que los pilotos Quiroga y Rocha se vieron obligados
a improvisar un certificado acreditándolo como parte de la tripulación.
“Los que no son parte de la tripulación
pagan 28 dólares que es la tasa aeroportuaria, y el hombre se molestó mucho
porque le tocó pagar, hasta el punto que hicieron una figura para que no
desembolsara esos 28 dólares”, reveló nuestra fuente, describiendo gráficamente
el grado de miserable insolvencia en que se halla el empresario venezolano.
Una somera revisión oficial en registros
del órgano de Migración dependiente del Ministerio de Gobierno de Bolivia, así
como en los planes de vuelo y los manifiestos de pasajeros archivados por la
DGAC y AASANA, sería suficiente para comprobar que Albacete manejaba
personalmente su vil negocio en Bolivia.
Sin embargo, al día siguiente de la
tragedia del Chapecoense, Albacete declaró esto al periódico El Confidencial de
España:
“No somos accionistas ni empleados de
Lamia Bolivia, sino de Lamia Venezuela; dejamos el mismo nombre para no perder
la pintura del avión; nosotros somos los que les arrendamos a ellos los
aviones, pero el avión es operado por la empresa boliviana”.
Mintió rotundamente. Los aviones no eran
arrendados. Seguían bajo control directo de los Albacete (el estafador y sus
hijas), y los ingresos por los vuelos realizados especialmente durante la Copa
Sudamericana de Fútbol, los percibía directamehnte Albacete mediante una cuenta
bancaria administrada por su hija Tizania. La llamada “Lamia Bolivia” era una
especie de operadora aérea sin más activos que sus pilotos y el resto de la
tripulación, sólo encargada de hacer volar el único avión de Lamia en servicio,
por lo cual los bolivianos recibían un bajo porcentaje que les desembolsaba el
patrón venezolano, protegido y socapado por el Ministro de la Presidencia.
De hecho, Sol de Pando accedió a dos
fotografías en las que se observa a Ricardo Albacete junto a los jugadores del
Atlético Nacional en el aeropuerto de Medellín, preparándose para viajar a
Asunción vía Cobija y Santa Cruz, el 29 de octubre, un mes antes de la
tragedia. Fue en el vuelo de retorno de aquel viaje, el 1 de noviembre —cuando
Miguel Quiroga y Marco Rocha aterrizaron la nave en Cobija para reabastecerse—,
que Albacete se negó a pagar la gasolina cargada que debieron pagar los mismos
pasajeros (jugadores del Atlético Nacional), haciendo “vaquita” para reunir
3.000 dólares, y tampoco quiso pagar los 28 dólares de la tasa aeroportuaria.
“Ese señor Ricardo Albacete tiene que
asumir su responsabilidad. No puede ser que haya explotado laboralmente a Micky
(siendo que mi ser querido había invertido todos sus ahorros para montar la
operadora en Bolivia), exigiéndole realizar vuelos extraordinarios y en rutas
para las que su avión no tenía la suficiente autonomía de vuelo, y ahora cargan
sobre Micky toda la culpa de la tragedia. A él y a los otros tripulantes
Albacete los extorsionaba con los pagos, cobraba 100.000 dólares por un vuelo y
entregaba a los operadores bolivianos apenas 10.000. Hay testigos que vieron a
Micky cayéndose de sueño al tener que pilotear un vuelo sobre otro, sin
descanso y sin ganancias”, protesta el familiar que contactó a Sol de Pando en
Brasilia. Según nuestra fuente, esa fue la razón por la que Miguel Quiroga
estaba en pleno proceso de ruptura con Albacete, ya que “buscaba formar una
nueva sociedad con gente más profesional y solvente tratando de recuperar su
pequeña inversión y cumplir el sueño de su vida, que era tener su propia
aerolínea para honrar la memoria de su padre y de su abuelo que eran
reconocidos pilotos civiles”.
