Opinión.
Sócrates Habermas.
Con motivo de las manifestaciones que se
están dando en toda Venezuela como consecuencia lógica y política a un gobierno
que no soluciona ni da respuestas a las necesidades más básicas del pueblo, se
ha producido un significativo número de muertes de hermanos venezolanos que
enlutan a familias y aumenta la cifra de pérdidas de vidas en esta difícil
etapa que vive nuestro país. Nuestra intención no es etiquetar a nuestros
muertos, mucho menos justificar la pena que representa la pérdida de jóvenes en
circunstancias que creíamos superadas, nuestra intención es reflexionar y
analizar cómo actores políticos, y especialmente el gobierno utiliza la muerte
como show y motivación de males mayores y permanentes.
El día de domingo 4 de junio, el
presidente circunstancial de Venezuela, Nicolás Maduro, cargó su artillería
verbal y propagandística por la lamentable muerte del joven Orlando José
Figueras, quien muriera a causa de la agresión perpetrada por un grupo de
jóvenes opositores (inhumanos delincuentes diríamos) que lo golpearon, quemaron
y apuñalaron salvaje y cobardemente el pasado 20 de mayo en Altamira en el
activo y pacífico municipio Chacao, supuestamente (según los medios
gobierneros) por haberse declarado chavista ante los manifestantes (bien raro).
Este hecho lamentable, nos muestra lo peor del ser humano, la violencia, la
indolencia y la intolerancia a la que nos ha llevado la situación del país.
Toda muerte debe ser severamente castigada, venga de donde venga y sin importar
la condición social o política de la víctima, la muerte de cualquier ser humano
debe dolernos a todos.
No obstante, el cacareado dolor y clamor
de justicia expresado por Maduro y sus personeros no es en contra de la
violencia o la muerte de todo ser humano, es una excusa y oportunidad propagandística
para deslegitimar a la oposición, justificar la actuación vergonzosa, represiva
y barbárica represión de la GNB y la PNB, desviar la atención a la ilegítima e
inconsulta Constituyente y “darse la colita” en este hecho aberrante,
presentándose como un pacifista y un combatiente contra la violencia. Esta
afirmación es indudable para todo venezolano medianamente razonable, ya que
Maduro no ha sido tan afanado en condenar y “publicitar” las muertes de jóvenes
en otras marchas o concentraciones, y no lo hace porque estos no pueden ser
considerados como chavistas o maduristas y porque muchos de ellos murieron en
circunstancias que indican con bastante probabilidad que sus muertes se hayan
producido por los cuerpos de seguridad del gobierno, los videos, fotos e
informes que han sido divulgados por las redes sociales evidencian
suficientemente esta afirmación, precisamente por ello, y al contrario de la
divulgada muerte del joven Orlando José Figueras, las otras muertes son
calladas, ocultadas e inclusive justificadas.
Maduro odia la vida, odia el buen vivir
(para el resto de los venezolanos no enchufados al gobierno y la familia
Maduro-Flores), pudiéramos incluso decir, que es un sádico ante la muerte o al
menos eso demuestra con sus constantes acciones y sus omisiones. Más allá del
discurso barato y repetitivo de Maduro, Venezuela se está convirtiendo en un
país de muerte debido a un gobierno incapaz, ignorante, corrupto y asesino. Por
su puesto, que Maduro y su muñeco de ventrílocuo y el Goebbels del madurismo,
Ernesto Villegas (el mismo que decía que Chávez estaba trotando y haciendo
flexiones), no van a divulgar o lamentar las muertes que no convengan a su
causa y propaganda, mucho menos aquellas imputables a su gobierno y que
engrosan día a día la carga karmática que los acompañará por toda la eternidad.
Es por ello, que las muertes producto de
la delincuencia y la impunidad no serán exprimidas por VTV ni serán lamentadas
u honradas en las alocuciones de Nicolás Maduro. Tampoco, serán televisadas ni divulgadas
las muertes de los niños del JM de los Ríos, ni de los niños que han muerto por
desnutrición, por difteria o por falta de vacunas y medicamentos. Tampoco
lamentarán por VTV y demás canales gobierneros, la muerte de ancianos por falta
de medicamentos o atención médica adecuada, ni los pacientes de cáncer, ni los
trasplantados, ni los diabéticos, ni los enfermos de la tensión, etc.; en
general, Maduro no lamentará ninguna muerte de un venezolano cuya desgracia sea
haberse enfermado o sufrido algún accidente en un país donde sobran las bombas
y perdigones pero faltan antibióticos y los medicamentos más básicos. Maduro no
lamentará ni divulgará ninguna de las muertes que se producen a diario como
consecuencia de la situación económica, política y social del país que
desgobierna, un país que aun siendo uno de los primeros exportadores de
petróleo y el que cuenta con las mayores reservas probadas de este recurso, sus
habitantes sufren la condena de morir a diario ante la falta de las más
elementales garantías y derechos.
Mientras Maduro y sus voceros de la
manera más baja, politiquera y propagandística, se aprovechan como hienas la
lamentable de la muerte de Orlando José Figueras y del dolor de su familia, el
Maduro Cabellismo emprende toda su artillería y nauseabundo poder para lograr
una Constitución a su medida, con el único objetivo de eternizarse en el poder
como todos los dictadores, ya sus repetidas fichas, esbirros y cómplices se
encargarán de hacer una Constitución que, a nivel de discurso panfletario, es
para “solucionar” los problemas que el Maduro Cabellismo no ha podido
solucionar con todo el poder que le ha dado violar la Constitución vigente, así
como también promete la “verdad” y “justicia” al mejor estilo Maduro Cabellista
y Kafkiano a través de una comisión de la verdad (la verdad del madurismo
obviamente), por lo que la constitución que se apruebe producto de esa
atrocidad antidemocrática no será más que la justificación formal (que no le
sirvió a los Nazis en su juicio en Nuremberg para salvarse de la pena de
muerte, vale destacar) de alargar el sufrimiento y la agonía de los hijos e
hijas de Bolívar.