Prensa.
Meridiano.
La máquina de despejar balones de Virgil Van Dijk,
el imperial Salah, con un gol magnífico, y Alisson Becker, con una milagrosa
intervención en el tiempo añadido, metieron al Liverpool (1-0) en octavos como
segundo de grupo en detrimento del Nápoles, que irá a la Liga Europa.
En un partido al borde del infarto, el Liverpool
acabó con las opciones de un Nápoles que acarició el éxito al final, pero que
no lo mereció y que no acabó antes en la lona por las incontables ocasiones
falladas por los de Jürgen Klopp. Anfield se engalanó como las grandes noches y
las gargantas del norte de Inglaterra entonaron el 'You'll Never Walk Alone'
con tanto ímpetu que eclipsó incluso el himno de la 'Champions'. Los
napolitanos no se amilanaron.
Salieron con carácter y le pelearon la pelota al
Liverpool, que necesitó veinte minutos para asentarse definitivamente en el
partido. El que más ganas tenía, Salah, erró una clarísima ocasión de gol a
centro de Andy Robertson dentro del área. Los de Carlo Ancelotti respondieron
con un remate rozando la escuadra de Marek Hamsik. Confluyeron en el campo dos
equipos con muchísima raza, muy bien formados y sin miedo. Y duros, como
demostró Van Dijk casi partiendo un tobillo a Dries Mertens en una durísima
entrada que el árbitro dejó en tarjeta amarilla.
El Liverpool se había quitado ya los nervios y
recordó sus tareas como actual subcampeón. Le invalidaron un gol por claro
fuera de juego de Mané y Salah, que ya había desperdiciado una oportunidad de
marcar, ejerció de correcaminos y de bailarina en el área para danzar entre la
defensa italiana y hacer el primer gol. Se fue por fuerza de un primer defensa
en la frontal, dejó tirado a Koulibaly en carrera y definió al primer palo,
engañando a Davide Ospina.
El resultado metía al Liverpool y mandaba a la Liga
Europa al Nápoles, que salió con intención de revertir la situación tras el
descanso. El duelo de Anfield se convirtió en un partido en el que los
centrocampistas dejaron de existir y el partido viraba de un área a la otra,
pero sin que los napolitanos inquietaran en exceso a Alisson. El empate
infundía más miedo por lo que podía significar que por lo que ocurría en el
campo. A medida que pasaban los minutos, la imagen impertérrita de ambos
conjuntos se desvaneció y comenzaron a aflorar los nervios y la precipitación.
Entre esa maraña de emociones, solo Van Dijk permanecía con la misma seriedad
que en el minuto uno. Rechazaba balones por doquier, se lanzaba al ataque y desde
una posición privilegiada observó cómo Salah falló una clarísima ocasión de gol
paralelo al arco de Ospina, cómo el colombiano le sacó un mano a mano al
egipcio con quince minutos por delante y cómo Mané no acertó a empujar el
segundo en un contraataque hilvanado por Firmino.
Cuando el partido ya era un ida y vuelta y el
corazón reinaba por encima del fútbol, Callejón pudo dar vida al Nápoles en un
centro lateral, pero, sin esperar el fallo de su marcador, envió la pelota por
encima del marco del Liverpool. Aún le quedaba por perdonar al equipo inglés y
Salah le regaló un gol a Mané, a tres minutos del final. Desde el área pequeña,
el senegalés erró incomprensiblemente al tiempo que Anfield cantó 'gol'. El
Liverpool apenas había sufrido, hasta que, en el minuto 92, un balón le cayó a
Lorenzo Insigne en el área pequeña, le pegó a bocajarro y Alisson, lanzándose
con todo, despejó el balón con un costado, evitando la eliminación y enviando
al Liverpol a octavos de final como segundo de grupo por detrás del Paris Saint
Germain. EFE