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América
Latina ha sido una región exitosa en la reducción de la pobreza rural. Desde el
año 2000 en adelante, algo más de 20 millones de habitantes rurales han
superado esa condición, con lo que la pobreza rural ha caído a la mitad de lo
que era a finales del siglo XX. Esta mirada de largo plazo demuestra que erradicar
la pobreza rural en toda la región es posible. Existen, sin embargo, señales y
situaciones muy preocupantes. En los últimos años el ritmo de reducción de la
pobreza rural se ha estancado en la región.
Según
estadísticas de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe)
disponibles para 16 países de la región, en 2015 existían 54 millones de
habitantes rurales pobres. Esto equivale a 47 por ciento de la población rural
de dichos países y muestra que la tasa de pobreza rural es 60 por ciento más
alta que pobreza urbana en dichos países. Aún más grave que lo anterior es el
número inaceptablemente alto de habitantes rurales que no sólo vive en la
pobreza, sino en la pobreza extrema.
Son
casi 33 millones de personas cuyos niveles de ingreso no les basta siquiera
para comprar la canasta básica de alimentos.
Es decir, seis de cada diez pobres rurales viven en una condición
inhumana, en la extrema pobreza o indigencia. Y la indigencia es tres veces
mayor en las zonas rurales que en las urbanas.
La
primera década del siglo XXI fue una de buenos avances en la mayoría de los
países de la región. Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana redujeron su
número de personas en condición de pobreza y también de pobreza extrema. Algunos
de ellos, como Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, tuvieron un desempeño
realmente positivo en dicho período.
Honduras
y México, en cambio, tuvieron alzas y bajas, sin que se pueda observar una
tendencia sostenida de mediano plazo, aunque la diferencia (no menor) entre
estos dos países es que en el caso de México la tasa de incidencia de la
pobreza se mueve entre el 45 y 55 por ciento, mientras que la de Honduras
supera el 80 por ciento, de acuerdo a la CEPAL.
Guatemala,
lamentablemente, vio crecer su población rural en situación de indigencia en
casi 1.2 millones de personas: para 2010, siete de cada diez habitantes rurales
vivían en la pobreza. En términos positivos, Uruguay sigue siendo el líder
regional, con tasas de pobreza y de indigencia de apenas 1 y 2 por ciento,
respectivamente, y se trata de un ejemplo vivo de que sí es posible cumplir la
ambición de erradicar de la pobreza rural en América Latina.
Pero
la buena tendencia de la primera década del siglo XXI se perdió en los años más
recientes. Hoy en día la velocidad de reducción de la pobreza en la región es
casi cinco veces menor en comparación con el ritmo que se observaba en la
década del 2000-2010.
Hemos
visto un repunte lamentable de la pobreza rural en países como Costa Rica, El
Salvador, México, Paraguay e incluso en Uruguay. En el caso de Venezuela, el
país no ha publicado estadísticas que nos permitan hacer un análisis, aunque es
del todo probable que el fenómeno de la pobreza rural – y aun de la extrema
pobreza – se haya agravado.
En
Argentina, otro país que no dispone de estadísticas de pobreza rural, es
posible argumentar con base en evidencias parciales, que la pobreza rural muy
posiblemente se redujo en la primera parte de la década 2000-2010, que tuvo un
aumento importante en los años posteriores, y que en el último año ha comenzado
nuevamente a descender.
¿Cómo
podemos recuperar la velocidad de reducción de la pobreza rural en la región?
Para responder a esta pregunta y ayudar a los países a implementar estrategias
de respuesta, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA),
dos organizaciones hermanas de las Naciones Unidas, crearon la Alianza para la
Eliminación de la Pobreza Rural en América Latina.
Esta
Alianza está compuesta por más de30 de los más importantes expertos de nuestra
región, mujeres y hombres con diversas formaciones, nacionalidades y
experiencias, que conocen en profundidad el problema de la pobreza rural, ya
que muchos han sido líderes de los equipos que diseñaron y condujeron algunas
de las políticas más exitosas de reducción de la pobreza rural.
La
Alianza se propone apoyar la implementación de un conjunto renovado de
propuestas políticamente viables y técnicamente factibles de implementar en
América Latina, para que nuestros países puedan cumplir el Objetivo de
Desarrollo Sostenible número 1, que nos convoca a erradicar la extrema pobreza
del planeta en los próximos trece años.
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El
trabajo de la Alianza se desarrolla en tres frentes. El primero busca construir
una nueva narrativa que permita reposicionar la eliminación de la pobreza rural
en la agenda pública latinoamericana.
El
segundo está centrado en diseñar propuestas para ampliar las oportunidades
económicas de los pobladores rurales en situación de pobreza e indigencia,
articulando los programas de protección social con iniciativas de inclusión
económica, tomando ventaja de los mercados laborales y de las actividades en
distintos sectores económicos, con base en la experiencia acumulada en la
región y en otras zonas del planeta.
El
tercer frente de la Alianza es apoyar procesos que ayuden a fortalecer la
institucionalidad requerida para erradicar la pobreza rural. En pocas palabras:
la Alianza creará ideas que inspiren y que indiquen un Norte, una dirección que
seguir en el escenario actual, más complicado que el de años anteriores, lo que
se sumará a políticas y herramientas concretas y probadamente eficaces e
instituciones más fuertes.
La
Alianza para la Eliminación de la Pobreza Rural en América Latina está ya
disponible para colaborar con los países que la requieran. De esta forma, la
FAO y el FIDA – junto con los expertos que la conforman- nos ponemos al
servicio de los países que quieran acelerar su velocidad de avance hacia la meta
de erradicar la pobreza rural de nuestro continente.
Revisado
por Estrella Gutiérrez.