La hija de Albacete y un narco
colombiano en Bolivia
Tizania Albacete, socia de Ricardo
Albacete, su padre, en la cabina de un avión ejecutivo de Helistar, corporación
colombiana que rechazó aliarse con Lamia para brindar servicios de logística
aérea en el sector petrolero de Bolivia.
El pasado 8 de diciembre la cadena
Univisión publicó en su portal un extenso reportaje sobre “El turbio pasado de
Lamia”, reproduciendo declaraciones emitidas por la señora Pamela Justiniano
Pedraza, esposa del fallecido jefe de cabina en el vuelo fatídico, el capitán
Rommel David Vacaflores Terrazas (familiar de Vargas y Rocha).
Pamela Justinano asegura que el
venezolano Ricardo Albacete era, en su condición de propietario legal de los
aviones, socio activo y decisivo de “Lamia Bolivia”, muy por encima de los
accionistas bolivianos Miguel Quiroga y Marco Antonio Rocha. “A él no se le
alquilaban los aviones’’, dijo contundente la adolorida mujer.
“Lo que yo sé”—reveló Pamela
Justiniano—, “él también recibía los pagos, a él también le depositaban en sus
cuentas los pagos de los equipos de fútbol. Recién él hizo un contrato con su
hija, no sé cómo se llama su hija, pero todo eso yo lo escuchaba y lo veía“.
La hija a quien alude Pamela es Tiziana
Albacete, socia de su padre en la companía afincada en la ciudad de Mérida,
Venezuela, con domicilio legal en la calle
El Tejar, Residencias El Oasis. Su otra hija, Loredana Albacete, era encargada
de canalizar los fondos que transferia el narcotraficante chino Sam Pa a su
testaferro padre, realizando operaciones off shore en el paraíso fiscal de
Panamá, hasta que Sam Pa quedó inmovilizado en una cárcel de Pekín, en octubre
del 2015, y sus astronómicas cuentas fueron congeladas en todo el mundo.
Ricardo Albacete delegó a Tiziana con un
poder para hacerse cargo de las cuentas de Lamia en nuestro país. La hija-socia
llegó a Bolivia acompañado por un supuesto representante de la compañía
colombiana de servicios de aeronavegación Helistar, Andrés Felipe Lafaurie
Restrepo.
Según nuestro entrevistado en Brasilia,
Andrés Lafaurie sería un narcotraficante convicto con antecedentes en esa
materia penal desde el año 2001, cuando el colombiano, hijo nada menos que de
la entonces Ministra de Lucha contra el Narcotráfico de Colombia, María Inés
Restrepo, fue apresado en el aeropuerto de Miami con una carga de siete kilos
de heroína.
“Andrés Lafaurie y un grupo de
‘señoritos’ de Bogotá, es decir miembros de la rancia elite social y política
de Colombia convertidos en mulas del narcotráfico, recibieron una condena
negociada muy corta gracias a las relaciones entrechas de su madre, la ministra
María Inés Restrepo, con la DEA”, informó a Sol de Pando en Brasilia el
familiar de Miguel Quiroga, quien asegura haber recibido esa información
confirmada por parte de pilotos civiles colombianos que se solidarizan con su
fallecido colega boliviano.
Los hangares de Lafaurie y una estafa
descubierta en el Brasil
Andrés Felipe Lafaurie Restrepo,
narcotraficante colombiano con sentencia cumplida en Miami y concesionario de
hangares en Paraguay y Colombia, extorsionaba a los pilotos bolivianos de Lamia.
Hijo de una influyente Ministra en el gobierno de su país, enfrenta un juicio
en rebeldía por estafa en el Brasil.
También se confirmó que Andrés Felipe
Lafaurie Restrepo tiene una sentencia en el Brasil por el delito de estafa, acusado
el año 2013 por su propia esposa, Mariana Tournier Beckhauser, una destacada
empresaria en el sector de la Alta Costura con base en la ciudad de Tiburão,
Estado de Santa Catarina, a 350 kilómetros de Chapecó.
