“Es la experiencia más
dura que creo puede pasar un ser humano”, así calificó una madre venezolana su
vivencia en la frontera con México para poder llegar a los Estados Unidos,
donde presenció extorsión y secuestros del lado fronterizo que catalogó como un
“infierno”.
Esta familia de
venezolanos; dos niñas y una pareja de esposos, vivió durante dos meses en un
refugio carente de servicios básicos ubicado en la frontera sur de México, en
el estado de Tamaulipas.
Así como muchos
inmigrantes, María se enlistó en la frontera para poder cumplir su sueño
americano. A partir de ese momento, su nombre dejó de ser el de pila y fue
sustituido por un número de tres dígitos, que tuvo que estar pendiente por si
es llamado por el funcionario de inmigración que cuida y vela celosamente por
el cumplimiento del registro.
“Estuvimos durante dos
meses en una habitación de mucha escasez y precariedad. Vimos, porque somos
muchos los venezolanos que están allí, como son secuestrados y raptados. La
mafia es la que controla todo en la frontera. Ves personas desaparecer mientras
estas a la espera de que inmigración te llame”, contó María entre lágrimas durante
entrevista a Venezuela Awareness.
Según medios locales
mexicanos, el estado de Tamaulipas es uno de los más afectados por la violencia
en el país, principalmente por el crimen organizado. En febrero de 2010 se
provocó un conflicto armado entre el Cártel del Golfo y Los Zetas, ganando
terreno en numerosas ciudades fronterizas y ocasionando que las mismas se
convirtieran en “pueblos fantasmas” o “pueblo sin ley”.
“Hay mucha gente que está
allí esperando su turno, pero es un proceso demasiado lento. Ves y palpas todo
lo horrible a tu alrededor. Lamentablemente, allí nadie vale nada, nadie tiene
ningún valor, eso está controlado por las mafias y no puedes ni decir ni hacer
nada”, lamentó María con la voz entrecortada al recordar lo vivido.
La mujer se vio obligada a
disfrazar a sus pequeñas, pues las niñas de los inmigrantes son raptadas y
utilizadas para el tráfico de órganos, servir de mulas o para trabajar la
prostitución.
“A las niñas las tenía que
disfrazar de varón porque a los niños se los llevan y luego no sabes de ellos
¿Y a quién le reclamas? ¡A nadie porque allí no existes y si te pasa algo no
sabes a quién reclamar!”, deploró María.
“Ese lado (el mexicano) es
horrible. Muchos creen que ir allá es un paseo y no, eso no se lo deseo a nadie
ni recomiendo hacer porque allí ves tu vida pasar como una película. Expones a
tus hijos y a tu familia a los miles de peligros que hay”, hizo énfasis María,
desestimando los rumores de que el proceso de inmigración es rápido.
“Bendecidos” en EEUU
Pese a lo vivido. “Gracias
a Dios, en nuestro caso, pudimos pasar e inmigración fue muy receptivo. De este
lado (EE. UU) estuvimos bendecidos, nuestro infierno fue del lado de México”.
En Estados Unidos María
estuvo detenida junto a su familia por tres días en las cárceles migratorias,
donde actualmente hay una lista de 850 venezolanos privados de libertad por
pedir asilo en la frontera entre el país Azteca y el norteamericano. “Ahora es otra cosa.
Agradecida que este país que me dio la oportunidad de estar aquí y bueno, un
día a la vez”, concluyó.
El testimonio de María se
suma a los de cientos de venezolanos que han ingresado a Estados Unidos por la
frontera sur de México, un territorio controlado por los llamados coyotes
-banda dedicada al tráfico de personas-, las mafias de las drogas y la policía
mexicana corrupta que extorsiona a los inmigrantes para dejarlos pasar o los
amenaza con devolverlos a su tierra natal.
Los que esperan en la
línea fronteriza son vistos por las bandas que allí operan como “mercancía”,
pues además de ser expuestos a secuestros, asesinatos, robos, asalto sexual y
torturas, los antisociales se aprovechan de la desesperación del venezolano por
cruzar a EEUU y son víctimas del tráfico humano.
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