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Los
primeros meses de 2018 serán definitorios para dilucidar el futuro del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuya renegociación fue impuesta
por el presidente estadounidense Donald Trump y ante la que México está
expectante sobre sus consecuencias económicas y sociales. Luego
de cinco rondas de negociaciones ministeriales, iniciadas en agosto, los
avances divulgados por Canadá, Estados Unidos y México, los tres socios del
pacto vigente desde 1994, son escasos, en unas discusiones marcadas por la rispidez
de las posturas y su secretismo.
“Estados
Unidos sigue con sus planteamientos iniciales, todo encaminado a reducir el
déficit comercial con México y Canadá. La cuestión es que Canadá y México no
están aceptando esas posturas”, dijo Arturo Huerta, académico de la Facultad de
Economía de la pública Universidad Nacional Autónoma de México. “México
va a tener que ir cediendo, con tal de que Estados Unidos no se retire. Para
México, es muy importante que se mantenga el acuerdo trilateral, porque eso le
permite que siga fluyendo inversión extranjera al país, para poder exportar a
Estados Unidos”: Arturo Huerta.
El
especialista destacó a IPS que “México ha venido cediendo mucho, en la
perspectiva de que Estados Unidos se mantenga dentro” del TLCAN, mientras
Washington “va a seguir tratando de sacar lo más posible y si no logra lo
fundamental, su planteamiento es que se va retirar” del acuerdo. De
los 30 capítulos que se discuten en otras tantas mesas, han sido cerrados hasta
ahora solo dos: pequeñas y medianas empresas y competencia económica.
El
22 de noviembre, la mexicana Secretaría (ministerio) de Economía informó que
las negociaciones avanzaron en temas como anticorrupción, telecomunicaciones,
facilitación comercial y comercio electrónico. Pero
temas laborales, como el cierre de la brecha salarial entre los socios; las
reglas de origen, que estipulan el contenido regional obligatorio de cada
producto; los mecanismos de resolución de controversias; la propiedad
intelectual y posibles cuotas para exportaciones agrícolas, especialmente para
frutas y hortalizas mexicanas, estancan los debates.
Las
prioridades de Estados Unidos incluyen nuevas medidas fitosanitarias, mayor
protección de la propiedad intelectual, medidas laborales y ambientales y la
posible eliminación del capítulo de resolución de controversias, que instituye
paneles especiales para abordar prácticas comerciales desleales. Mientras,
México se enfoca en energía, comercio digital y pequeñas y medianas empresas.
En
tanto, Canadá se centra en la inclusión de estándares laborales, ambientales y
de género, mayor flujo migratorio, pueblos indígenas, la revisión del mecanismo
de resolución de diferencias y un mercado de compras gubernamentales más
abierto. Estados
Unidos plantea que el TLCAN se termine automáticamente cada quinquenio, a menos
que las tres naciones pauten su renovación. Ante ello, México respondió con el
planteamiento de que haya una revisión por lustro que no conlleve su
cancelación.
Las
negociaciones, que los ministros
concertaron que se reanuden el 28 de enero en la ciudad canadiense de
Montreal, abarcan también temas no
incluidos en el texto original, como energía, comercio electrónico y las
actividades digitales. El
replanteamiento del tratado fue forzado por el republicano Trump, que llegó en
enero a la Casa Blanca con la promesa durante su campaña electoral de que el
país se saldría el acuerdo si no lograba una revisión conveniente para sus
intereses.
Para
Steve Suppan, analista de políticas del estadounidense Instituto para las
Políticas Agrícolas y Comerciales, el nuevo TLC implicará la entrada de
organismos genéticamente modificados y productos de biología sintética, una
tecnología basada en el recorte de genes sin necesidad de inyectar otros de
otros organismos. “Estados
Unidos ha decidido no regular granos y hortalizas diseñadas con nuevas
técnicas” y que ingresarían en el TLC, dijo a IPS desde la sede del Instituto
en la ciudad estadounidense de Minneapolis.