Andrés Lafuarie ha sido enjuiciado en rebeldia
junto a su cómplice, el abogado brasileño Clovis Gonzales Cabral, por un desvío
de fondos en cuentas del Banco Bradesco, desfalcando a Mariana Tournier, la
diseñadora de modas que habría inciado trámites para la extradición de su ex
marido, mientras que Andrés Lafaurie se hallaba en Bolivia extorsionando a los
pilotos bolivianos de Lamia junto a Tizania Albacete, hija del estafador
venezolano.
Al día siguiente de la tragedia del Chapecoenese, el
narcotraficante colombiano —Andrés Lafaurie—, habría intentado tomar contacto
con autoridades judiciales del Estado de Santa Catarina buscando revertir la
sentencia por la cual es perseguido en territorio brasileño, a cambio de
entregar información sobre las causas y responsabilidades del accidente aéreo.
Se presentó como concesionario de los
hangares de Helistar (negocio que implica una enorme inversión de capital),
función desde la cual cual habría “descubierto” que el avión de Lamia llegaba a
sus hangares “humenado” y con los tanques secos, responsabilizando de ello al
piloto fallecido Miguel Quiroga, con los mismos argumentos lanzados en Bolivia
por el Ministro de Defensa, Reymi Ferreira.
“Evidentemente Lafaurie era un FBO
(operador aeronáutico en tierra) y era quien alquilaba los hangares al avión de
Lamia” —afirma nuestra fuente en Brasilia—. “Lamentablemente Albacete se salió
con la suya al hacer que Micky y su socio en la operadora, Marco Rocha, se
hagan cargo de pagar por el uso de los hangares durante la Copa Sudamericana,
tanto en Paraguay como en Colombia. Tengo entendido que Micky y Marco Rocha
estaban muy enfadados con Lafaurie porque el colombiano los estaba
extorsionando cobrándoles, además de su comisión, el triple de lo que
normalmente cuesta el uso de hangares, amenazándoles con denunciarlos ante las
autoridades aeronáuticas de Colombia por eso de los tanques de combustible.
Evidentemente el avión llegaba muy cansado debido a que se le esforzaba
demasiado en su autonomía de vuelo. Pero Andrés Lafaurie sabía muy bien que el
responsable de esa irregularidad era el dueño del avión, Ricardo Albacete….”
Y es que entre Albacete, Lafuarie y
Quintana se estaba gestando un nuevo negocio pretendiendo involucrar en otra de
las “brillantes” ideas emprendedoras del Ministro boliviano a la compañía
colombiana Helistar y a la petrolera estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos) para formar una flota de aviones y helicópteros dentro el sector
de Hidrocarburos, como una nueva fórmula para sacar de la quiebra a Lamia.
Lafaure había ofrecido realizar un lobby
para que Helistar flete sus sofisticadas aeronaves, mediante Lamia como
“operadora”, para desarrollar un sistema logístico de transporte en las
actividades de exploración y explotación de YPFB, con tareas tales como aclaje
de torres con el uso de aeronaves de alta precisión.
“En ese momento Lafaurie y Albacete
estaban intentado convencer a Helistar se asocie a Lamia con un Leassing de aviones
y helicópteros, pero algo salió mal. Al parecer los altos niveles ejecutivos de
Helistar llegaron a la conclusión de que Albacete no era un socio solvente ni
fiable, pues todos en el ámbito de la aeronáutica internacional saben que
Albacete ya no gozaba de confianza ni en el propio gobierno de Venezuela, su
país de origen donde Lamia fracasó rotundamente antes de virar hacia Bolivia”,
revela la fuente de Sol de Pando en Brasilia.
El único en el mundo que confió
ciegamente en la palabra y la billetera de Ricardo Albacete —de manera no
gratuita por supuesto—, fue el Ministro de la Presidencia de Bolivia, Juan
Ramón Quintana, obsesionado hasta la locura por la cuarta reelección llana y
simple de Evo Morales.