Prensa. El País de España.
Con 11 años y un cáncer
despiadado, Erick Altuve pidió a sus padres que lo enterraran en un cementerio
cercano a su casa en el barrio capitalino de Petare, para que visitaran su
tumba con frecuencia. Fue su última petición antes de morir, el pasado domingo.
En vida, no pudo materializar sus sueños. Llevaba años rogando por un
trasplante de médula ósea para combatir un linfoma no Hodgkin, diagnosticado
cuando apenas era un bebé, que nunca llegó. Hacía cinco meses que estaba postrado
en una cama del Hospital J. M. de los Ríos, el principal centro de salud
infantil de Caracas y del país, y ninguno de los doctores pudo aplacar su
agonía porque no había sedantes disponibles.
Sus padres, Gilberto Altuve
y Jennifer Guerrero, relatan ahora la historia de la corta vida de Erick a los
periodistas. El lunes, los dos se acercaron al hospital para buscar el cuerpo
de su hijo. Lo hicieron en medio de médicos, pacientes oncológicos y sus
familiares, que emprendieron una protesta pacífica. Todos estaban dolidos por
presenciar otra muerte por falta de tratamientos en el centro público J. M. de
los Ríos.
Nicolás Maduro ha asegurado
en las últimas horas que aunque tienen dinero para pagar las intervenciones y
tratamientos de venezolanos en el extranjero —hubiera sido el caso de estos
menores con cáncer— a través de los convenios de la petrolera PDVSA, los bancos
no aceptan el dinero a causa del bloqueo impuesto por Estados Unidos. El mandatario
venezolano informó de que cuatro niños que esperan trasplante de médula serán
llevados a Cuba.
Esta es la primera vez que
el Gobierno asume como bandera política la muerte de afectados por la crisis,
justificando que el bloqueo impide continuar con un convenio firmado con Italia
para el tratamiento de niños con leucemia en este país europeo.
El abogado Carlos Trapani,
un veterano defensor de los derechos de los niños y miembro de la ONG Cecodap,
refuta las denuncias del Gobierno de Venezuela. “El Estado ha fracasado en la
protección de los niños. Siempre se ha alegado que hay restricciones de recursos,
acceso a la banca, bloqueos; pero de forma irresponsable se anuncia una gran
cantidad de millones de dólares para compra de ametralladoras y uniformes
militares. ¿Dónde están las prioridades? No creo que sea un tema de dinero, ni
siquiera de problemas con la banca internacional. Es un asunto de disposición”,
señala. Hace unos días, Maduro destinó 50 millones de euros a la compra de
materia prima para la fabricación de uniformes militares. Aprobó otros
6.833.000 euros para activar la producción de subfusiles.
Convenio con Italia
En cambio, las inversiones
en salud han caído. El convenio entre Venezuela e Italia funcionaba desde 2010.
Fue firmado por el propio Maduro cuando operaba como canciller del expresidente
Hugo Chávez y consistía en llevar pacientes venezolanos a tratarse en el
extranjero porque las dos unidades de trasplante de médula ósea que existen en
el país sudamericano son insuficientes. En 2014, la caída en los ingresos de
PDVSA influyó en la atención de los pacientes y viajar al exterior se
estableció como única alternativa de salvarse de la muerte.
Oliver Sánchez, de ocho
años, padecía linfoma no Hodgkin cuando se hizo famoso en febrero de 2016 por
reclamar su derecho a la salud rodeado de policías. En mayo de ese año murió.
Todo sucedió antes de las sanciones contra la petrolera.
Katherine Martínez,
directora de la ONG Prepara Familia, es testigo del deterioro del centro J. M.
de los Ríos desde 2016. “Las madres de los niños hospitalizados ni siquiera
reciben alimentación, mientras que los niños enfermos cuentan con una nutrición
deficitaria, por ejemplo. Ni hablar de la escasez de medicinas. Enfrentamos una
emergencia humanitaria compleja de instalación lenta. Los pacientes crónicos y
mujeres sufren de manera exponencial esta situación”, dice.
El hospital tiene capacidad
para 420 camas, pero solo hay 86 niños por las deficiencias que impiden atender
a más. Adriana Avarino, madre de Mariana, merodeaba en la protesta por las
muertes de los niños. Mariana, de seis años, iba con mascarilla, la cabeza
rapada por la quimioterapia y sin querer conversar. “Mi hija lleva dos semanas
sin recibir su tratamiento para la leucemia porque no funciona el aire
acondicionado en la sala”.
Jennifer no alza la mirada y
su garganta está hecha un nudo. Solo dice que Erick tenía esperanzas de ser
trasplantado y clama por atención médica para el resto de los pacientes. “Él
decía que era muy fuerte, que el cáncer no iba a matarlo”, agrega. Estaba en
una lista de espera con otros 29 niños, pero la desilusión creció con los
decesos de cada uno de sus compañeros. “En Venezuela se están muriendo los
viejos y los niños porque en los hospitales no hay nada. Al final, mi hijo ya
tenía miedo de morirse, de irse sin haber ido a patinar sobre hielo”, añade su
esposo, Gilberto.
#NIUNNIÑOMÁS
Las muertes de los niños del
Hospital J. M. de los Ríos no solo han desatado manifestaciones en la calle,
sino que los usuarios de Twitter han posicionado la etiqueta #NiUnNiñoMás para
reclamar por el descuido del sistema de salud en Venezuela. El lunes, Ana
Carvajal, presidente del Colegio de Enfermeras de Caracas, y otros asistentes a
una protesta en las inmediaciones del hospital escribían en sus manos “No +
(más)”, también invocaban la frase ya repetida en redes sociales. “En este país
no hay sangre porque no hay reactivos para poder procesarla. Acá no necesitamos
ametralladoras, sino insumos médicos. La batalla hay que darla es por estos
niños”, dijo.
Por
Florantonia Singer / Maolis Castro /