Prensa.
chacodiapordia.com.
Un
reciente estudio presentado en conjunto entre el INTA y Fundación Vida
Silvestre Argentina analiza los escenarios futuros de deforestación, según las
alternativas de expansión agropecuaria en el Gran Chaco Argentino. La
investigación plantea proyecciones de cambios en el uso del suelo (expansión
agropecuaria) para el año 2028 bajo diferentes escenarios de control de la
deforestación. El objetivo fue evaluar los efectos sobre el medio ambiente en
cada escenario, por medio de la cuantificación y localización de la pérdida de
bosques y áreas naturales; la pérdida de hábitat en áreas prioritarias para la
conservación y la caída del nivel de provisión de servicios ecosistémicos (Para
acceder a la información completa hacer click aquí).
Entre
los escenarios elaborados se identifica el llamado tendencial o Business as
usual (BAU), un modelo inercial que proyecta el comportamiento actual hasta el
año 2028, considerando las tasas de deforestación entre los años 2007 y 2014.
En dicho período se registró una pérdida de 1,95 millones de hectáreas de
bosques, a una tasa anual de desmonte de 0,94%, comparable a la que ocurre en
los focos de deforestación más altos del mundo. Por lo tanto, el escenario BAU
plantea que, de continuar con la misma tendencia hasta el año 2028, se
producirá una pérdida adicional de 4 millones de hectáreas de ecosistemas
naturales, lo que equivale a casi 200 veces la superficie de la Ciudad de
Buenos Aires. Asimismo, aproximadamente la mitad de dicha pérdida de
ecosistemas se localizará en áreas prioritarias para la conservación de la
biodiversidad, es decir, de alto valor de conservación.
Estos
datos resultan alarmantes, ya que las consecuencias de la deforestación tienen
un impacto negativo no sólo en lo ambiental, sino también en lo social y
económico. La deforestación contribuye al cambio climático -ya que se
incrementan las emisiones de dióxido de carbono (CO2)-, reduce el hábitat para
especies animales y vegetales amenazadas de extinción, y dificulta la capacidad
de los suelos de regular excedentes de agua y, por ende, inundaciones. Pero también
atenta gravemente contra el desarrollo sustentable de la sociedad, ya que
disminuye la disponibilidad futura de servicios ecosistémicos, entre ellos la
regulación del clima, la captación y reserva de agua dulce, y la estabilidad de
los suelos para la producción de alimentos. Por otra parte, el avance de la
frontera agropecuaria y la consecuente pérdida de bosques no se da en zonas
despobladas, sino que ocurre, por lo general, en tierras de uso tradicional de
comunidades indígenas y campesinas, lo que genera poblaciones desplazadas y
reactiva los históricos conflictos por la tenencia de dichas tierras. (Aguiar
et al, 2018)
Durante
las últimas décadas, el Chaco se ha convertido en una de las regiones con
mayores tasas de transformación a nivel mundial, lo que ha provocado
controversias entre algunos sectores de la sociedad, con posturas más
“productivas”, por un lado, que alientan la incorporación de nuevas tierras
para la agricultura y, por el otro, visiones de la comunidad científica, las
comunidades locales y las ONG, que advierten sobre los riesgos en la falta de
sustentabilidad de los ecosistemas y las asimetrías sociales.
¿Qué
podemos hacer al respecto?