Una
decisión judicial mexicana mantiene en suspenso desde 2013 la autorización para
la siembra comercial de maíz transgénico, aunque el país permite la importación
de grano genéticamente modificado. Para
México, la manufactura automotriz, la maquila de exportación, (producción y ensamblaje para terceros, libre
de impuestos, del sector textil, maquinaria y electrodomésticos), la agroexportación y los servicios
financieros figuran entre los ganadores de los 23 años de liberalización
trilateral.
Entre
los mayores perdedores, los especialistas académicos y activistas de los
sectores afectados, figuran la pequeña agricultura –incluida la tradicional del
maíz y el frijol, parte de la dieta básica mexicana-, y el sector alimentario
en general. Los
no gubernamentales Centro Mexicano de Derecho Ambiental y Grupo de Vicente
Guerrero dirigieron el 13 de este mes una carta a las secretarías de
Agricultura, Economía y las presidencias del Congreso Legislativo y el Senado
para solicitar que en la renegociación se proteja el sistema tradicional de cultivo, la milpa,
de “los embates de la agricultura agroindustrial”.
También
demandaron impulsar modificaciones al marco jurídico del sistema
agroalimentario nacional y ejecutar programas que promuevan los agroecosistemas
tradicionales, la diversificación productiva, la agrobiodiversidad nativa, los
fondos comunitarios y ferias de semillas, los tianguis (mercados callejeros) y
mercados locales. Igualmente
pidieron la participación de los campesinos en la elaboración de estos
programas, en un ejemplo más de la movilización de la sociedad civil que
presionan por un tratado que beneficie a las mayorías y no al gran capital.
El
TLCAN impulsó de hecho la dependencia comercial de México con su vecino, con
quien el intercambio equivale a más de 80 por ciento de sus ventas externas
totales, mientras que el flujo con Canadá suma aproximadamente cinco por
ciento. En los dos casos las balanzas bilaterales son superavitarias para
México.
Escenarios
futuros
Hasta
ahora, el análisis sobre las secuelas de la renegociación o abandono
estadounidense proviene principalmente de esa nación. Tres estudios recientes,
comisionados por el Servicio de Investigación Legislativa (CRS, en inglés),
adscrito a la Cámara de Representantes de ese país, identifican varios
escenarios.
El
reporte “La renegociación y modernización del TLCAN”, publicado en octubre,
señala que el panorama del proceso es “incierto”, pues “parece haber temas
clave de diferencia en asuntos mayores, incluyendo reglas de origen, la
revisión del mecanismo de resolución de controversias, derechos laborales,
ambiente y el papel del TLCAN en el déficit comercial trilateral”.
En
cuestiones agrícolas, el documento “Efectos potenciales del retiro de Estados
Unidos del TLCAN: mercados agrícolas”, lanzado en noviembre, concluyó en que la
aplicación de tarifas de nación más favorecida para las importaciones agrícolas
de Estados Unidos aumentarían precios para los consumidores internos para otros
usuarios finales, como los fabricantes de productos alimenticios con valor agregado.
Eso
supondría, alerta, una pérdida de competitividad para el propio Estados Unidos. El
trato de nación más favorecida se refiere a igualas las condiciones más
favorables de acceso a mercados que se hayan concedido a cualquier país y que
deben otorgarse automáticamente a otras naciones, tengan o no acuerdos
comerciales al respecto.
Otros
impactos potenciales podrían incluir mayores precios para bienes importados de
Canadá y México, reducciones en importaciones agrícolas que compiten con
productos estadounidenses, disrupción de cadenas de abastecimiento y efectos
positivos y negativos a estados productores agrícolas.
“México
va a tener que ir cediendo, con tal de que Estados Unidos no se retire. Para
México, es muy importante que se mantenga el acuerdo trilateral, porque eso le
permite que siga fluyendo inversión extranjera al país, para poder exportar a
Estados Unidos”, previó Huerta.
Para
el experto, el problema subyace en la carencia mexicana de “una política
industrial, agrícola”, porque ante la posición de Estados Unidos “no antepone
una política para que el valor agregado sea nacional y no estadounidense”. “Las
negociaciones podrían llevar a más conversaciones prolongadas, a un impasse,
manteniendo el tratado como está o a un posible retiro estadounidense”,
anticipó el análisis del CRS.
Editado por
Estrella Gutiérrez