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Comstatrowland.
Rafael Pinto, gerente de
Gestión Ambiental de COPOSA, afirmó que esta empresa elimina todos los
contaminantes que resultan de la elaboración de sus productos oleaginosos.
Asegurar la calidad del agua
es fundamental en la industria de la alimentación para eliminar la presencia de
microorganismos patógenos o contaminantes químicos, que puedan causar efectos
nocivos en la salud de los consumidores. Por esa razón, se utilizan plantas de
tratamiento para el manejo óptimo de este recurso.
Por lo general, la toma principal
de las aguas en las industrias proviene de pozos profundos y, dependiendo de la
zona donde se encuentren pueden estar contaminadas con compuestos dañinos para
el ser humano, explicó Rafael Pinto, gerente de Gestión Ambiental de COPOSA,
empresa venezolana dedicada a producir, distribuir y comercializar productos de
origen vegetal oleaginosos.
Por ello, para la
elaboración de alimentos, las empresas deben realizar un minucioso control del
líquido involucrado en su proceso de producción, existiendo tres tipos de agua
a tratar: las de uso directo, indirecto, y las provenientes de efluentes
industriales residuales, que son las que pasan por las plantas de tratamiento
para poder ser vertidas al medio ambiente de manera segura.
Pinto señaló que la purificación
empieza por la separación de los sólidos suspendidos y sedimentados, a través
de medios filtrantes que atrapan las partículas relativamente grandes, para
luego pasar por un proceso de desinfección con adición de hipoclorito, con el
fin de reducir o eliminar las bacterias y virus que pudieran estar presente en
el agua.
“Ese proceso la desinfecta
pero no la purifica por completo, por lo que luego de la adición de cloro pasa
por un procedimiento de purificación por medio de carbón activado granular, que
elimina los pesticidas, plaguicidas y otros contaminantes orgánicos, además del
exceso de cloro de la fase de desinfección”, explicó.
Empresa responsable
COPOSA cuenta con una planta
de tratamiento de aguas residuales (PTAR), ubicada al noreste de la Planta
Acarigua, en el estado Portuguesa, para la depuración de las mismas, debido a
las cantidades de efluentes industriales que se generan durante la fabricación
de sus productos oleaginosos (margarinas, grasas y aceites comestibles).
El gerente de Gestión Ambiental
afirmó que la planta “tiene capacidad para tratar 800.000 litros de agua por
día y una eficiencia que permite a la empresa cumplir con los parámetros
establecidos en el Decreto 883 sobre “Normas para la clasificación y control de
calidad de los cuerpos de agua y vertidos o efluentes líquidos”, contenido en
la Gaceta Oficial 5.021.
Su funcionamiento se basa en
procesos fisicoquímicos y biológicos que consiste, primeramente, en el paso del
efluente de desecho de las áreas de producción por unas trampas de grasas, para
separarlo de los aceites y grasas no emulsionadas. Luego, por una fase fisicoquímica en la que se le agrega
coagulantes y floculantes para desestabilizar la emulsión y separar del 70 u
80% de los contaminantes presentes en el agua.
Pinto comentó que, una vez
finalizada esas etapas, se inicia la fase biológica en donde el afluente pasa
por un reactor biológico con un cultivo de bacterias aeróbicas, que se encargan
de sintetizar la materia orgánica que no se remueve en las fases previas, y convertirla
en dióxido de carbono y agua.
De esta manera, “se
garantiza que los líquidos residuales que se vierten al medio ambiente no estén
contaminados y supongan un riesgo para la salud de las personas, además de
cumplir y contribuir con el cuidado y preservación del espacio natural en el
que se desarrolla la vida”, expresó.