Uno
de los mayores desafíos de los países en desarrollo es resolver el conflicto
entre la producción de alimentos y la conservación de la naturaleza. El
incremento del consumo y la demanda de alimentos por parte de los países
desarrollados y emergentes está siendo abastecido a través de la expansión o la
intensificación de la agricultura en regiones tropicales y subtropicales de
países en desarrollo y esto puede verse en gran medida en Latinoamérica, donde
se localizan extensas áreas con potencial para dicha expansión. (Aguiar et al,
2018)
Para
hacer frente a esta problemática es importante que se implementen políticas de
regulación y control, entre ellas la correcta aplicación de la Ley 26.331 de
“Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos –conocida
como “Ley de Bosques”-. El estudio realizado por el INTA plantea otro posible
escenario, de Aplicación Legal, en el cual si la Ley de Bosques se cumple de
forma estricta, se podrían evitar deforestaciones por 1,81 millones de
hectáreas, reduciendo la pérdida de bosques a la mitad respecto del escenario
tendencial. La buena noticia es que, de acuerdo con el mismo estudio, la
aplicación legal estricta no impide el crecimiento agroganadero. En efecto, la
agricultura y la ganadería podrían aumentar su superficie en la misma magnitud
que en escenario tendencial, ocupando las tierras ya transformadas en el caso
de la agricultura y adoptando un manejo de bosques con ganadería integrada
(MBGI) en el caso de la ganadería.
Por
esta razón, resulta imprescindible apelar a la correcta implementación de dicha
Ley, como primera medida para evitar la pérdida de los bosques nativos y sus
graves consecuencias. Existen oportunidades de fortalecer la Ley de Bosques y
mejorar su desempeño a través del accionar conjunto y la vinculación entre los
diferentes sectores de la sociedad. En primer lugar, se deben fortalecer los
mecanismos de control y de sanción de la deforestación ilegal. Hoy en día
aproximadamente la mitad de la deforestación ocurre en zonas protegidas por la
Ley de Bosques (UMSEF, 2018). Los procesos de ordenamiento territorial de
bosque nativo (OTBN) deben ser mejorados en las próximas actualizaciones
pendientes, actualmente alrededor de 8 millones de hectáreas de bosques no se
encuentran categorizadas bajo los OTBN y por lo tanto no están protegidas por
la Ley. Por último, la asignación de fondos para incentivar el manejo
sostenible ha sido absolutamente insuficiente, llegando en el 2019 a menos del
5% del mínimo previsto en la Ley de Bosques.
El
Gran Chaco, entre los lugares de mayor deforestación del mundo
El
Gran Chaco es la ecorregión boscosa más extensa del continente americano
después del Amazonas, con una diversidad ambiental y social excepcional. Se
extiende en gran parte de Argentina, Paraguay, Bolivia y una pequeña porción de
Brasil y sus ambientes —bosques, matorrales, praderas, sabanas, pantanos y
humedales— la hacen una región única en el mundo. En Argentina tiene una
extensión equivalente a dos veces la provincia de Buenos Aires, abarcando las
provincias de Chaco, Santiago del Estero, Formosa, norte de Santa Fe, Córdoba y
San Luis, este de Salta, Tucumán, La Rioja, Catamarca, y el oeste de
Corrientes. Esta inmensa ecorregión, alberga más de 3400 especies de plantas,
500 especies de aves, 150 especies de mamíferos, 120 de reptiles y
aproximadamente 100 de anfibios. Entre estas especies se encuentran el oso
hormiguero, el yaguareté, el tatú carreta, el tapir, el pecarí, el loro
hablador, el quebracho, el algarrobo y el palo santo, muchas de ellas en
peligro crítico de extinción.
El
Gran Chaco es una de las principales ecorregiones del país y se encuentra
seriamente amenazada. Lamentablemente, es uno los 11 sitios con mayor
deforestación del mundo y niveles más altos de degradación. Desde hace más de
un siglo esta región enfrenta la pérdida sostenida de su patrimonio natural y cultural
a causa del uso no planificado de los recursos y el avance de la frontera
agropecuaria. La desidia es tal que, en Argentina, durante los últimos 35 años
hemos perdido 12 millones de hectáreas de zonas boscosas en la región chaqueña,
lo que significa aproximadamente un 20% de sus ecosistemas naturales (bosques,
arbustales, sabanas y pastizales). La mayor proporción de esta transformación
ocurrió durante los últimos quince años y se concentró principalmente en las
provincias de Chaco, Salta y Santiago del Estero.